El conocido como Santo Cristo Desamparado de la Madre María Rafols, fue profanado por tres malhechores que lo habían robado del Convento Dominico de Zaragoza, creyendo que era de oro. Sin embargo, al comprobar que la imagen no era del preciado metal, en lugar de conformarse con dejarlo en cualquier parte, se ensañaron con él: lo hirieron en la cabeza con un clavo muy grueso, a pedradas rompieron la cruz; le arrancaron el brazo izquierdo al tiempo que le partían el derecho.
Para rematar el sacrilegio, lo tiraron a una hoguera que providencialmente se apagó, por lo que los truhanes -sin temor de Dios alguno- optaron por tirarlo a un estanque de agua de un molino. Entonces, contra todo pronóstico y en contra de las leyes de la gravedad, la imagen del Santo Cristo Desamparado flotó en el agua. Pero el milagro aún no había concluido, pues desde la imagen santa escucharon "Aún viendo este milagro no creéis?" . En ese momento, uno de los tres profanadores, cayó rodillas en tierra, pidiendo perdón como un niño y rezando la famosa jaculatoria que dice "Bendita y alabada sea la hora en que María Santísima vino en carne mortal a Zaragoza".
Los compañeros lo amenazaron muerte por haber rezado y llenos de ira lo lanzaron al mismo estanque donde habían querido deshacerse del Cristo y se hundió por no saber nadar. Pero prodigio sin igual fue ver que su compañero emergía del estanque con el Santo Cristo en las manos mientras la imagen sangraba abundantemente.
Llenos de pavor, los ladrones impenitentes, se lo arrancaron de las manos y cavando un hoyo en tierra, lo sepultaron, como para enterrar en sus conciencias el robo y posterior sacrilegio de la imagen de Nuestro Señor.
El hecho aconteció un 14 de Septiembre de 1809, conmemoración de la Exaltación de la Santa Cruz.
(Continuará...)
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