jueves, 20 de febrero de 2014

EL CUARTO DE HORA DE ORACIÓN, según Santa Teresa de Jesús ( IV )


Instrucción que Santa Teresa de Jesús
 da a un alma acerca de la oración



DIÁLOGO ENTRE SANTA TERESA ( T ) Y UN ALMA ( A )


      Santa Teresa: Debe procurar el que comienza oración no cure de unas humildades que hay, que les parece humildad no entender que el Señor le va dando dones: entendamos bien cómo ello es, que nos lo da Dios, sin ningún merecimiento nuestro, y agradezcámoslo a Su Majestad; porque si no conocemos que recibimos, no despertamos a amar; y es cosa muy cierta, que mientras más vemos estamos ricos, sobre conocer somos pobres, más aprovechamiento nos viene, y aún más ricos, sobre conocer somos pobres, más aprovechamiento nos viene, y aún más verdadera humildad. Lo demás es acobardar el ánimo a parecer que no es capaz de grandes bienes, si en comenzando el Señor a dárselos, comienza él a atemorizarse con miedo de vanagloria. 

      Cree, hija mía, que quien te da los bienes te dará la gracia para que en comenzando el demonio a tentarte en este caso, le entiendas y te fortalezca par resistir, digo, si andamos con llaneza delante de Dios, pretendiendo contentar sólo a El y no a los hombres. Demás de esto es imposible (conforme a nuestra naturaleza) tener ánimo para cosas grandes, quien no entiende está favorecido de Dios; porque somos tan miserables e inclinados a cosas de tierra, que mal podrá aborrecer todo lo de acá de hecho con grande desasimiento quien no entiende tiene alguna prenda de lo de allá; porque con estos dones es a donde el Señor nos da la fortaleza que por nuestros pecados perdimos; y mal deseará se descontenten todos de él, y le aborrezcan, y todas las demás virtudes grandes, que tienen los perfectos, si no tiene alguna prenda del amor que Dios le tiene, y juntamente fe viva: porque es tan muerto nuestro natural, que nos vamos a lo que presente vemos; y así estos mismos favores son los que despiertan la fe y la fortaleza, y pues es lícito y tan meritorio que siempre tengamos memoria que tenemos de Dios el ser, que nos crió de nada y que nos sustenta y todo los demás beneficios de su muerte y trabajos, que mucho antes que nos criase los tenía hechos por cada uno de los que ahora viven, ¿por qué no será lícito que entienda yo, vea y considere muchas veces que solía hablar en vanidades, y que ahora me ha dado el Señor que no querría sino hablar con Él?


      Y acordándonos que esa joya es dada de Dios, forzado nos convida a amar, que es todo el bien de la oración, fundada en la humildad, y a entender que no tenía el alma nada de esto, y conocer la largueza del Señor; y procura el alma sacar fuerza de nuevo para servir y no ser ingrata, porque con esa condición nos da el Señor ese tesoro; y si no usamos bien de él, nos lo tornará a tomar, y quedarnos hemos muy más pobres. 

      A. Gracias, Madre mía, por vuestra sublime y olvidada lección. ¡Cuántas almas nos perdemos por no considerar los beneficios generales que Dios nos ha hecho! ¡Cuántas no medran en el camino de la virtud por no considerar las mercedes particulares que Dios les dispensa! No lo haré yo así en adelante, Madre mía: una de las meditaciones más continuas será la de los beneficios especiales que el Señor me ha hecho para animarme y disponerme a grandes cosas. 

      T. Quiero fortalecer tu espíritu contra un trabajo o prueba que el Divino Jardinero da muchas veces al principio, y oras a la postre de este camino, para probar a sus amadores y saber si podrán beber el cáliz y ayudarle a llevar la cruz, antes que ponga en ellos grandes tesoros, y también para que entendamos lo que somos: porque son de tan gran dignidad las mercedes que hace después, que quiere veamos por experiencia primero nuestra miseria, antes que nos las dé, porque no nos acaezca lo que a Lucifer.




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