"El Concilio Tridentino dice que “los clérigos han de vivir de tal modo que su habito, maneras, conversaciones, etc., todo sea grave y lleno de unción (...).
Decía San Juan Crisóstomo que “el sacerdote ha de ser tan perfecto que todos lo puedan contemplar como modelo de santidad, porque para esto puso Dios en la tierra a los sacerdotes, para vivir como ángeles y ser luz y maestros de virtud para todos los demás” (...).
El nombre de clérigo, según enseña San Jerónimo, significa que tiene a Dios por su porción; lo que le hace decir que el clérigo se penetre de la significación de su nombre y adapte a él su conducta (...) y si Dios es su porción, viva tan solo para Dios (...).
La dignidad y la santidad sacerdotal, de San Alfonso María de Ligorio
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