domingo, 25 de febrero de 2018

SERMÓN DOMINICAL Dominica II de Cuaresma: La Transfiguración

Agradecemos al Rvdo. Padre Manuel Martínez por compartir 
su Sermón en este Segundo Domingo de Cuaresma


          ¡Cuán distinto es este hecho del que consideramos en el domingo pasado! Allí, tentación; aquí, triunfo. Allí, lucha; aquí, paz y gloria.

          La Transfiguración del Señor, premio de su tentación. También para nosotros está preparado el premio si vencemos.

I.- Cómo sucedió la Transfiguración:

          Jesucristo no manifestó su Divinidad como la ven los Santos. Pero comunicó a su cuerpo un poco de la gloria de su alma. Resplandeció su cuerpo más que el sol. También sus vestidos se tornaron más blancos que la nieve. Una nube envolvió a los testigos, símbolo de la Presencia divina. Lo propio que sucedió cuando Dios se apareció a Moisés. Simbolizando una cuádruple transformación: a saber: a) En la Encarnación: la Divinidad presente en la forma humana. b) En la Cruz: como un gusano y no un hombre. c) En la Resurrección: en el esplendor y poder. d) En la Sagrada Eucaristía: bajo de los velos sacramentales. 






II.- Motivos de la Transfiguración:

          Para probar a los tres apóstoles, su Divinidad.

          Para fortalecerlos, en vísperas de su Pasión. Y en la persona de ellos, a los demás apóstoles y a todos los fieles.

           Para figurar su futura venida gloriosa. Para confirmar la fe de ellos acerca de aquella verdad, y a este fin, la presencia de Elías, que reaparecerá en el último día.

          Para mostrar los tesoros de gloria que nos esperan en el Cielo. Donde el menor de los bienaventurados tiene más gloria que Jesús en el Tabor.

          Para probar que la hermosura del Cielo sobrepuja a toda hermosura terrena.

          Para animar a los que le siguen, a sobrellevar las tribulaciones, por la esperanza de semejante gloria.

          Para representar el alma transformada en la oración; en la que los débiles se hacen fuertes y los tibios se vuelven fervorosos.

          Para instruirnos acerca de las cualidades de los cuerpos resucitados de los Bienaventurados.

III.- ¿Por qué tan pocos testigos?:

          El Señor vino para salvarnos por medio de humillaciones. Por esto mostró su gloria lo menos posible.

           Estos tres apóstoles eran los principales: Pedro, destinado a ser el futuro jefe de la Iglesia: Fe. Santiago, el más fiel, el primero en morir por Cristo: Esperanza. Juan, el teólogo viviente de la divinidad de Jesucristo: Caridad. Los tres fueron más adelante testigos de su agonía (Mat., XXVI, 37).

          Como representantes del pasado: Moisés figuraba la Ley, que simbolizaba al Mesías. Elías representaba a los Profetas, que lo habían anunciado.

          Nuestro Señor tuvo en vida más humillaciones que gloria. Entonces ¿Por qué lamentarnos si nos cupiese la misma suerte? El Señor, de cuando en cuando, nos da alguna miaja de su gloria: San Pablo arrebatado al Cielo. Dulzura interna del alma al contemplar todas las gracias recibidas, y los consuelos que recibe el alma al estar en estado de gracia.

          El presente Evangelio, va casi unido al de la Dominica última pasada, para recordarnos que el gozo sigue a la prueba. Si la Cuaresma es tiempo de penitencia, Pascua será día de gloria.

           La alegría de San Pedro en la Transfiguración se manifiesta en estas palabras Bonum est nos hic ese, “bueno es quedarnos aquí”. Ellas nos sugieren el pensamiento del Cielo. Pensamiento siempre consolador y fortalecedor. Verdad digna de ser ponderada en Cuaresma.

            Cielo: Lugar de premio para todos aquellos que mueren en gracia. Lugar de felicidad y de gozo, de paz y de abundancia. Todos sus bienes son eternos, que contiene todo gozo posible, para El alma: ver, amar y gozar de Dios; para el cuerpo: vida, salud, juventud y hermosura. Sus goces, nobles y superiores a todo humano entendimiento. Su felicidad no tiene mezcla de mal alguno.

FELICIDAD DEL CIELO

          Ver a Dios, cara a cara. Toda facultad del alma y del cuerpo iluminada con la luz de la gloria. En sí mismo tal como Él es. Unidad, Trinidad y Perfecciones. Providencia y misericordia para con los hombres. En El los bienaventurados ven las súplicas y necesidades de los que están en la tierra. Se conocen unos a otros, como acá abajo. ¡Recom pensa de la Fe!

          Amar a Dios: Con intensa energía y de voción: no como acá en la tierra. La vista de las perfecciones de Dios, enamora al alma. Todas las cosas en Dios y por Dios, como Él se ama a sí mismo. Alabarle, bendecirle, darle gracias con vehemencia. ¡Premio de la Caridad!

           Gozar de Dios: Los Bienaventurados, en su ciencia y amor, poseen a Dios. De este modo ellos gozan de Dios. Premio de la Esperanza.

           Varios grados, según el mérito de cada cual. Doctores, Mártires y Vírgenes tendrán una glo ria especial. Todos, sin embargo, felices y contentos en la desigualdad. No perturbada por la separación de sus ami gos que están en el infierno. Ellos bendicen y adoran la infinita Justicia y santa Voluntad de Dios. 





ENSEÑANZAS

          Meditación acerca del Cielo: Nos sirve de preservativo contra el pecado, y estímulo para la vigilancia y diligencia. Nos da aliento pa ra la penitencia y pruebas.

          En esta vida temporal somos sometidos a diferentes pruebas, tentaciones y humillaciones de todo tipo, pero el recuerdo de que nuestro Señor fue sometido a tales pruebas; nunca manifestó su gloria solo a estos tres apóstoles, una gloria momentánea para que se animaran a seguir su doctrina y perseveraran en ella, a pesar de las tribulaciones que les acarrearía permanecer fieles. La historia de la Iglesia está cubierta de tantos testimonios valientes. Hay un cielo que ganar, una posesión y visión de Dios por toda la eternidad; bien vale hacer esa inversión de sufrimientos, humillaciones, amarguras, enfermedades, dolores, persecuciones, calumnias, difamaciones, llevarlas con paciencia pues con ello alcanzaremos el cielo. La humanidad le ha dado la espalda a Dios, y profesar la Fe verdadera en este tiempo es muy meritorio. Para está lucha cotidiana, nuestro Señor nos ha dejado los Santos Sacramentos, ahí se encuentra nuestra fortaleza para luchar denodadamente la Santa Misa cotidiana para los que tienen la dicha de tener sacerdotes verdaderos, y para los que tienen Sacramentos cada determinado tiempo, aprovecharlos cuando los haya y no abandonar la meditación y el rezo del Santo Rosario diario.

SI GANAMOS EL CIELO TODO ESTÁ GANADO

          Pidamos a nuestra Santísima Madre que nos alcance de su divino Hijo la gracia de la perseverancia final y la gracia de algún día estar con Él por toda la eternidad. 


Ave María Purísima




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