viernes, 16 de febrero de 2018

SANTO VIACRUCIS, Sexta Estación: "LA PIADOSA VERÓNICA LIMPIA LA SANTA FAZ DE JESÚS NUESTRO SEÑOR", por el Doctor Plinio Corrêa de Oliveira

        
            Siguiendo el esquema de piedad de LA SEMANA DEL BUEN CRISTIANO, dedicamos este día viernes al Sacratísimo Corazón de Jesús y a meditar en reparación al Mismo Corazón, los sufrimientos que padeció Nuestro Señor en Su Dolorosa Pasión.

             Un sencillo método -tanto para los que se inician en esta necesaria devoción como para aquellas personas piadosas que carecen de tiempo- es centrarnos en una de las Estaciones del Santo Viacrucis, si bien siempre será lo ideal, rezarlo completo para poder lucrar las indulgencias que lleva concedidas.





          A primera vista se podría decir que nunca hubo en la Historia un premio tan grande. En efecto, ¿qué rey tuvo en sus manos una tela tan rica como aquel Velo? ¿Qué general tuvo bandera más augusta? ¿Qué gesto de coraje y dedicación fue recompensado con favor más extraordinario?

          Sin embargo, hay una gracia que vale mucho más que la de poseer milagrosamente estampada en un velo la Santa Faz del Salvador. En el Velo, la representación del Rostro divino fue hecha como en un cuadro. En la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, es hecha como en un espejo.

          En sus instituciones, en su Doctrina, en sus Leyes, en su Unidad, en su Universalidad, en su insuperable Catolicidad, la Iglesia es un verdadero espejo en el cual se refleja nuestro Divino Salvador. Más aún, Ella es el propio Cuerpo Místico de Cristo.

         ¡Y nosotros, todos nosotros, tenemos la gracia de pertenecer a la Iglesia, de ser piedras vivas de la Iglesia!

         ¡Cómo debemos agradecer este favor! No nos olvidemos, sin embargo, de que “noblesse oblige”. Pertenecer a la Iglesia es una cosa muy alta y muy ardua. Debemos pensar como la Iglesia piensa, sentir como la Iglesia siente, actuar como la Iglesia quiere que procedamos en todas las circunstancias de nuestra vida. Esto supone un sentido católico real, una pureza de costumbres auténtica y completa, una piedad profunda y sincera. En otros términos, supone el sacrificio de una existencia entera.

          ¿Y cuál es el premio? Christianus alter Christus. Yo seré de modo eximio una reproducción del propio Cristo. La semejanza de Cristo se imprimirá, viva y sagrada, en mi propia alma.

          Ah, Señor, si es grande la gracia concedida a la Verónica, cuánto mayor es el favor que a mí me prometéis.

          Os pido fuerza y resolución para, por medio de una fidelidad a toda costa, alcanzarlo verdaderamente.





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