El alma que se ha consagrado al amor a través del incesante Acto de Amor, debe por lo tanto ejercitarse, sin escrúpulos, pero con generosidad y firmeza, en este silencio externo e interno, teniendo siempre presente la preciosidad de un Acto de Amor y como dirigidas a sí estas palabras de Jesús a Sor Consolata: "Consolata, el tiempo que te queda para vivir Yo lo he consagrado todo en un Acto de Amor. Si tú interrumpes ese Amor para seguir un pensamiento, para pronunciar una frase no estrictamente necesaria, haces un hurto al Amor". (13 de Septiembre de 1935)
Una tan perfecta continuidad viene a colocar al alma en un estado de continua inmolación. Jesús no se lo ocultaba a Sor Consolata: "Consolata, Jesús tomó la Cruz sobre Sus espaldas y se dirigió al Calvario. ¿Sabes cuál es tu Cruz? No perder un Acto de Amor. Este será de hoy en adelante tu único programa. No que el Acto de Amor sea una Cruz, sino no perder uno, en cualquier condición en que te encuentres, esto es Cruz; pero te ayuda a llevar todas las demás cruces.
Te doy la Cruz: no perder un "Jesús, María, os amo; salvad almas", pero te doy también la gracia de llevar esta Cruz, fielmente hasta el último suspiro…" (15 de Noviembre de 1935)
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