lunes, 29 de agosto de 2011

EL PURGATORIO Y EL LIMBO, DOCTRINA TRADICIONAL


   
Va al purgatorio el que muere en gracia de Dios y tiene alguna deuda de pena.
   Esta deuda de pena puede ser:
   1º- Por pecados veniales; y
   2º- Por no haber hecho la debida penitencia de los pecados mortales, perdonados en cuanto a la culpa y pena eterna.
   Con la confesión bien hecha se perdonan siempre las culpas graves y la pena eterna, pero no siempre queda perdonada toda la pena temporal.
   Dios, al perdonar el pecado mortal, ordinariamente conmuta la pena eterna en una pena temporal.
   Esta pena temporal debe pagarse en esta vida o en el purgatorio.
   En esta vida se paga haciendo obras buenas, especialmente cumpliendo la penitencia impuesta por el confesor.
El purgatorio es un lugar de expiación temporal.
Las almas del purgatorio, cuando han satisfecho del todo por sus pecados, van al cielo.
Dios, infinitamente justo, ninguna obra buena o mala deja sin premio o castigo, aunque se trate de cosas pequeñas.
   Los que mueren con solos pecados veniales no merecen el infierno, ni pueden ir al cielo, porque nada manchado puede entrar en él.
   Debe, pues, existir un lugar para que las almas se purifiquen antes de entrar en el cielo.
   En el purgatorio se padece la privación de la vista de Dios, el tormento del fuego y otras penas.
   El mayor dolor de las benditas Ánimas es no poder ver a Dios y pensar que, siendo El infinitamente bueno, le han ofendido.
   Las Almas benditas, al verse manchados con el pecado, con gusto se sumergen en aquellas llamas, y aun quisieran fueran más ardientes para purificarse más pronto.
   Aprendamos de las benditas Ánimas a aborrecer el pecado, aún leve, sobre todo mal.



Los sufragios


   Podemos socorrer a las benditas Ánimas, y aún librarlas del purgatorio, con oraciones, indulgencias, limosnas y otras buenas obras, y, sobre todo, con la Santa Misa.
   Se llaman Sufragios las obras buenas que se hacen a favor de las benditas Animas del purgatorio.
   Los sufragios son sólo a manera de súplicas, que la divina justicia acepta en la medida que cree conveniente.
   Por esto un alma no siempre obtiene infaliblemente todos lo efectos de los sufragios aplicados a ella especialmente.
   La Santa Iglesia aprueba que se repitan los sufragios para un mismo difunto.
   Hacen muy mal los que no se acuerdan de aliviar con sufragios a las almas de los difuntos.
   Algunos sólo procuran que el entierro sea muy suntuoso, y nada o muy poco hacen para el alivio del alma.
   El dogma de los sufragios es motivo de alegría, no sólo para los ricos, sino también para los pobres.
   Los ricos hacen muy bien en ordenar sufragios; éstos les abreviarán mucho las penas en el purgatorio.
   Los pobres tienen una madre tiernísima, que es la Santa Iglesia, la cual ruega especialmente por ellos, que son sus hijos queridísimos.
   La devoción a las benditas Animas del purgatorio es utilísima, porque hace practicar muchas obras buenas, causa grande gozo en el cielo y ayuda en gran manera a conseguir la salvación de quien practica esta devoción.
   El voto de Animas consiste en ceder para siempre a favor de las benditas Ánimas del purgatorio, toda la parte satisfactoria de nuestras buenas obras, y todos los sufragios que otros hicieren por nosotros.
   Seamos, pues, muy devotos de las benditas Animas del purgatorio.
   Procuremos socorrerlas, oyendo Misa y comulgando muy a menudo, aun diariamente, si nos es posible; recemos el Santo Rosario, el Via Crucis, etc.
Esta es devoción buena y práctica, con la cual libraremos a muchas almas del purgatorio y las haremos entrar en el cielo.


Limbo de los niños.


   Va al limbo de los niños el que muere con el solo pecado original.
   El que muere antes del uso de razón sin el bautismo, muere con el solo pecado original.
   En el limbo no se sufre nada; se goza la felicidad natural.
   Dios hizo, pues, un gran beneficio a los que están en el limbo, dándoles la existencia; podría haberles dejado en la nada de donde los sacó
.     Los que mueren después del uso de razón van al cielo o la infierno, según que hayan o no cumplido la ley de Dios.



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