viernes, 4 de abril de 2014

CUÁN FÁCIL ES CONSOLAR A TODO UN DIOS


          Voy a hablarte del mayor Misterio de Amor hacia mis almas escogidas y consagradas.En el momento de instituir la Eucaristía vi presentes a todas las almas privilegiadas que habían de alimentarse con mi Cuerpo y con mi Sangre y los diferentes efectos producidos en ellas. Para unas, sería remedio a su debilidad para otras, fuego que consumiría sus miserias y las inflamaría en amor.



              ¡Ah!... Esas almas reunidas ante Mí serán como un inmenso jardín en el que cada planta produce diferente flor; pero todas me recrean con su perfume.  Mi Sagrado Cuerpo será el sol que las reanime. Me acercaré a unas para consolarme, a otras para ocultarme, en otras descansaré.Si supierais, almas amadísimas cuán fácil es consolar, ocultar y descansar a todo un Dios! Este Dios que os ama con amor infinito después de libraros de la esclavitud del pecado ha sembrado en vosotros la gracia incomparable de la vocación religiosa os ha traído de un modo misterioso al jardín de sus delicias. Este Dios Redentor vuestro se ha hecho vuestro Esposo. 

          El mismo os alimenta con su Cuerpo purísimo, y con su Sangre apaga vuestra sed. En El encontraréis el descanso y la felicidad.

          Qué amargura sentí en mi Corazón cuando vi a tantas almas que, después de haberlas colmado de bienes y de caricias, habían de ser motivo de tristeza para mi Corazón. ¿No soy siempre el mismo?... ¿Acaso he cambiado para vosotras?...No, Yo no cambiaré jamás, y hasta el fin de los siglos os amaré con predilección y con ternura.



          Sé que estáis llenas de miserias, pero esto no me hará apartar de vosotras mis miradas más tiernas y con ansias os estoy esperando no sólo para aliviar vuestras miserias, sino también para colmaros de nuevos beneficios.

          Si os pido algo costoso a vuestra naturaleza, os doy juntamente la gracia y la fuerza necesaria para venceros.Os he escogido para que seáis mi consuelo.Dejadme entrar en vuestra alma, y si no encontráis en ella nada que sea digno de Mí, decidme con humildad y confianza: Señor, ya veis los frutos y las flores que produce mi jardín. Venid y decidme qué debo hacer para que desde hoy empiece a brotar la flor que deseáis.


Revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús a Sor Josefa Menéndez
extraídas de su libro
UN LLAMAMIENTO AL AMOR
Con Prólogo del entonces Cardenal Eugenio Pacelli


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