Instrucción que Santa Teresa de Jesús
da a un alma acerca de la oración
En la oración hallarás a veces gran consuelo otras sequedades, aridez, distracción. A los principios tendrás más trabajo para regar esas flores con sacar el agua del pozo, recogiendo los sentidos mal domados, y en discurrir con el entendimiento. Mas ten confianza, que si perseveras, el Señor te ayudará a sacar agua con noria o te abrirá un arroyo que te las riegue, o quizás Él mismo enviará nubes celestiales que, deshaciéndose en lluvia, rieguen tu jardincito sin ningún trabajo tuyo. Lo que te importa mucho a los principios es, que no hagas caso de estas sequedades y distracciones en los pensamientos.
Nadie se apriete ni aflija por ellos si quiere ganar libertad de espíritu, y no andar siempre atribulado. Comienza a no espantarte de la cruz, y verás cómo te la ayuda a llevar el Señor, y te la hará amable, te engolosinarás de ella, con el contento con que andarás y el provecho que sacarás de todo. Estas sequedades y tomentos nacen, a veces, del demonio, que procurará fatigarte y disgustarte para que abandones la oración. Nacen de la imaginación , esta loca de casa, que cual importuna mariposilla anda de aquí para allá sin fijarse en cosa de provecho.
Nacen, a veces, de la poca solicitud de tu perfección, de tu infidelidad y cobardía, de tu mente que se ocupa en vanos pensamientos todo el día, o de tu corazón, que estando aficionado a las criaturas, vuela a donde se halla su tesoro, disgustado de Dios, a quien no ama. Muchas veces vienen de mala disposición del cuerpo. Por tanto has de notar mucho, hija mía, que el alma que en este camino de la oración mental comienza a caminar con determinación, y no puede acabar consigo no hacer mucho caso de consolarse ni desconsolarse mucho, porque le falten estas ternuras o gustos que suele dar el Señor, que tienen andado gran parte del camino y no haya miedo de tornar atrás, aunque más tropiece y caiga, que de esta caída sacará Dios bien; sino procure ir adelante, porque va comenzando el edificio con firme fundamento. No está el amor de Dios en tener lágrimas y estos gustos y ternura, sino en servirle con justicia y fortaleza de ánimo y humildad...
Sé, pues, hija mía, varón, y no de los que se echaban a beber de bruces cuando iban a la batalla con Gedeón, sino que te determines que vas a pelear con todos los demonios; y que no hay mejores armas que las de la cruz: no te acuerdes que hay regalo en esto que comienzas, porque es muy baja manera de comenzar a labrar un tan precioso edificio; y si comienzas sobre arena, darás con todo en tierra, y así nunca acabarás de andar disgustada y tentada.
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