viernes, 23 de mayo de 2014

CRUCIFICADOS SIN CRUZ: TERESA NEUMANN ( 5ª PARTE )


LOS ESTIGMAS DE TERESA NEUMANN
según la descripción del Capellán Fahsel



"Se ve en la palma de su mano un agujero embudiforme con cuatro esquinas, repleto de sangre pura y cuajada. La costra que se ha formado presenta en los últimos años cierta elevación sobre la superficie. Con los estigmas recibe la misma impresión que si la atravesaran. En los estigmas se ha formado, desde hace poco tiempo. una prominencia de carne finísima que se alarga en la palma de la mano, en forma de brote, mientras que en la parte opuesta adopta la forma de la cabeza de un clavo.

Por encima de la costra se extiende una piel finísima y transparente, con sus nerviaciones correspondientes, parecida a la capa superior de la epidermis. Llega un punto en que los estigmas se tornan más claros. Al trasluz de la tenue piel se ve como la sangre negra parece que se torna roja y fluida. La ola de sangre choca varias veces contra el mismo punto de la piel, hasta que la quiebra. Gruesas gotas de sangre corren de tiempo en tiempo sobre la palma y dorso de la mano, bajando hasta las muñecas, y de allí a lo largo del brazo hasta el codo, pues tiene los brazos algo levantados. Los estigmas internos de la mano parecen más pequeños que la abertura de fuera."

     Las mismas características tienen los estigmas de los pies , a pesar de los cuales Teresa puede andar bien, pero provista de un calzado especial.

     Cuando contempla la coronación de espinas se le abren en la parte de atrás de la cabeza ocho pequeñas llagas que forman ocho grandes manchas de sangre sobre el paño que las recubre. La coronación la sintió por primera vez el día 5 de Noviembre de 1926, viernes, dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, y las hemorragias más intensas comenzaron a partir del 19 de Noviembre.

     Los ramalazos de la flagelación que recibe en el pecho y la espalda, tiñendo de sangre la camisa, no aparecieron hasta el Viernes Santo de 1929. A partir de entonces, y también al contemplar al Salvador cargado con tres troncos atados entre sí, se le marca en el hombro derecho una intensa herida con sangre proporcionada al tamaño y peso de los leños de la Cruz de Nuestro Señor.

     Cuando contempla, a la una menos cuarto del viernes, la muerte del Señor, su rostro toma aspecto cadavérico y se vuelve lívido y alargado. El estado de muerte aparente suele durar unos cinco minutos y se ha podido comprobar por auscultación médica, el cese de los latidos del corazón durante ese tiempo.

     Después vuelve al estado de arrobamiento, y se sorprende ante la sangre de sus heridas cada vez, como ignorándolo todo. Ella no sabe explicarse qué significa aquella sangre que contempla extrañada. Los familiares la tranquilizan y no pueden lavarle los hombros ante el dolor que le produce, hasta que le sobreviene un extraño sueño en el que repara sus fuerzas.

Continuará...

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