viernes, 28 de julio de 2017

SANTO VIACRUCIS, Primera Estación: "JESÚS ES CONDENADO A MUERTE", por el Doctor Plinio Corrêa de Oliveira


     Siguiendo el esquema de piedad de LA SEMANA DEL BUEN CRISTIANO, dedicamos este día viernes al Sacratísimo Corazón de Jesús y a meditar en reparación al Mismo Corazón, los sufrimientos que padeció Nuestro Señor en Su Dolorosa Pasión.

     Un sencillo método, para aquellos que se inician en esta necesaria devoción o para aquellos que carecen de mucho tiempo, es centrarnos en una de las Estaciones del Santo Viacrucis, si bien siempre será lo ideal rezarlo completo, para poder lucrar las indulgencias que lleva concedidas.




     El juez que cometió el crimen profesional más monstruoso de toda la Historia no fue impulsado a ello por el desorden de alguna pasión ardiente. No lo cegó el odio ideológico, ni la ambición de nuevas riquezas, ni el deseo de complacer a ninguna Salomé. Le movió a condenar al Justo el recelo de perder el cargo pareciendo poco celoso de las prerrogativas del Cesar; el miedo de crear para sí complicaciones políticas, desagradando al populacho judío; el miedo instintivo de decir “no”, de hacer lo contrario de lo que se pide, de enfrentar el ambiente con actitudes y opiniones diferentes de las que en él imperan.

     Vos, Señor, lo mirasteis por largo tiempo con aquella mirada que en un segundo obró la salvación de Pedro. Era una mirada en la que aparecía vuestra suprema perfección moral, vuestra infinita inocencia, y sin embargo él os condenó.

     ¡Oh, Señor, cuántas veces imité a Pilatos! ¡Cuántas veces por amor a mi carrera dejé que en mi presencia la ortodoxia fuese perseguida, y me callé! ¡Cuántas veces presencié con los brazos cruzados la lucha y el martirio de los que defienden vuestra Iglesia! Y no tuve el coraje de darles ni siquiera una palabra de apoyo, por la abominable pereza de enfrentar a los que me rodean, de decir “no” a los que forman mi ambiente, por el miedo de ser “diferente de los demás”. Como si me hubieseis creado, Señor, no para imitaros sino para imitar servilmente a mis compañeros.

     En aquel instante doloroso de la condenación, Vos sufristeis por todos los cobardes, por todos los muelles, por todos los tibios… por mí, Señor.

     Jesús mío, perdón y misericordia. Por la fortaleza de que me disteis ejemplo encarando a la impopularidad y enfrentando la sentencia del magistrado romano, curad en mi alma la llaga de la molicie."




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