"Para que vivamos en Dios, es necesario que en todo cuanto hayamos de hacer, omitir o soportar, obremos según Su Voluntad; que todo lo que se ofrezca sufrir, sea en el cuerpo o en el alma, en lo interior o exterior, venga de los hombres o de los demonios, lo aguantemos con ánimo reverente y con espíritu de amor, con una especie de conversión, introversión, inclinación o aspiración del alma hacia Dios, suave y amorosamente.
Lo haremos con una como tranquila respiración de la Divina Esencia, imitando al Salvador, que dejaba que el Padre, que en Él moraba, hiciera todas sus obras y, a la vez, Él en íntima unión con el Padre, las realizaba, con una apacible, amorosa y reverencial mirada de entrega total de su espíritu a Su Padre Celestial.
Pues bien: de un modo semejante podemos podemos vivir también en nuestra amantísima Madre María, procurando, con todo esmero, conservar o fomentar en nosotros esa filial, tierna y candorosa entrega de nuestro corazón, esa aspiración o respiración hacia Nuestra Señora, como a nuestra más amabilísima y queridísima Madre de Dios, en todo cuanto tengamos que obrar o soportar, en todo cuanto hayamos de hacer u omitir, en nuestras penalidades, dolores, aflicciones y tribulaciones, de tal modo, que nuestro amor a María y de María a Dios tenga un suave y mutuo flujo y reflujo."
Padre Miguel de San Agustín, Carmelita
VIDA DE UNIÓN CON MARÍA
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