miércoles, 3 de enero de 2018

VIDA DE SAN JOSÉ (VI) LA HUÍDA A EGIPTO


          La Piedad Católica ha dedicado tradicionalmente el día MIÉRCOLES a rezar mediante la intercesión del GLORIOSO SAN JOSÉ. Por eso, todos los miércoles que sea posible -si no hay otra conmemoración más importante- procuraremos compartir breves extractos del libro "VIDA DE SAN JOSÉ", del Padre Francisco de Paula García, de la Compañía de Jesús.

           Procuremos no perder nuestras raíces cristianas, las mismas que un día hicieron grande nuestra Patria,  y continuemos al tiempo con aquéllas sencillas pero didácticas devociones de nuestros mayores; sólo abrazando con fuerza y sin respetos humanos la Fe de siempre, podremos seguir siendo fieles a la genuina Doctrina de Nuestro Señor Jesucristo.





     La Sagrada Familia, vuelta ya de Jerusalén, llegó a Belén de paso para Nazaret, y hallándose San José descansando de las fatigas del viaje, se le apareció en sueños el Ángel del Señor, y le dijo: "Levántate, toma al Niño y a la Madre y huye a Egipto, pues Herodes busca al Infantito para matarle."

     No es menester ponderar el sobresalto que recibió San José al oír del celestial heraldo los sanguinarios propósitos del tirano. Sus entrañas de cariñoso padre y de amante esposo se conmovieron tristemente con sólo pensar en la pérdida posible de Jesús y en el dolor indudable de María.

   ¡Qué presto empezaba a realizarse la Profecía de Simeón!. Por esto el Glorioso Patriarca, solícito y obediente, trata de salvar al instante las prendas de su alma, huyendo aquella misma noche de las insidias de Herodes. Más, ¡cuántos pensamientos penetrarían su corazón como dardos envenenados!

     Para llegar a Egipto era preciso un viaje largo, de unas dieciséis a veinte jornadas; el camino era escabroso, desconocido, a trechos lleno de bosques, a trechos interrumpido por pesadísimos arenales; el tiempo, como de invierno, desagradable e inseguro; sin guías ni vituallas, sin suficientes alivios para conllevar las inclemencias de la estación y los sustos inevitables en riesgo tan inminente... ¿qué tribulación mayor podía sobrevenir a un padre y esposo como San José?.

     Por ellos lo arrastra todo y pone en cumplimiento con toda prontitud, sumisión y diligencia la Voluntad de Dios, manifestada por el Ángel. No importa que la empresa sea tan penoso como ardua y difícil. De noche viajan, fiados en que la Divina Providencia, que así lo dispone, no los abandonará.

     Y es que aquél que a los hebreos envió de día una blanca nube y una columna de fuego por la noche para señalarles el camino; Aquél que dio a Tobias un Ángel de compañero y guía para conducirle a Rajés, y alumbró a los Magos con una nueva estrella para llevarlos a Belén, ¿había de abandonar al azar y a la ventura a la Sacratísima Familia en un viaje no menos largo que peligroso? De seguro que no. 

     Con esta Providencia tan singular, llegaron los cuitados viajeros a Egipto y, según una piadosa tradición admitida por San Anselmo, fijaron su vivienda en Heliópolis, patria de Aseneth, esposa del antiguo José, y allí residieron durante su destierro, sin otros recursos que los del trabajo y la caridad de algunos judíos allí establecidos.

     A su imitación, huyeron más tarde muchos fieles de los lazos que les tendían nuevos Herodes, y se retiraron a las soledades de Egipto.



(Continuará...)





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