En Marzo de 1857, la Reina Isabel II de España nombraba Confesor Real al que hasta entonces había sido Arzobispo de Santiago de Cuba, Antonio María Claret. En la provincia española de ultramar, el Santo Obispo destacaría por ser enemigo del segregacionismo racial y esclavista; el Arzobispo Claret aceptó el nombramiento regio, pero entre sus condiciones estaba la de no vivir en Palacio, por lo que se le asignó la Parroquia de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, en La Granja de San Ildefonso, en Segovia, lugar de retiro de los monarcas españoles.
Fue precisamente en esta Iglesia del Rosario, en sus coloquios íntimos con el Señor en el Sagrario, que Dios le manifestó una gracia especialísima que el mismo Santo recogió por escrito:
“El día 26 de Agosto de 1861, hallándome en oración en la iglesia del Rosario de La Granja, a las siete de la tarde, el Señor me concedió la gracia grande de la conservación de las especies sacramentales, y tener siempre día y noche el Santísimo Sacramento en mi pecho (1). Desde entonces debía estar con mucho más devoción y recogimiento interior. También tenía que orar y hacer frente a todos los males de España, como así me lo manifestaba el Señor en otras oraciones.”
Años más tarde, en 1865, el Padre Claret se hallaba rezando ante su imagen predilecta, el Cristo del Perdón, cuando tuvo una revelación que le aconsejó abandonar la Corte Española, cuestión que no demoró en resolver seguro de que era esa la Voluntad de Dios. Con los años, los Padres Claretianos (Hijos del Corazón de María, fundados por el Padre Claret) colocarían en la misma Iglesia del Rosario un precioso azulejo que cuenta ambos acontecimientos.
NOTA:
1) La conservación de las Especies Sacramentales es una gracia mística de las más especiales y particulares, ya que han sido muy pocas las almas que tuvieron la dicha de conservar la Sagrada Forma de una Comunión a otra, convirtiéndose así en Sagrarios vivientes. Santa Teresita de Lisieux deseó esta gracia sobrenatural -aunque nunca se constató que la alcanzara- y así lo manifestó en su "Ofrenda al Amor Misericordioso": "Siento en mi corazón deseos inmensos y te pido, confiadamente, que vengas a tomar posesión de mi alma. ¡Ay!, no puedo recibir la Sagrada Comunión con la frecuencia que deseo pero, Señor, ¿no eres Tú Todopoderoso…? Quédate en mí como en el Sagrario, no te alejes nunca de Tu pequeña hostia…".
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