sábado, 11 de octubre de 2014

VISITA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA




¡Oh Corazón de María, Madre de Dios y Madre nuestra; Corazón amabilísimo, 
objeto de las complacencias de la adorable Trinidad y digno de toda la veneración y ternura de los Ángeles y de los hombres; Corazón el más semejante al de Jesús, 
del cual sois la más perfecta imagen; Corazón lleno de bondad y que tanto os compadecéis
 de nuestras miserias, dignaos derretir el hielo de nuestros corazones, y haced que vuelvan a conformarse con el Corazón del Divino Salvador. 

Infundid en ellas el amor de vuestras virtudes; inflamadlos con aquel dichoso fuego en que Vos estáis ardiendo sin cesar. Encerrad en vuestro seno la Santa Iglesia; custodiadla, sed siempre su dulce asilo y su inexpugnable torre contra toda incursión de sus enemigos. Sed nuestro camino para dirigirnos a Jesús, y el conducto por el cual recibamos todas las gracias necesarias para nuestra salvación. 

Sed nuestro socorro en las necesidades, nuestra fortaleza en las tentaciones, nuestro refugio en las persecuciones, nuestra ayuda en todos los peligros; pero especialmente en los últimos combates de nuestra vida, a la hora de la muerte, cuando todo el infierno se desencadenará contra nosotros para arrebatar nuestras almas, en aquel formidable momento, en aquel punto terrible del cual depende nuestra eternidad. ¡Ah! Virgen piadosísima, hacednos sentir entonces la dulzura de vuestro maternal Corazón, y la fuerza de vuestro poder para con el de Jesús, abriéndonos en la misma fuente de la misericordia un refugio seguro, en donde podamos reunirnos para bendecirle con Vos en el paraíso por todos los siglos. Amén.

JACULATORIA 

Sea por siempre y en todas partes conocido, alabado, bendecido, amado, servido y glorificado el Divinísimo Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María. Así sea.


(Tomado de "CAMINO RECTO Y SEGURO PARA LLEGAR AL CIELO", 
escrito por San Antonio María Claret, Misionero de las Islas Canarias)

miércoles, 24 de septiembre de 2014

NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED, VIRGEN DE MISERICORDIA




      El Padre Gaver, en el 1400, relata como Nuestra Señora se aparece a San Pedro Nolasco en el año 1218 y le revela su deseo de ser Liberadora a través de una orden dedicada a socorrer a los cristianos cautivos en tierras infieles.

      Ante la visión de la Virgen Santísima, San Pedro Nolasco, confundido por tal gracia, le pregunta:


   ¿Quién eres tú, que a mí, un indigno siervo, pides que realice obra tan difícil, de tan gran caridad, que es grata Dios y meritoria para mi?
 

      Nuestra Señora le responde:

   Yo soy María, aquella en cuyo vientre asumió la carne el Hijo de Dios, tomándola de mi sangre purísima, para reconciliación del género humano. Soy aquella a la que dijo Simeón. cuando ofrecí mi Hijo en el templo: "Mira que éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel; ha sido puesto como signo de contradicción: y a ti misma una espada vendrá a atravesarte por el alma".
 

   ¡Oh Virgen María - prosiguió el Santo- Madre de Gracia, Madre de Misericordia! ¿Quién podrá creer  (que tú me mandas)? 
   No dudes en nada, -sentenció Nuestra Señora- porque es voluntad de Dios que se funde una orden de ese tipo en honor mío; será una orden cuyos hermanos y profesos, a imitación de mi hijo Jesucristo, estarán puestos para ruina y redención de muchos en Israel (es decir, entre los cristianos) y serán signo de contradicción para muchos."


      Para llevar a cabo esta misión, el 10 de agosto de 1218, San Pedro Nolasco fundó en Barcelona la Orden de la Virgen María de la Merced de la redención de los cautivos, con la participación del Rey Jaime de Aragón y ante el Obispo de la ciudad, Berenguer de Palou. 

      Por la confirmación del Papa Gregorio IX aprobó la Orden el 17 de enero de 1235; la ratificó en la práctica de la Regla de San Agustín; le dio carácter universal incorporándola plenamente a su vida y sancionó su obra como misión en el pueblo de Dios.”


lunes, 15 de septiembre de 2014

LOS SIETE DOLORES DE MARÍA NUESTRA SEÑORA

      
        En el transcurso de una de las múltiples revelaciones con las que fue bendecida Santa Brígida de Suecia, la Santísima Virgen le comunicó, con respecto a Sus Dolores, lo siguiente:

Miro ahora a todos los que viven en el mundo por ver si hay quien
 se compadezca de mí y medite en mi dolor; mas hallo poquísimos 
que piensen en mi tribulación y padecimientos. 
Y así tú, hija, no me olvides, aunque soy olvidada y menospreciada
 por muchos, mira mi dolor e imítame en lo que pudieres. 
Considera mis angustias y lágrimas,
 y duélete de que sean pocos los amigos de Dios



¿CÓMO PODEMOS CONSOLAR A NUESTRA SEÑORA?

       Muy fácil: basta con tomar apenas diez minutos cada día. Leer y meditar de en uno en uno los Siete Dolores de la Virgen Santa, desde la Profecía del anciano Simeón hasta aquél momento de dolor inenarrable como fue el de Nuestra Señora cuando vio a s Hijo muerto, colocado en el sepulcro. Creo que por mucho que meditemos, jamás lograremos adentrarnos por completo en el drama de la María Santísima.

       Si a la meditación de los Siete Dolores, le añadimos la recitación lenta de un Avemaría después del enunciado de cada uno de Sus Dolores, tengamos por serguro que estamos ofreciendo una óptima reparación a la que es Medianera de todas las gracias entre Dios y los hombres.

       Para los más piadosos y amantes de Nuestra Señora, les recomiendo conseguir el Rosario de los Siete Dolores; se compone de siete grupos, con siete cuentas por grupo, para así mejor honrar los Dolores padecidos por la Siempre Virgen María.


PROMESAS DE NUESTRA SEÑORA A LOS DEVOTOS 
Y PROPAGADORES DE LA DEVOCIÓN 
A SUS SIETE DOLORES 

       Nuestra Madre, es tan Bondadosa que no sólo nos pide que nos entreguemos a Ella mediante la meditación de Sus Dolores, sino que además, nos regala singulares gracias a los que le seamos fieles Esclavos y Apóstoles; Nuestra Señora apenas nos pide un poco de nuestro tiempo para consolarla y admitir así, que este mundo, sin Dios, sin Ella, es semejante a un barco sin timón...y a cambio, Ella, la Gran Madre, promete Siete Gracias a los que con devoción practiquen Y DIVULGUEN  esta necesaria devoción. De especial mención me parece que es la número seis, donde Nuestra Señora promete SU ASISTENCIA VISIBLE en nuestra agonía; acaso, ¿habrá mayór consuelo en esta vida que abandonarla acompañado de la que siempre vela por nosotros?.


SIETE GRACIAS QUE PUEDEN ADQUIRIR 
LOS DEVOTOS DE LOS SIETE DOLORES 

  
-   Les concederé paz a sus familias.
 
-   Serán iluminados sobre los Divinos Misterios.
 
3ª-   Los consolaré en sus dolores y los acompañaré en su trabajo.
 
4ª-   Les concederé todo lo que me pidan siempre y cuando esto no se oponga a la adorable voluntad de Mi Divino Hijo o a la santificación de sus almas.
 
5ª-   Los defenderé en sus batallas espirituales con el enemigo infernal y los protegeré en cada instante de su vida.
 
6ª-   Los ayudaré visiblemente en la hora de su muerte; verán la cara de Su Madre.
 
7ª-   He obtenido de mi Divino Hijo, que todos aquellos que propagan esta devoción a mis lágrimas y dolores, serán llevados directamente de esta vida terrenal a la eterna felicidad ya que todos sus pecados serán perdonados y mi Hijo y Yo seremos su eterno consuelo y alegría.



INDULGENCIAS QUE PODEMOS OBTENER EN BENEFICIO
 DE LAS ALMAS DEL PURGATORIO

       El Papa Clemente XII, concedió en 1734, una Indulgencia Plenaria y remisión de todos los pecados a quienes recen la Corona diariamente por un mes continuo y luego confesado y comulgado, rogase por la Santa Iglesia; al que verdaderamente arrepentido y confesado, o al menos con firme propósito de confesarse, rezare esta Corona, por cada vez 100 años de indulgencia.

domingo, 14 de septiembre de 2014

EN LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ


 Nosotros debemos gloriarnos en
 la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, 
en quien está nuestra salud, 
nuestra vida y nuestra resurrección, 
y por quien hemos sido salvados y redimidos

( Gálatas 6, 14 )

      
      La libertad otorgada a la Santa Iglesia por el Emperador Constantino tras la Victoria del Puente Milvio, fue una verdadera exaltación de la Santa Cruz, lo mismo que el hallazgo del Sagrado Madero por Santa Elena. Sin embargo, la Iglesia recuerda también otro hecho .

      El Rey de Persia, Cosroe, declara la guerra al Imperio Romano de Oriente ( Imperio Bizantino con sede en Constantinopla ) en el año 604. El Senado de la ciudad nombra Emperador a Heraclio, que de entrada busca la paz con los enemigos. Así, el general Ramiozán, de las huestes del rey persa, se apodera de la Ciudad Santa, Jerusalén, comete el sacrilegio de destruir el Santo Sepulcro y roba impunemente el trozo de la Verdadera Cruz de Nuestro Señor que Santa Elena había guardado en un relicario de plata.

      De los testimonios de aquél sacrílego acto de tomar Jerusalén, se dice que "De los prisioneros cristianos que quedaron en poder de los vencedores, unos fueron entregados al furor de los judíos, que los sacrificaron cruelmente, y otros fueron conducidos a Persia en unión del botín y de la Santa Reliquia. Entre los prisioneros se halaba el Patriarca de Jerusalén, Zacarías."

      La noticia conmociona a la Cristiandad, que rápidamente crea un ejército -a modo de Cruzada- para liberar a los hermanos cautivos, al Patriarca y sobre todo, la Sagrada Reliquia de la Cruz de Nuestro Señor. El valiente y creyente ejército se adentró en Persia, tomando las ciudades de Gauzak (donde los persas tenían un templo dedicado al sol ), Derkeveh, Urma, Saro...


      El mismo Emperador Heraclio cruza las filas de sus tropas crucifijo en mano, prometiendo a los soldados la victoria sobre los enemigos de Dios y de la Iglesia Católica; promesa que Dios tuvo a bien cumplir, ya que la derrota persa fue completa. Incluso los aliados del rey persa asesinaron a éste, que se negaba a negociar la paz, y pusieron a su hijo en su lugar, el cual capituló y devolvió las ciudades tomadas antes de la guerra, así como liberó a los cristianos cautivos y devolllvió la Sagrada Reliquia de la Cruz.

      Cuando el Emperador Heraclio regresó a Constantinopla con la Santa Cruz, la ciudad la recibió con un júbilo sin parangón. De esa alegría sin par que llenó el alma de miles y miles de cristianos que adoraron la Preciosa Reliquia, quedó establaecida la celebración de la Exaltación de la Santa Cruz.

      A pesar de lo mucho que había costado recuperarla, Heraclio quiso devolverla a Jerusalén y lo quiso hacer él mismo. Así, otra vez en la Ciudad Santa, decidió cargarla personalmente hasta el Monte Calvario y claro está, para ceremonia tan importante, quiso lucir sus mejores galas. Sin embargo, cuando se disponía a ascender camino del monte donde Nuestro Señor fue crucificado, sus pies quedaron inmóviles, siéndole imposible dar un paso. 

      El Patriarca, le recordó entonces que Cristo había subido al Calvario pobre, con apenas unos arapos y escarnecido por sus enemigos. El Emperador entendió y sin vacilar, se desprendió de sus galas y su corona, cargó de nuevo con la Santa Cruz y esta vez sí pudo ascender hasta llegar al lugar bendito de la Redención, donde el Patriarca de Jerusalén impartió la bendición la Sagrada Reliquia de la Cruz.


viernes, 12 de septiembre de 2014

EL SANTÍSIMO NOMBRE DE MARÍA NUESTRA SEÑORA



Beáta víscera Maríae Virginis
quae portavérunt Aeterni Patris Filium


 

      Así como después de Navidad se celebra la Fiesta del Santo Nombre de Jesús, después de celebrar la Natividad de Nuestra Señora, es muy conveniente que honremos ahora el Santísimo Nombre de María, que parece significar "la Amada de Dios", tanto por su destino como Madre del Altísimo como por sus grandes y perfectas virtudes.

      Se autorizó la celebración de esta Fiesta en 1513, en la ciudad española de Cuenca; desde ahí se extendió por toda España y en 1683, el Papa Inocencio XI la admitió en la iglesia de occidente como una acción de gracias por el levantamiento del sitio a Viena y la derrota de los turcos por las fuerzas de Juan Sobieski, Rey de Polonia.




SAN ALFONSO MARÍA LIGORIO NOS HABLA 
DEL SANTO NOMBRE DE MARIA NUESTRA SEÑORA

   Dice el abad Francón que, después del Sagrado Nombre de Jesús, el Nombre de María es tan rico de bienes, que ni en la tierra ni en el cielo resuena ningún nombre del que las almas devotas reciban tanta gracia de esperanza y de dulzura. El Nombre de María –prosigue diciendo– contiene en sí un no sé qué de admirable, de dulce y de divino, que cuando es conveniente para los corazones que lo aman, produce en ellos un aroma de santa suavidad. Y la maravilla de este nombre –concluye el mismo autor– consiste en que aunque lo oigan mil veces los que aman a María, siempre les suena como nuevo, experimentando siempre la misma dulzura al oírlo pronunciar.

   Hablando también de esta dulzura el B. Enrique Susón, decía que nombrando a María, sentía elevarse su confianza e inflamarse en amor con tanta dicha, que entre el gozo y las lágrimas, mientras pronunciaba el nombre amado, sentía como si se le fuera a salir del pecho el corazón; y decía que este nombre se le derretía en el alma como panal de miel. Por eso exclamaba: “¡Oh nombre suavísimo! Oh María ¿cómo serás tú misma si tu solo nombre es amable y gracioso!”.

   Contemplando a su Buena Madre el enamorado San Bernardo le dice con ternura: “¡Oh excelsa, oh piadosa, oh digna de toda alabanza Santísima Virgen María, tu nombre es tan dulce y amable, que no se puede nombrar sin que el que lo nombra no se inflame de amor a ti y a Dios; y sólo con pensar en él, los que te aman se sienten más consolados y más inflamados en ansias de amarte”. Dice Ricardo de San Lorenzo: “Si las riquezas consuelan a los pobres porque les sacan de la miseria, cuánto más tu nombre, oh María, mucho mejor que las riquezas de la tierra, nos alivia de las tristezas de la vida presente”.

   Tu nombre, oh Madre de Dios –como dice San Metodio– está lleno de gracias y de bendiciones divinas. De modo que –como dice San Buenaventura– no se puede pronunciar Tu nombre sin que aporte alguna gracia al que devotamente lo invoca.


miércoles, 10 de septiembre de 2014

SAN NICOLÁS DE TOLENTINO, PATRÓN DEL PURGATORIO


       San Nicolás de Tolentino nació en San Angelo, pueblo que queda cerca de Fermo, en la Marca de Ancona, hacia el año 1245. Sus padres, muy pobres pero sumamente cristianos, lo bautizaron con ese nombre en honor a San Nicolás de Bari, al que se había encomendado la madre para quedarse embarazada. Desde niño fue un alma mortificada, que ayunaba tres veces por semana a base de pan y agua, que en no pocas ocasiones compartía con los pobres, por los que sentía especial afecto.

      Siendo muy joven, San Nicolás fue escogido para el cargo de canónigo en la Iglesia de Nuestro Salvador. Esta ocupación iba en extremo de acuerdo con su inclinación de ocuparse en el servicio a Dios. No obstante, el santo aspiraba a un estado que le permitiera consagrar directamente todo su tiempo y sus pensamientos a Dios, sin interrupciones ni distracciones.

      Con estos deseos de entregarse por entero a Dios, escuchó en cierta ocasión un sermón, de un fraile o ermitaño de la orden de San Agustín, sobre la vanidad del mundo, el cual lo hizo decidirse a renunciar al mundo de manera absoluta e ingresar en la orden de aquel santo predicador. Esto lo hizo sin pérdida de tiempo, entrando como religioso en el convento del pequeño pueblo de Tolentino.




      Nicolás hizo su noviciado bajo la dirección del mismo predicador e hizo su profesión religiosa antes de haber cumplido los 18 años de edad. Lo enviaron a varios conventos de su orden en Recanati, Macerata y otros. En todos tuvo mucho éxito en su misión. En 1271 fue ordenado sacerdote por el obispo de Osimo en el Convento de Cingole

      Su aspecto en el altar era angelical. Las personas devotas se esmeraban por asistir a su Misa todos los días, pues notaban que era un sacrificio ofrecido por las manos de un Santo. Nicolás parecía disfrutar de una especie de anticipación de los deleites del Cielo, debido a las comunicaciones secretas que se suscitaban entre su alma tan pura y Dios en la contemplación, en particular cuando acababa de estar en el altar o en el confesionario.

      Durante los últimos treinta años de su vida, Nicolás vivió en Tolentino y su celo por la salvación de las almas produjo abundantes frutos. Predicaba en las calles casi todos los días y sus sermones iban acompañados de grandiosas conversiones. Solía administrar los sacramentos en los ancianatos, hospitales y prisiones; pasaba largas horas en el confesionario. Sus exhortaciones, ya fueran mientras confesaba o cuando daba el catecismo, llegaban siempre al corazón y dejando huellas que perduraban para siempre en quienes lo oían.

      También, con el poder del Señor, realizó innumerables milagros, en los que les pedía a los recipientes: "No digan nada sobre esto. Denle las gracias a Dios, no a mí." Los fieles estaban impresionados de ver sus poderes de persuasión y su espiritualidad tan elevada por lo que tenían gran confianza en su intercesión para aliviar los sufrimientos de las almas en el purgatorio. Esta confianza se confirmó muchos años después de su muerte cuando fue nombrado el "Patrón de las Santas Almas".

      Hacia los últimos años de su vida, cuando estaba pasando por una enfermedad prolongada, sus superiores le ordenaron que tomara alimentos más fuertes que las pequeñas raciones que acostumbraba ingerir, pero sin éxito, ya que, a pesar de que el santo obedeció, su salud continuó igual. Una noche se le apareció la Virgen María, le dio instrucciones de que pidiera un trozo de pan, lo mojara en agua y luego se lo comiera, prometiéndole que se curaría por su obediencia. Como gesto de gratitud por su inmediata recuperación, Nicolás comenzó a bendecir trozos de pan similares y a distribuirlos entre los enfermos. Esta práctica produjo favores numerosos y grandes  sanaciones.

      En conmemoración de estos milagros, el Santuario del Santo conserva una distribución mundial de los "Panes de San Nicolás" que son bendecidos y continúan concediendo favores y gracias.

      La última enfermedad del santo duró un año, al cabo de la cual murió el 10 de septiembre de 1305. Su fiesta litúrgica se conmemora el mismo día. Nicolás fue enterrado en la iglesia de su convento en Tolentino, en una capilla en la que solía celebrar la Santa Misa.

      A los cuarenta años de su muerte, su cuerpo fue hallado incorrupto y fue expuesto a los fieles. Durante esta exhibición los brazos del santo fueron removidos, y así se inició una serie de extraordinarios derramamientos de sangre que fueron presenciados y documentados.




      El santuario no tiene pruebas documentadas respecto a la identidad del individuo que le amputó los brazos al santo, aunque la leyenda se ha apropiado del reporte de que un monje alemán, Teodoro, fue quien lo hizo; pretendiendo llevárselos como reliquias a su país natal. Sin embargo, sí se sabe con certeza que un flujo de sangre fue la señal del hecho y fue lo que provocó su captura. Un siglo después, durante el reconocimiento de las reliquias, encontraron los huesos del santo, pero los brazos amputados se hallaban completamente intactos y empapados en sangre. Estos fueron colocados en hermosas cajas de plata, cada uno se componía de un antebrazo y una mano.

      Nicolás de Tolentino fue canonizado por el Papa Eugenio IV, en el año 1446. Hacia finales del mismo siglo XV, hubo un derramamiento de sangre fresca de los brazos, evento que se repitió veinte veces; el más célebre ocurrió en 1699, cuando el flujo empezó el 29 de Mayo y continuó hasta el 1 de Septiembre. El monasterio agustino y los archivos del Obispo de Camerino (Macerata) poseen muchos documentos en referencia a estos sangramientos.

      San Nicolas fue uno de los santos (junto a San Juan Bautista y San Agustín), que vinieron del cielo para llevar a Sta. Rita al convento. Ella también fue de la orden agustina.



lunes, 11 de agosto de 2014

ESTAMOS EN FACEBOOK



   A todos nuestros amigos lectores, les animamos a seguirnos en nuestra página de Facebook, que es donde más actividad tenemos. Esperamos volver con la actividad propia del blog pasado el mes de Septiembre.

                   OBLATOS DEL BUEN PASTOR, ISLA DE GRAN CANARIA, ESPAÑA

martes, 5 de agosto de 2014

NUESTRA SEÑORA DE LAS NIEVES




ORÍGENES DE LA DEVOCIÓN

      Una antigua tradición cuenta que en Roma vivían unos esposos ricos, de nobles familias patricias, que deseaban donar su fortuna a fin de hacer alguna obra buena en favor de la religión cristiana. En la noche del 5 de agosto del año 358, escucharon en sueños una voz que les decía: “Acudan mañana al Monte Esquilino y en el sitio donde haya nieve, allí deben levantar un templo a la Santísima Virgen”.

      Al día siguiente acudieron al lugar señalado, situado en una de las siete colinas de Roma, y encontraron, con gran sorpresa, una franja de terreno cubierta de nieve en pleno verano. Con el apoyo del Papa Liberio, se empezó a construir el templo dedicado a Nuestra Señora, conocido más tarde como Basílica Liberiana, siendo el primer templo dedicado a la Madre de Dios y puesta bajo el título de Nuestra Señora de las Nieves. Con el tiempo, el templo se fue deteriorando, pero para mantener  aquél bendito lugar dedicado a la Virgen, se construyó otro templo en el año 434, ocupando en la actualidad ese milagroso lugar la Basílica de Santa María la Mayor, que es una de las cuatro basílicas mayores de Roma y una de las cinco patriarcales asociadas con la Pentarquía: San Juan de Letrán, San Lorenzo Extramuros, San Pedro, San Pablo extramuros y la citada.



PATRONA DE LA ISLA DE LA PALMA
(Archipiélago Canario, España)


      La presencia de Nuestra Señora de Las Nieves en La Palma está envuelta en la leyenda. La Bula del Papa Martino V, fechada en Roma el 20 de noviembre de 1423, hace mención a “Santa María de la Palma” y su llegada a la Isla se asienta sobre las hipótesis de algunos cronistas, que se refieren a viajes de frailes irlandeses o navegantes del Mediterráneo, misiones del Obispado de Telde o incursiones de los normandos asentados en las islas orientales desde comienzos del siglo XV.


      Otros autores atribuyen la llegada de la imagen a Francisca de Gazmira, la mujer aborigen conversa que pactó la rendición de los haouarythas, los antiguos pobladores de La Palma y al propio adelantado Alonso Fernández de Lugo, propietario del reparto de las tierras de Agaete, donde entronizó una imagen de Santa María de las Nieves.

      En 1676, La Palma sufría “el invierno más seco de la década”, según el relato del visitador Juan Pinto de Guisla, beneficiado de El Salvador, situación que había llevado el hambre, la desolación y la muerte a la capital y a los campos de la isla.

      Esta situación de penuria coincidió con la segunda visita pastoral del Obispo de Canarias, Bartolomé García Jiménez (1618-1690). El Prelado, promovido a la Silla de Canarias en mayo de 1665 por el Papa Alejandro VII, visitó La Palma por primera vez en 1666 y volvió a finales de 1675. En aquella ocasión fue informado por los regidores del Antiguo Régimen y por los sacerdotes Melchor Brier y Juan Pinto de Guisla, "de la especial devoción que hay en esta isla con la Santa Imagen de Nuestra Señora de las Nieves, Patrona de toda ella, de cuyo patrocinio se vale en todas sus necesidades”, por lo que dispuso que se trajese a la iglesia parroquial de El Salvador, “para que, colocada en ella, en trono decente”, se celebrase la octava “con mayor solemnidad y asistencia del pueblo”.

FIESTAS LUSTRALES DE NUESTRA SEÑORA DE LAS NIEVES

      “...habiendo reconocido la decencia del culto y veneración con que se celebró dicha octava y la devoción y concurrencia del pueblo a su celebración, así por las mañanas a la misa, como a prima noche después de la oración a rezar el nombre y tercio y pláticas que hacía todas las noches, juzgó por conveniente que dicha Santa Imagen de Nuestra Señora de las Nieves se traiga a esta ciudad, a la Iglesia parroquial, cada cinco años”, hermosa tradición que se ha conservado hasta nuestros días.


Tradicional "Bajada de la Virgen de las Nieves", seguida por incontables
devotos que confían sus necesidades y anhelos en la Milagrosa Señora

      El acto más representativo de sus fiestas es la Bajada de la Virgen, que se celebra periódicamente cada cinco años desde 1680. Los romeros, ataviados con vistosos trajes regionales, parten del Santuario del Monte camino de la capital cargados con las 42 piezas de plata que componen el trono de la Virgen. 



EL VOLCÁN SOFOCADO POR LA VIRGEN

Existe un documento de especial interés y que se refiere a la erupción del volcán de San Antonio, ocurrida en 1677. La versión corresponde al visitador Juan Pinto de Guisla, venerable beneficiado de la parroquia de El Salvador y visitador general de La Palma, testigo presencial, según parece, del acontecimiento y que se expresa en los siguientes términos:

      “Ha padecido esta isla diversas veces la calamidad de estos volcanes, en la parte que mira al sur, o mediodía, como se reconoce por la tierra quemada reducida a riscos que llaman “mal país”, en que convierte la materia que arroja de sí, y aún está muy viva la memoria del último que reventó por principio del mes de Octubre del año 1646, que duró hasta 18 de Diciembre del mismo año, en que se celebra la fiesta de la Expectación de Ntra. Señora, día en que amaneció de nieve la boca del volcán, con universal aclamación de milagro de Ntra. Señora de las Nieves, cuya Santa Imagen se venera como Patrona de esta isla y a cuyo patrocinio se recurre en sus mayores aflicciones y necesidades, como se recurrió en aquélla trayéndola a la Parroquia de esta ciudad, donde estaba colocada cuando cesó el volcán, y se cubrió de nieve”.











lunes, 4 de agosto de 2014

SANTO DOMINGO DE GUZMÁN





   Nació en Caleruega (Burgos) en 1170, en el seno de una familia profundamente creyente y muy encumbrada. Sus padres, don Félix de Guzmán y doña Juana de Aza, parientes de reyes castellanos y de León, Aragón, Navarra y Portugal, descendían de los condes-fundadores de Castilla. Tuvo dos hermanos, Antonio y Manés.

   De los siete a los catorce años (1177-1184), bajo la preceptoría de su tío el Arcipreste don Gonzalo de Aza, recibió esmerada formación moral y cultural. En este tiempo, transcurrido en su mayor parte en Gumiel de Izán (Burgos), despertó su vocación hacia el estado eclesiástico.

   De los catorce a los veintiocho (1184-1198), vivió en Palencia: seis cursos estudiando Artes (Humanidades superiores y Filosofía); cuatro, Teología; y otros cuatro como profesor del Estudio General de Palencia.

   Al terminar la carrera de Artes en 1190, recibida la tonsura, se hizo Canónigo Regular en la Catedral de Osma. Fue en el año 1191, ya en Palencia, cuando en un rasgo de caridad heroica vende sus libros, para aliviar a los pobres del hambre que asolaba España.

   Al concluir la Teología en 1194, se ordenó sacerdote y es nombrado Regente de la Cátedra de Sagrada Escritura en el Estudio de Palencia.

   Al finalizar sus cuatro cursos de docencia y Magisterio universitario, con veintiocho años de edad, se recogió en su Cabildo, en el que enseguida, por sus relevantes cualidades intelectuales y morales, el Obispo le encomienda la presidencia de la comunidad de canónigos y del gobierno de la diócesis en calidad de Vicario General de la misma.

   En 1205, por encargo del Rey Alfonso VIII de Castilla, acompaña al Obispo de Osma, Diego, como embajador extraordinario para concertar en la corte danesa las bodas del príncipe Fernando. Con este motivo, tuvo que hacer nuevos viajes, siempre acompañando al obispo Diego a Dinamarca y a Roma, decidiéndose durante ellos su destino y clarificándose definitivamente su ya antigua vocación misionera. En sus idas y venidas a través de Francia, conoció los estragos que en las almas producía la herejía albigense. De acuerdo con el Papa Inocencio III, en 1206, al terminar las embajadas, se estableció en el Langüedoc como predicador de la verdad entre los cátaros. Rehúsa a los obispados de Conserans, Béziers y Comminges, para los que había sido elegido canónicamente.

   En 1208, Nuestra Señora se le aparece y le enseña a rezar el Santo Rosario, compuesto por 150 Avemarías, número similar a los Salmos de las Sagradas Escrituras; la Virgen aseguró a Santo Domingo que el Rosario es la mejor arma contra los enemigos de la Fe.

   Para remediar los males que la ignorancia religiosa producía en la sociedad, en 1215 establece en Tolosa la primera casa de su Orden de Predicadores, cedida a Domingo por Pedro Sella, quien con Tomás de Tolosa se asocia a su obra.


   En septiembre del mismo año, llega de nuevo a Roma en segundo viaje, acompañando del Obispo de Tolosa, Fulco, para asistir al Concilio de Letrán y solicitar del Papa la aprobación de su Orden, como organización religiosa de Canónigos regulares. De regreso de Roma elige con sus compañeros la Regla de San Agustín para su Orden y en septiembre de 1216, vuelve en tercer viaje a Roma, llevando consigo la Regla de San Agustín y un primer proyecto de Constituciones para su Orden. El 22 de Diciembre de 1216 recibe del Papa Honorio III la Bula “Religiosam Vitam” por la que confirma la Orden de Frailes Predicadores.

   Al año siguiente retorna a Francia y en el mes de Agosto dispersa a sus frailes, enviando cuatro a España y tres a París, decidiendo marchar él a Roma. Allí se manifiesta su poder taumatúrgico con numerosos milagros y se acrecienta de modo extraordinario el número de sus frailes. Meses después enviará los primeros Frailes a Bolonia.

   Habrá que esperar hasta finales de 1218 para ver de nuevo a Domingo en España donde visitará Segovia, Madrid y Guadalajara.

   Por mandato del Papa Honorio III, en un quinto viaje a Roma, reúne en el convento de San Sixto a las monjas dispersas por los distintos monasterios de Roma, para obtener para los Frailes el convento y la Iglesia de Santa Sabina.

   En la Fiesta de Pentecostés de 1220 asiste al primer Capítulo General de la Orden, celebrado en Bolonia. En él se redactan la segunda parte de las Constituciones. Un año después, en el siguiente Capítulo celebrado también en Bolonia, acordará la creación de ocho Provincias.

   Con su Orden perfectamente estructurada y más de sesenta comunidades en funcionamiento, agotado físicamente, tras breve enfermedad, murió el 6 de agosto de 1221, a los cincuenta y un años de edad, en el convento de Bolonia, donde sus restos permanecen sepultados. En 1234, su gran amigo y admirador, el Papa Gregorio IX, lo canonizó.



LAS QUINCE PROMESAS
DE LA VIRGEN MARÍA
A QUIENES RECEN EL ROSARIO

1.- El que me sirva, rezando diariamente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.

2.- Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario.

3.- El Rosario será un fortísimo escudo de defensa contra el infierno, destruirá los vicios, librará de los pecados y exterminará las herejías.

4.- El Rosario hará germinar las virtudes y también hará que sus devotos obtengan la misericordia divina; sustituirá en el corazón de los hombres el amor del mundo al amor por Dios y los elevará a desear las cosas celestiales y eternas. ¡Cuántas almas por este medio se santificarán!.

5.- El alma que se encomiende por el Rosario no perecerá.

6.- El que con devoción rezare mi Rosario, considerando misterios, no se verá oprimido por la desgracia, ni morirá muerte desgraciada; se convertirá, si es pecador; perseverará en la gracias, si es justo, y en todo caso será admitido a la vida eterna.

7.- Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin auxilios de la Iglesia.

8.- Quiero que todos los devotos de mi Rosario tenga en vida y en muerte la luz y la plenitud de la gracia, y sean partícipes de los méritos de los bienaventurados.

9.- Libraré pronto del purgatorio a las almas devotas del Rosario.

10.- Los hijos verdaderos de mi Rosario gozarán en el cielo una gloria singular.

11.- Todo lo que se me pidiere por medio del Rosario se alcanzará prontamente.

12.- Socorreré en todas sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.

13.- Todos los que recen el Rosario tendrán por hermanos en la vida y en la muerte a los bienaventurados del cielo.

14.- Los que rezan mi Rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi Unigénito Jesús.

15.- La devoción al santo Rosario es una señal manifiesta de predestinación a la gloria.


La tradición atribuye al beato Alan de la Roche (1428 aprox. - 1475) de la orden de los dominicos el origen de estas promesas hechas por la virgen María. Es mérito suyo el haber restablecido la devoción al santo rosario enseñada por Santo Domingo apenas un siglo antes y olvidada tras su muerte. 

sábado, 2 de agosto de 2014

LA INDULGENCIA DE LA PORCIÚNCULA



Florecillas de Nuestro Seráfico Padre 
San Francisco de Asís

Capítulo IX

Cómo obtuvo San Francisco la Indulgencia de la Porciúncula. 
Relato de O. Englebert.

      Un día del verano de 1216, el Pobrecillo de Asís partió para Perusa, acompañado del hermano Maseo.

      La noche anterior, escribe Bartholi, Cristo y su Madre, rodeados de espíritus celestiales, se le habían aparecido en la capilla de Santa María de los Ángeles:

   -- Francisco -le dijo el Señor-pídeme lo que quieras para gloria de Dios y salvación de los hombres.

   -- Señor -respondió el Santo-, os ruego por intercesión de la Virgen aquí presente, abogada del género humano, concedáis una indulgencia a cuantos visitaren esta iglesia.

          La Virgen se inclinó ante su Hijo en señal de que apoyaba el ruego, el cual fue oído. Jesucristo ordenó luego a Francisco se dirigiese a Perusa, para obtener allí del Papa el favor deseado.

          Ya en presencia de Honorio III, Francisco le habló así:

      -- Poco ha que reparé para Vuestra Santidad una iglesia dedicada a la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios. Ahora vengo a solicitar en beneficio de quienes la visitaren en el aniversario de su dedicación, una indulgencia que puedan ganar sin necesidad de abonar ofrenda alguna.

      -- Quien pide una indulgencia -observó el Papa-, conviene que algo ofrezca para merecerla... ¿Y de cuántos años ha de ser ésa que pides? ¿De un año?... ¿De tres?...

      -- ¿Qué son tres años, Santísimo Padre?
      -- ¿Quieres seis años?... ¿Hasta siete?

      -- No quiero años, sino almas.
      -- ¿Almas?... ¿Qué quieres decir con eso?

      -- Quiero decir que cuantos visitaren aquella iglesia, confesados y absueltos, queden libres de toda culpa y pena incurridas por sus pecados.
      -- Es excesivo lo que pides, y muy contrario a las usanzas de la Curia romana.

      -- Por eso, Santísimo Padre, no lo pido por impulso propio, sino de parte de Nuestro Señor Jesucristo.
      -- ¡Pues bien, concedido! En el nombre del Señor, hágase conforme a tu deseo.


          Al oír eso, los cardenales presentes rogaron al Papa que revocara tal concesión, representándole que la misma desvaloraría las indulgencias de Tierra Santa y de Roma, que en adelante serían tenidas en nada. Mas el Papa se negó a retractarse. Le instaron sus consejeros que al menos restringiera todo lo posible tan desacostumbrado favor. Dirigiéndose entonces a Francisco, Honorio le dijo:


      -- La indulgencia otorgada es valedera a perpetuidad, pero sólo una vez al año, es decir, 
desde las primeras vísperas del día de la dedicación
 de la iglesia hasta las del día siguiente.

          Ansioso de despedirse, Francisco inclinó reverente la cabeza y ya se marchaba, cuando el Pontífice lo llamó diciendo:

      -- Pero, simplote, ¿así te vas sin el diploma?

      -- Me basta vuestra palabra, Santísimo Padre. Si Dios quiere esta indulgencia, Él mismo ya lo manifestará si fuere necesario; que, por lo que me toca, la Virgen María es mi diploma, Cristo es mi notario y los santos Ángeles son mis testigos.

          Y con el hermano Maseo se puso en camino para la Porciúncula.
Una hora habrían andado, cuando llegaron a la aldea de Colle, situada sobre una colina, a medio camino entre Asís y Perusa. Allí se durmió Francisco, rendido de fatiga; al despertar tuvo una revelación que comunicó a su compañero:

      -- Hermano Maseo -le dijo-, has de saber que lo que se me ha concedido en la tierra, acaba de ratificarse en el Cielo.

          Celebróse la dedicación de la capilla el día 2 del siguiente agosto.

          La liturgia de la fiesta, con las palabras que Salomón pronunciara en la inauguración del templo de Jerusalén (1 Re 8,27-29.43), parecía como hecha para aquella circunstancia. Desde un púlpito de madera, en presencia de los Obispos de Asís, Perusa, Todi, Spoleto, Gubbio, Nocera y Foligno, anunció Francisco a la multitud la gran noticia:

-- Quiero mandaros a todos al paraíso -exclamó-, anunciándoos la indulgencia que me ha sido otorgada por el Papa Honorio. Sabed, pues, que todos los aquí presentes, como también cuantos vinieren a orar en esta iglesia, obtendrán la remisión de todos sus pecados. Yo deseaba que esta indulgencia pudiese ganarse durante toda la octava de la dedicación, pero no lo he logrado sino para un solo día.

          Tal es, según los documentos consultados, el origen del famoso Perdón de Asís.

         En alabanza de Cristo. Amén.