San Juan Leonardi nació el año 1541, en la localidad de Diecimo, población cercana a Lucca, la pequeña república llamada en otro tiempo "religiosísima", y agitada por aquellos años por la crisis de la "reforma" protestante.
A la edad de doce años, sus padres, modestos terratenientes, le enviaron a casa del Párroco de Villa Basílica, donde adquirió una cultura elemental e inició su formación religiosa hasta los 17 años de edad. Hubiera sido tal vez ésta la ocasión para elegir el estado eclesiástico, pero el padre de Leonardo cambió por ahora el rumbo de su vida, mandándolo a Lucca a estudiar Farmacia. La profesión de farmacéutico en aquellos tiempos bordeaba los límites de la medicina y de la alquimia, de la magia y de la filosofía. En este ambiente moldeó Leonardo su recia personalidad de cristiano seglar militante, cuya característica no fue la de hechos asombrosos, aureolados de milagrosos "golpes de gracia", sino la de una progresiva ascensión hacia el ideal de santidad.
Intensifica la frecuencia de Sacramentos y la práctica de la mortificación, realiza el apostolado en el ambiente en que vive y se adhiere al grupo de piadosos seglares llamados "colombinos" para asegurar, su perseverancia, madurando así su capacidad de entrega a una intensa vida sacerdotal que había de ser su decidida vocación.
Efectivamente, después de la muerte de su padre, a pesar de que la madre le instaba para que se instalase en Diecimo, como farmacéutico, San Juan Leonardi inició sus estudios eclesiásticos. Aprobado el latín en las escuelas públicas de Pisa, aprende Lógica y Teología con el sacerdote dominico Paolino Bernardini, que por prescripción médica residía en una casa de campo perteneciente a la Orden.
El contacto directo con el maestro dominico produjo en Juan Leonardi cierta preocupación científica, que manifestó luego en los ensayos, inéditos, que escribió sobre diversos tratados teológicos. La perfección que pudiera faltar en su elemental plan de estudios era suplida por la madurez humana y espiritual que Leonardi había adquirido en sus treinta y dos años de vida seglar. En 1572 fue ordenado Sacerdote en la ciudad de Pisa.
Instalado en Lucca como capellán de la iglesia de San Giovanni dalla Magione, Juan Leonardi comienza su apostolado y su obra de proselitismo, que había de cristalizar en la fundación de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios. Característica relevante del apostolado de Leonardi es la enseñanza del Catecismo, que revela el espíritu eminentemente parroquial que había de diferenciar a su Institución.
Habiendo conocido el Obispo de Lucca su actividad catequística le encargó de realizarla en otras iglesias y parroquias de la diócesis. Para sistematizar esta actividad San Juan Leonardi escribió un Manual de Doctrina Cristiana, que estuvo durante mucho tiempo en uso en varias regiones de Italia. Queriendo asegurar la continuidad de este movimiento renovador de la enseñanza del Catecismo formó la Compañía de la Doctrina Cristiana, integrada por miembros seglares y que muy pronto había de extenderse a Siena, Pistoya, Nápoles y Roma. Los Pontífices Gregorio XIII, Clemente VIII y Paulo V concedieron a esta Compañía especiales privilegios.
En Roma, conoció y colaboró con San Ignacio de Loyola y con San Felipe Neri, e impulsó decisivamente la fundación del Instituto de Propaganda Fide. Sus estudios farmacéuticos le ayudaron a explicar cómo las enfermedades del alma no son tan diferentes de las enfermedades del cuerpo, y así como estas últimas se tratan con medicamentos cuidadosamente dosificados y medidos, las enfermedades del alma se curan mediante la Fe en Cristo.
A los dos años de actividad sacerdotal de San Juan Leonardi había formado un grupo de colaboradores parroquiales íntimos, a los que fue preparando para el Sacerdocio y con los que inicia su fundación el año 1574.
En realidad, sus proyectos de fundador no eran ambiciosos en cuanto a la organización. La pequeña comunidad de Sacerdotes surgía limitada al ámbito parroquial. El ideal de Leonardi era hacer de sus colaboradores santos Sacerdotes dedicados al Ministerio parroquial.
La nueva Congregación encontró una férrea oposición por parte de las autoridades civiles de Lucca. La pequeña república, celosa de su independencia, seguía con recelo la actividad del Santo, a quien comenzó a considerar aliado de potencias extranjeras y posible colaborador de la Inquisición. Sin ninguna responsabilidad personal, San Juan Leonardi fue tratado durante toda la vida como un enemigo irreconciliable de su patria. Tal enemistad ocasionó a los noveles religiosos una precaria situación económica, hasta tal punto que el mismo Fundador se vio obligado a pedir limosna.
Estas dificultades, sin embargo, no lo desalentaron en sus tareas apostólicas. Intensificó en su iglesia el culto al Santísimo Sacramento con la devoción de las Cuarenta Horas y organizó continuamente ejercicios de reparación y penitencia, con una técnica que se acerca mucho a ciertas "Misiones populares" de la actualidad. Los fieles recorrían de noche procesionalmente las calles de Lucca, visitando las iglesias principales, entonando himnos penitenciales, disciplinándose y gritando: "¡Perdón, Señor, misericordia!". El devoto espectáculo ocasionó ruidosas conversiones, no siempre con fiel perseverancia, y que proporcionaron al celoso predicador algún fracaso apostólico.
Tal fue el de la Compañía de la Paz, agrupación formada con cincuenta bandidos convertidos en masa, que a los pocos meses de existencia el Santo debió disolver, porque algunos de los conversos habían vuelto a las andadas; los que perseveraron ingresaron en los Frailes Capuchinos.
Más afortunado fue con la fundación de las Monjas de los Ángeles, religiosas dedicadas a las muchachas pobres, de las cuales, no obstante, Leonardi se desentendió muy pronto, porque era radicalmente opuesto a los apostolados femeninos, aun los de clausura.
A la sazón el Santo andaba preocupado con el traslado de su Comunidad de Clérigos a la nueva casa de Santa María Contelandini, en Lucca. Lo cual no se llevó a cabo sin graves disturbios, ocasionados por los fieles de esta parroquia, que llegaron a decir al Obispo 'en señal de protesta: "¡Monseñor, ¿qué hacéis?, ¿habéis alejado de Vos aquellos diablos y nos los habéis metido en medio de nosotros?". A pesar de todo San San Juan Leonardi tomó posesión de la nueva sede en 1580. Al año siguiente la Congregación recibía la aprobación oficial del Obispo de Lucca, llamándose Clérigos Regulares de la Madre de Dios.
Con razón Juan Leonardo había ya ganado también la confianza de la Santa Sede y fue nombrado varias veces por Clemente VIII Comisario Apostólico con la misión de reformar algunas de las Órdenes monásticas decadentes. El Santo realizó siempre con gran celo y notable éxito esta tarea de reformador, pero la impronta de su personalidad está más grabada en aquellas catequesis y aquella actividad pastoral de Leonardi en las iglesias de Lucca.
Con no menor intensidad se dedica ahora el Santo a solidificar su fundación. Aunque no era ideal del fundador multiplicar las nuevas casas, quiso, sin embargo, fundar una en Roma. Lo consiguió gracias al apoyo de algunos cardenales, principalmente el cardenal Baronio, que le estimó y protegió siempre con especial predilección. La nueva comunidad se instaló definitivamente, el año 1662, en Santa María in Campitelli, que aún hoy día es la Casa Generalicia de la Congregación. Durante su estancia en Roma Juan Leonardo realizó una de las más importantes actividades de su vida: la colaboración con el Cardenal Vives en la organización del Colegio de Propaganda Fide.
Durante los últimos siete años de su vida el Santo se dedicó con ardor a la naciente Institución misionera, cuyo ideal él había acariciado desde hacía tiempo. Este mérito fue premiado por el Papa León XIII, que por especial privilegio le inscribió, siendo aún Beato, en el Martirologio Romano, ordenando al Clero de Roma celebrar su Misa y Oficio, un honor reservado solamente a los Sumos Pontífices beatificados.
Antes de morir, Leonardi tuvo la alegría de ver aprobadas en 1603 por Clemente VIII las constituciones de la nueva Congregación de Clérigos Regulares. No pudo llegar a verla florecer y brillar. Pero guardó en su corazón la alegría de una vida entregada al servicio de la Iglesia. Murió entre los suyos, en Lucca, el año 1609. San Juan Leonardi encarnó el ideal de un Santo Sacerdote, por eso sería declarado venerable por el Papa Clemente XI en 1701, para luego ser beatificado por el Papa Pío IX en Noviembre de 1861 y finalmente canonizado, por Pío XI el 17 de Abril de 1938. Sus restos se veneran en Santa Maria in Portico in Campitelli, en Roma.
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