martes, 22 de enero de 2019

EL ÁNGEL DE FÁTIMA, ante la impiedad del mundo pidió a los niños "reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios"

   
               Desde que tenemos uso de razón en nuestros hogares cristianos se nos infunde la devoción al Ángel de nuestra Guarda y se nos recomienda que no demos oído al ángel malo que nos instigará al pecado y que tratemos de oír siempre al Ángel bueno que nos inspirará lo que hemos de hacer y hemos de evitar.

               Es doctrina comúnmente admitida que, al nacer, el Señor ya nos señala un Ángel para nuestra custodia y que cada familia, cada pueblo, cada Nación tienen su propio Ángel. El sabio Orígenes ya decía algo parecido en el siglo III: «Sí, cada uno de nosotros tenemos un Ángel que nos dirige, nos acompaña, nos gobierna, nos amonesta y presenta a Dios nuestras plegarias y buenas obras».

               Dios se vale de Sus Ángeles como Mensajeros entre el Cielo y la Tierra, para advertirnos y ayudarnos, por eso, nunca dejemos de invocar con confianza y piedad sincera, a nuestro Ángel Custodio ante cualquier dificultad: estas criaturas celestiales gozan de nuestra compañía y nos alientan siempre a obrar el bien; su mayor tristeza será que no los tratemos como verdaderos aliados.

               A lo largo de los siglos, los Ángeles han intercedido en momentos de dificultad, como los brazos de Dios que tocan la tierra para bendecirla o para amonestarla por su olvido de Dios. Éste es el caso que aconteció en Fátima, en 1916, algunos meses antes de que Nuestra Señora se apareciese a los tres niños Lucía, Francisco y Jacinta. Quiso Dios preparar a los que serían los videntes de la Virgen María mediante tres visitas celestiales del que se identificaría como "el Ángel de Portugal". (1)

               Como cada Martes, honremos de manera especial a los Santos Ángeles Custodios, en particular al nuestro; que el relato que hoy te traigo de las Apariciones del Ángel en Fátima, te ayuden a extraer buenos propósitos tras su lectura, entre otros, un mayor amor a los Corazones de Jesús y de María, necesitados de tu amor y reparación...






PRIMERA APARICIÓN DEL ÁNGEL Outeiro do Cabeço, Aljustrel, Primavera de 1916

Cuenta Lucía Dos Santos:

               Sólo habíamos jugado unos momentos cuando un viento fuerte sacude los árboles y nos hace levantar la vista para ver qué pasaba, pues el día estaba sereno. Comenzamos a ver, a cierta distancia, sobre los árboles que se extendían en dirección al este, una luz más blanca que la nieve, con la forma de un joven transparente más brillante que un cristal atravesado por los rayos del sol.

               A medida que se aproximaba fuimos distinguiendo sus facciones: era un joven de unos catorce o quince años, de una gran belleza. Estábamos sorprendidos y absortos; no decíamos ni una palabra.

              Al llegar junto a nosotros nos dijo:

           – “No temáis, soy el Ángel de la Paz. Rezad conmigo”.

               Y arrodillándose, inclinó su frente hasta el suelo. Llevados por un movimiento sobrenatural, le imitamos y repetimos las palabras que le oímos pronunciar:

           – “Dios mío, yo creo, adoro, espero y Te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no Te aman”.

               Después de repetir esto tres veces se irguió y dijo:

           – “Rezad así. Los Corazones de Jesús y de María están atentos a la voz de vuestras súplicas”.

              Y desapareció.

              El ambiente sobrenatural que nos rodeaba era tan intenso, que casi no nos dimos cuenta de nuestra propia existencia durante mucho tiempo y permanecimos en esta posición en que nos había dejado repitiendo siempre la misma oración. La presencia de Dios se sentía tan intensa y tan íntima que ni entre nosotros nos atrevíamos a hablar. Al día siguiente todavía sentíamos nuestro espíritu envuelto por esa atmósfera, que sólo muy lentamente desapareció.

              Ninguno pensó en hablar de esta aparición ni en recomendar secreto. Se imponía por sí solo. Era tan íntima, que no era fácil decir sobre ella la menor palabra. Quizá nos hizo tan fuerte impresión por ser la primera en que así se manifestaba.




SEGUNDA APARICIÓN DEL ÁNGEL, en el pozo de la casa de los padres de Lucía, Verano de 1916

               Mientras jugaban los niños se les aparece el Ángel a ella y a sus primos:

          – ¿Qué hacéis? Rezad, rezad mucho. Los Corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de Misericordia. Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios.

          – ¿Cómo nos tenemos que sacrificar?, pregunté.

          – De todo lo que podáis, ofreced a Dios un sacrificio de reparación por los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así la paz sobre vuestra patria. Yo soy su Ángel de la Guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con resignación el sufrimiento que Nuestro Señor os envíe.

                Y desapareció. Estas palabras del Ángel se grabaron en nuestro espíritu como una luz que nos hacía comprender quién era Dios, cómo nos amaba y quería ser amado; el valor del sacrificio y cómo le era agradable; y cómo en atención a él, convertía a los pecadores.





TERCERA APARICIÓN DEL ÁNGEL, Gruta del Cabeço, final del Verano de 1916
         
               En cuanto llegamos allí, de rodillas, con los rostros en tierra, comenzamos a repetir la oración del Ángel: “Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo...” No sé cuantas veces habíamos repetido esta oración cuando advertimos que sobre nosotros brillaba una luz desconocida. Nos incorporamos para ver lo que pasaba y vemos al Ángel trayendo en la mano izquierda un cáliz sobre el cual está suspendida una hostia de la que caían, dentro del cáliz, algunas gotas de sangre. Dejando el cáliz y la hostia suspendidos en el aire, se postró en tierra y repitió tres veces la oración:

          – Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo: yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios de la tierra, en reparación por las iniquidades, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de Su Sacratísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.

               Después se levantó, tomó de nuevo en la mano el Cáliz y la Hostia, y me dio la Hostia a mí. Lo que contenía el Cáliz se lo dio a beber a Jacinta y a Francisco, diciendo al mismo tiempo:

          – Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios.

                De nuevo se postró en tierra y repitió con nosotros otras tres veces la misma oración: – “Santísima Trinidad...” Y desapareció.


NOTAS ACLARATORIAS

1- Según algunos teólogos, Dios Nuestro Señor designa un Ángel Protector para cada nación. Otros se inclinan por pensar que se trataba del Arcángel San Miguel, como Guardián único de todas las naciones. Ocurrirá décadas más tarde en San Sebastián de GARABANDAL.





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