jueves, 22 de agosto de 2013

EL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA



Oh Corazón de María, el más amable y compasivo después del de Jesús, 
Trono de las Misericordias Divinas a favor de los pobres pecadores; 
yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos, 
en quien el Señor ha puesto todo el tesoro de sus bondades, 
con plenísima seguridad de ser por Vos socorrido. 
Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; 
por eso os digo y os diré en todos mis apuros y peligros:
 ¡Oh Dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina
 de la tribulación llague mi alma:
 ¡Oh Dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme 
perder el tesoro de la divina gracia: 
¡Oh Dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

En la hora de mi muerte, en aquel momento del que depende mi eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques de mis enemigos:
 ¡Oh Corazón de María, sed la salvación mía!

Y cuando mi alma pecadora se presente ante el Tribunal de Jesucristo para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y ampararla, 
y entonces, ahora y siempre:
 ¡Oh Corazón de María, sed la salvación mía!

Estas gracias espero alcanzar de Vos, oh Corazón amantísimo de mi Madre,
 a fin de que pueda veros y gozar de Dios, en vuestra compañía en el Cielo. Amén.



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