domingo, 29 de diciembre de 2013
CON DIOS A SOLAS ( XVIII ) por el Padre Valentín de San José, Carmelita Descalzo
Me habéis llamado. Vivía allá fuera en el siglo, con ciertos deseos de amaros y agradaros cuando no olvidado del todo; pero mi vida era de pequeñez y languidez espiritual, de complacencias y amistades y distracciones humanas, no, por vuestra misericordia, de graves pecados, pero sí de superficialidades materiales llenas de imperfecciones y faltas; sentía ansias por una vida de ilusiones y comodidades terrenas y vanas.
Un día me hablasteis amoroso al corazón, diciéndome: "No estás en la verdadera vida; quiero llevarte y trasplantarte a donde vivas mi misma vida y sientas inmensa ilusión de Mí." Y me sacasteis de aquella vida, que abundaba en sombras de muerte, y me trajisteis al convento para que viviera junto a Vos y en Vos; y en los deseos de comodidad e ilusiones terrenas se convirtieran en dichosas ansias de vivir entregado a Vos con la mayor fidelidad la vida de luz y santidad. Me pedisteis, y me pedís ahora, el ofrecimiento sencillo y total a Vos para que pudierais transformarme en vuestro mismo Amor y hacerme una cosa con Vos.
Observo que cuando la llama prende, llega a convertir en ascua abrasadora y en viva llama hasta lo que era madero verde o carbón duro, frío y negro. Conozco que soy negrura y dureza y refractaria frialdad y me habéis llamado a ser religioso para, con vuestra gracia y vuestro amor, quemar todo eso malo mío y hacerme llama de Amor vuestro; queréis cambiar lo feo en hermoso y lo negro y frío en hermosísima luz.
Este es el pensamiento básico que leo en la doctrina de mi Santo Padre Juan de la Cruz. Esta es la razón de sus hermosas y conocidas nadas. ¡Qué bellas nadas y resplandecientes noches, pues transforman al alma en luz del Cielo y en verdadera vida sin sombras de muerte! Todo aquí se convierte en alborear divino.
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