viernes, 8 de marzo de 2019

SANTO VIACRUCIS, Octava Estación: "JESÚS CONSUELA A LAS PIADOSAS MUJERES", por el Doctor Plinio Corrêa de Oliveira


             Siguiendo el esquema de piedad de LA SEMANA DEL BUEN CRISTIANO, dedicamos este día viernes al Sacratísimo Corazón de Jesús y a meditar en reparación al Mismo Corazón, los sufrimientos que padeció Nuestro Señor en Su Dolorosa Pasión.

             Un sencillo método -tanto para los que se inician en esta necesaria devoción como para aquellas personas piadosas que carecen de tiempo- es centrarnos en una de las Estaciones del Santo Viacrucis, si bien siempre será lo ideal, rezarlo completo para poder lucrar las indulgencias que lleva concedidas.





           En aquel entonces no faltaron las almas buenas, que percibían la enormidad del pecado que se practicaba y temían la Justicia Divina.

         ¿No presencio yo así algún pecado? Hoy en día, ¿no es verdad que el Vicario de Cristo es contestado abandonado, traicionado? ¿No es verdad que las leyes, las instituciones, las costumbres son cada vez más hostiles a Jesucristo? ¿No es verdad que se construye todo un mundo, toda una civilización basada sobre la negación de Jesucristo? ¿No es verdad que Nuestra Señora habló en Fátima señalando todos estos pecados y pidiendo penitencia?

         Sin embargo, ¿dónde está esa penitencia? ¿Cuántos son los que realmente ven el pecado y quieren señalarlo, denunciarlo, combatirlo, disputarle paso a paso el terreno, y levantar contra él una cruzada de ideas, de actos, por la fuerza si fuere necesario? ¿Cuántos son capaces de desplegar el estandarte de la ortodoxia absoluta y sin mancha, en los propios lugares donde campea la impiedad o la falsa piedad? ¿Cuántos son los que viven en unión con la Iglesia este momento que es trágico como trágica fue la Pasión, este momento crucial de la historia en que una humanidad entera está optando por Cristo o contra Cristo?

        ¡Ah, Dios mío, cuántos miopes que prefieren no ver ni presentir la realidad que les entra por los ojos! ¡Cuánta calma, cuánto pequeño bienestar, cuánta pequeña delicia rutinaria! ¡Cuánto plato exquisito de lentejas para comer!

        Dadme, Jesús, la gracia de no ser de este número. La gracia de seguir vuestro consejo, esto es, de llorar por nosotros y por los nuestros. No con un llanto estéril, sino con un llanto que se echa a vuestros pies, y que, fecundado por Vos, se transforma para nosotros en perdón, en energías de apostolado, de lucha, de intrepidez.




Para leer las Estaciones del Vía Crucis publicadas hasta el momento
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