domingo, 29 de septiembre de 2019

ARCÁNGEL SAN MIGUEL, Príncipe de las Milicias Celestiales, Protector de la Iglesia y Glorioso Vencedor del demonio


               Príncipe de los Ángeles fieles al Señor. Su nombre significa: «¿Quién como Dios?». En la Sagrada Escritura, aparece en el Libro del Profeta Daniel, en la Epístola del Apóstol Judas y en el Libro del Apocalipsis. Como a San Gabriel y a San Rafael, se le llama "Arcángel".

               San Miguel es figura principal entre los que sirven inmediatamente al Trono del Señor y bajan a la tierra para anunciar o hacer cumplir Sus designios. Protector del Pueblo de Dios, de Israel, en la Antigua Ley; de la Iglesia de Cristo en el Nuevo Testamento. En la Sagrada Escritura ha hallado su fundamento la piedad popular de todos los tiempos para erigir a San Miguel en Príncipe de los Ejércitos Celestiales, Guerrero Victorioso en las luchas cósmicas contra el espíritu rebelde, el Dragón de las tinieblas.

               Daniel, el Profeta de las revelaciones angélicas, nos da a conocer el nombre de nuestro Arcángel. Miguel, llamado Gran Jefe de los israelitas, que luchan por la liberación del Pueblo de Dios, desterrado y sometido al dominio persa. Allí mismo se habla de los príncipes de Persia y de Grecia, refiriéndose, según el común sentir, a los Ángeles Guardianes de estas naciones.





               El Apocalipsis, nos presenta a San Miguel en su misión definitiva, culminante. Ante la Aparición de la Mujer, símbolo de María y de la Iglesia, con Su Hijo, en el Cielo se traba una batalla. Miguel y el Dragón frente a frente, el Arcángel fiel contra el soberbio ángel de la luz. Cada uno manda un ejército de ángeles. Vence Miguel y el Dragón es sepultado en los infiernos. (1)

               De esta visión de San Juan, Profeta de Patmos, se derivan las imágenes medievales del guerrero de alas brillantes con labrada armadura, al que no le falta la lanza que destruye al dragón, vencido a sus pies. La Iglesia misma le reconoce el título de defensor de sus huestes, por eso le llama "Ángel del Paraíso", "Príncipe de las Milicias Celestiales", y en las Letanías de los Santos le asigna el primer lugar detrás de la Santísima Virgen. Su protección no nos abandona hasta después de la muerte.

               En el momento solemne de ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa por sus difuntos, la Iglesia le invoca para que presente las almas a la Luz Santa del Juicio Divino. La devoción popular, que ha influido notablemente en estos textos litúrgicos, le considera como "pesador de las almas", y así le vemos en curiosas miniaturas de la Edad Media, con la balanza de la Justicia Divina en las manos, felizmente inclinado un platillo hacia la Gloria del Cielo.

               Sus apariciones más famosas son las del Monte Gárgano en Italia, alrededor del año 500, y la del Monte Adriano, donde el año 611 el Papa Adriano IV le construye un oratorio, sobre el que sería más tarde Castillo de Sant' Angelo.

              En España alcanzó renombre su aparición en la serranía navarra de Aralar para ayudar al Noble Caballero Don Teodosio de Goñi en lucha contra el dragón infernal.

               Hoy día el Arcángel se mantiene fiel a su misión de Custodio de la Iglesia, como lo proclama la oración a él dirigida al fin de la Misa, preceptuada por el Papa León XIII.



ORACIÓN PRIMITIVA DEL PAPA LEÓN XIII A 
SAN MIGUEL ARCÁNGEL

(Lo ideal es rezarla de rodillas y asperger el lugar 
con agua bendita, exorcizada con sal)


          ¡Oh Glorioso Príncipe de las Milicias Celestiales, San Miguel Arcángel, defendednos en el combate y terrible lucha que tenemos que sostener contra los poderes y potestades, contra los príncipes de este mundo de tinieblas y contra los malignos espíritus (Ef. 6, 12)! Venid en auxilio de los hombres que Dios hizo inmortales, formó a Su imagen y semejanza, y redimió a gran precio de la tiranía del demonio (Sab. 2, 23; I Cor. 6, 20).

          Pelead en este día con el Ejército de los Santos Ángeles las batallas del Señor, como en peleasteis en otra ocasión contra Lucifer, jefe de los soberbios, y contra los ángeles apóstatas, que fueron impotentes a resistiros, y para los cuales no hubo ya lugar en el Cielo.

          Sí, ese monstruo, esa antigua serpiente que se llama Demonio y Satanás, que seduce al mundo entero, fue precipitado con sus ángeles al fondo del abismo (Apoc. 12, 8-9). Pero he aquí que este antiguo enemigo, este primer homicida ha levantado fieramente la cabeza. Transfigurado en ángel de luz y seguido de toda la turba de espíritus malditos, recorre la tierra entera para apoderarse de ella y desterrar el nombre de Dios y de su Cristo, para robar, matar y entregar a la eterna perdición las almas destinadas a la Eterna Corona de Gloria. Además de los hombres de alma ya pervertida y corrompido corazón, este dragón perverso lanza encima, como un torrente de fango impuro, el veneno de su malicia, es decir, el espíritu de mentira, de impiedad y blasfemia, y el soplo emponzoñado de la impureza, de los vicios y de todas las abominaciones.

          Enemigos llenos de astucia han llenado de injurias y saturado de amargura a la Iglesia, Esposa del Cordero Inmaculado; y sobre sus más sagrados bienes han puesto sus manos criminales. En el mismo Lugar Santo, donde ha sido establecida la Silla de Pedro y la Cátedra de la Verdad, que debe iluminar el mundo, han alzado el abominable trono de su impiedad, con la intención perversa de herir al Pastor y dispersar el rebaño. (2)

          Os suplicamos, pues, oh Príncipe invencible, socorráis al Pueblo de Dios contra los ataques de esos espíritus malditos, y le concedáis la victoria. Este pueblo os venera como su Protector y Patrono, y la Iglesia se gloría de teneros por Defensor contra las malignas potestades del infierno. Dios os ha confiado el cuidado de conducir las almas a la Celeste Bienaventuranza. ¡Rogad, pues, al Dios de Paz, ponga bajo nuestros pies a Satanás y de tal modo aplastado, que no pueda retener más a los hombres en la esclavitud, ni causar perjuicio a la Iglesia! Presentad nuestras súplicas ante el Todopoderoso, para que seamos prevenidos cuanto antes de las Misericordias del Señor. Apoderaos del dragón, la serpiente antigua que es el Diablo y Satanás, encadenadlo y precipitadlo en el Abismo, para que no pueda seducir más a las naciones (Apoc. 20, 2-3). Amén.

          V/ He aquí la Cruz del Señor, huid, potestades enemigas;

R/ Venció el León de la tribu de Judá, el vástago de David.

           V/ Cúmplanse en nosotros, Señor, Vuestras Misericordias;

R/ Como hemos esperado de Vos.

          V/ Escuchad, Señor, mi oración:

R/ Y llegue mi clamor hasta Vos.


Oremos

            Oh Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, invocamos Vuestro Santo Nombre, e imploramos con instancia Vuestra clemencia, para que, por la intercesión de María Inmaculada siempre Virgen, Madre nuestra, y del Glorioso Arcángel San Miguel, os dignéis socorrernos contra Satanás y contra todos los otros espíritus inmundos que recorren la tierra para dañar al género humano y perder las almas. Amén.




Se recomienda su copia y difusión, siempre que se conserve en su edición original


NOTAS ACLARATORIAS

   (1)   En la historia de las Apariciones Marianas, vemos que el Arcángel San Miguel -u otro Ángel o Espíritu Celestial- a veces puede jugar un papel importante antes de las manifestaciones de Nuestra Señora, como en Fátima, Portugal, o en San Sebastián de Garabandal, España.

   (2)  Como si fuese una verdadera profecía, el Papa León XIII intuyó y plasmó en esta oración la terrible realidad de nuestros días, la usurpación de la Cátedra de San Pedro, en consonancia al Secreto de La Salette



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