domingo, 21 de noviembre de 2021

LA PRESENTACIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

 

                Habiendo celebrado el 8 de Septiembre la Natividad de la Virgen maría y cuatro días después Su Santísimo Nombre, honramos hoy la Presentación en el Templo de aquella Niña de bendición. Esas tres fiestas del Cielo Marial son como un eco del Ciclo Cristológico, que celebra también el Nacimiento de Jesús, Su Santísimo Nombre y Su Presentación en el Templo el día de la Candelaria.

                La Fiesta de la Presentación de la Virgen Niña tiene sus orígenes en una piadosa tradición, cuyas raíces se hunden en los evangelios apócrifos; en ellos se cuenta cómo la Virgen María fue presentada en el Templo de Jerusalén a la edad de tres años, viviendo allí con otras doncellas y piadosas mujeres. Todo esto se viene conmemorando en Oriente desde el siglo VI y hasta habla de ello el Emperador Miguel Comeno en una Constitución de de 1166.

                Un gentil hombre francés, Canciller en la Corte del Rey de Chipre, habiendo sido enviado a Avignon en 1372, en calidad de embajador ante el Papa Gregorio XI, le contó la magnificencia con que en Grecia celebraban esta fiesta de la Presentación el 21 de Noviembre. El Papa decidió entonces introducirla en Avignon y posteriormente, el Papa Sixto V la impuso a toda la Iglesia.




               No hubo ni habrá jamás un ofrecimiento hecho por una criatura, ni más grande ni más perfecto que el que hizo la Niña María a Dios cuando se presentó en el Templo para ofrecerle, no incienso ni cabritillas, ni monedas de oro, sino a Sí Misma del todo y por entero, en perfecto holocausto, consagrándose como Víctima Perpetua en Su Honor. Muy bien comprendió la voz del Señor que la llamaba a dedicarse toda entera a Su Amor, con aquellas palabras: “Levántate, apresúrate, amiga mía… y ven” (Cantar de los Cantares, cap. 2, vers. 10). Por eso quería Su Señor que se dedicara del todo a amarlo y complacerlo: “Oye, hija mía, mira, inclina tu oído y olvida tu pueblo y la casa paterna” (Salmo 44, vers. 14). Y Ella, al instante siguió la llamada de Dios.

               Es seguro que desde el primer instante en que esta Celestial Niña fue santificada en el seno de Su madre, que fue desde el primer instante de Su Inmaculada Concepción, Ella recibió el uso perfecto de la razón para poder desde el primer momento comenzar a merecer...

               María desde el principio de Su Existencia conoció a Dios, y lo conoció con tal perfección –como le dijo el Ángel a Santa Brígida– y de tal manera, que ninguna lengua es capaz de explicar la perfección con que la inteligencia de la Santísima Virgen llegó a conocer a Dios desde el primer instante. Desde entonces María, con aquella primera luz con que Dios la enriqueció, se ofreció por entero a Su Señor dedicándose del todo a Su Amor y a Su Gloria, como el mismo Ángel se lo reveló a Santa Brígida cuando le dijo: “Al instante Nuestra Reina determinó consagrar a Dios Su voluntad con todo el amor y para siempre. Y nadie puede comprender de qué manera Su voluntad se sujetó a abrazar todo lo que fuera del gusto divino”.

               La Niña María conocía bien con luz del Cielo, que Dios no acepta un corazón partido sino que lo quiere consagrado a Su Amor conforme al mandato sagrado: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón” (Deuteronomio, cap. 4, vers. 5). Por lo que Ella, desde que comenzó a vivir, comenzó a amar a Dios con todas Sus fuerzas y del todo se entregó a Él.

               Como la Santa Niña María se ofreció a Dios en el templo con prontitud y por entero, así nosotros en este día presentémonos a María sin demora y sin reserva y roguémosle que Ella nos ofrezca a Dios, el cual no nos rehusará viendo que somos ofrecidos por las manos de la que fue el Templo Viviente del Espíritu Santo, las delicias de Su Señor y la Elegida como Madre del Verbo Eterno.


San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia
en su obra Las Glorias de María



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