jueves, 7 de abril de 2022

LOS SACERDOTES A QUIENES ME UNE UNA DEUDA DE GRATITUD


               Teresa tenía sólo 14 años cuando, durante una peregrinación a Roma, comprendió su vocación de madre espiritual para los sacerdotes. En su autobiografía escribe como, después de haber conocido en Italia a muchos santos sacerdotes, había también comprendido que, a pesar de su sublime dignidad, ellos permanecían hombres débiles y frágiles. “Si santos sacerdotes... muestran con su comportamiento que tienen necesidad extrema de oraciones, qué tendríamos que decir de aquellos que son tibios” . En una de sus cartas animaba a la hermana Celina: “Vivamos por las almas, seamos apóstoles, salvemos sobre todo las almas de los sacerdotes... recemos, suframos por ellos y, en el último día, Jesús será agradecido”. 

                En la vida de Santa Teresita, hay un episodio conmovedor que demuestra su celo por las almas y especialmente por los misioneros. Estaba ya muy enferma y caminaba sólo con mucho esfuerzo, por ello el médico le había ordenado que hiciera todos los días, durante media hora, un paseo en el jardín. Si bien no creyendo en la utilidad de este ejercicio, ella lo realizaba fielmente cada día. Una vez, una hermana que la acompañaba, viendo los grandes sufrimientos que le proporcionaba el caminar, le dijo: “¿Pero sor Teresa, por qué hace todo este esfuerzo si le procura más sufrimientos que alivio?”. Y contestó la Santa: “Sabe hermana, estoy pensando que quizás justamente en este momento un misionero en un país lejano se siente muy cansado y desmoralizado, por ello ofrezco mis fatigas por él”.

 


              ¡Oh Jesús!, te ruego por Tus fieles y fervorosos Sacerdotes, por Tus Sacerdotes tibios e infieles, por Tus Sacerdotes que trabajan cerca o en lejanas misiones, por Tus Sacerdotes que sufren tentación, por Tus Sacerdotes que sufren soledad y desolación, por Tus jóvenes Sacerdotes, por Tus Sacerdotes ancianos, por Tus Sacerdotes enfermos, por Tus Sacerdotes agonizantes, por los que padecen en el Purgatorio.

               Pero sobre todo, te encomiendo a los Sacerdotes que me son más queridos, al Sacerdote que me bautizó, al que me absolvió de mis pecados, a los Sacerdotes a cuyas Misas he asistido y que me dieron Tu Cuerpo y Sangre en la Sagrada Comunión, a los Sacerdotes que me enseñaron e instruyeron, me alentaron y aconsejaron, a todos los Sacerdotes a quienes me une una deuda de gratitud.

              ¡Oh Jesús, guárdalos a todos junto a Tu Corazón y concédeles abundantes bendiciones en el tiempo y en la eternidad!. Amén. 


Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz 






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