martes, 27 de agosto de 2024

MADRE MARÍA PILAR IZQUIERDO

 


                    María Pilar Izquierdo nació en Zaragoza, el 27 de Julio de 1906, de una familia pobre, pero muy cristiana. Desde bien pequeña destacó en ella un amor inmenso a Dios, a la Virgen María y a los pobres. Aún siendo pequeña se privaba a veces de su merienda y de sus cosas para ayudar a quien consideraba más necesitado que ella. No pudo ir a la escuela por tener que cuidar de sus hermanos más pequeños mientras su madre iba a trabajar por las casas.

                    Pronto empezó probar en su propia carne las punzadas del dolor y a adentrarse en el misterio del valor redentor del sufrimiento. A la edad de 12 años fue víctima de una enfermedad misteriosa, que ningún médico supo diagnosticar. Después de cuatro años vividos por motivos de salud en Alfamén (Zaragoza), regresó a Zaragoza, donde comenzó a trabajar en una fábrica de calzado, siendo muy querida de todos, por su sencillez, su natural simpatía, su bondad y laboriosidad. Pero Dios quería llevarla por otros derroteros y la fue adentrando en el misterio de la Cruz. "Encuentro en este sufrir un amor tan grande hacia nuestro Jesús, que muero y no muero... porque ese amor es el que me hace vivir", afirmaba.

                    En 1926, mientras volvía del trabajo, se fracturó la pelvis al caer del tranvía y, en 1929, quedó parapléjica y ciega a causa de numerosos quistes y tumores que le aparecieron en la cabeza y por todo el cuerpo, teniendo que recorrer, a partir de entonces, una vía dolorosa de más de doce años entre los hospitales de Zaragoza y una pobre buhardilla de la Calle Cerdán nº 24.

La espiritualidad de la buhardilla

                    Aquella pobre buhardilla se convirtió, no obstante, en una escuela de espiritualidad y en un remanso de luz, de paz y alegría para cuantos la visitaban. Allí se oraba, se fomentaba la amistad evangélica y las almas discernían la vocación a la que Dios las llamaba. Junto a la cama de aquella enferma empezó a correr un autentico río de personas de todos los estados y condiciones sociales, sacerdotes, seminaristas y religiosos, chicos y chicas jóvenes, todos se sentían atraídos por "Pilarín", como solían llamarla, quien postrada en el lecho del dolor, decía que ella era sólo "una tontica que no sabía más que sufrir y amar, amar y sufrir".

                    Quien la conocía enseguida se sentía impresionado por el ejemplo admirable de paciencia y de amor a Dios en medio del sufrimiento, y cuantos frecuentaban aquella buhardilla sentían el deseo de ser mejores. Así surgió en torno a Mª. Pilar un auténtico movimiento espiritual de personas que siguiendo los consejos de la enferma deseaban tomarse en serio la vida espiritual y buscar la santidad.

Un nuevo comienzo

                    Sobre ese "rebañico", como Mª. Pilar designaba al conjunto de personas que estaban unidas a ella por la oración y el sufrimiento con deseos de ser fieles al Señor, velaba ella día y noche con sus oraciones, sufrimientos y ofrecimientos, a fin de que ninguna de las almas que el Señor le había confiado “se apartase de los pastos de la santidad”.

                    Desde su lecho de enferma, Mª. Pilar desplegó también un amplio apostolado ayudando materialmente a muchísimas personas necesitadas no sólo en el cuerpo, sino también en el espíritu con sus consejos y orientación.

                    Mª. Pilar, desde 1936, comenzó a hablar de la "Obra de Jesús" que habría de aparecer en la Iglesia y que tendría como finalidad "reproducir la vida activa del Señor en la tierra mediante las obras de misericordia", y por esta Obra, ella oraba y ofrecía sus dolores, a la vez que pedía oraciones y sacrificios e iba preparando a los jóvenes que frecuentaban la buhardilla y que en su día formarían parte de la misma.




                    El 8 de Diciembre de 1939, Fiesta de la Inmaculada, tal como el mismo Señor le había revelado, tras recibir la Sagrada Comunión durante la Misa que se celebró en su propia habitación, Mª. Pilar se curó milagrosamente de la parálisis, recobró instantáneamente la vista y se curó de todo, menos de los quistes del vientre, pues ella le había pedido al Señor que se los dejara para seguir ofreciéndole "lo que no tiene trampa": los sufrimientos. Inmediatamente puso en marcha la Obra que Jesús le había pedido, trasladándose, junto con varias jóvenes, a Madrid, donde ya había sido aprobada la Fundación con el nombre de "Misioneras de Jesús y María".

Las calumnias contra ella

                    Pero pronto surgieron las incomprensiones humanas y la calumnia. Hubo personas que empezaron a decir que todo lo del milagro de su curación había sido un engaño. Al fin, reconociendo que se habían confundido, en el año 1941 les dieron autorización para trabajar entre los pobres como simples particulares y, en el 1942, el Obispo de Madrid, Leopoldo Eijo y Garay, aprobó su Obra como "Pía Unión de Misioneras de Jesús, María y José". Con este reconocimiento pudieron desarrollar una más amplia labor social y de apostolado en los suburbios de Vallecas y Tetuán de Madrid y, pocos meses después en el suburbio de Puente Toledo.

                    Pero no pasó mucho tiempo, tan sólo dos años, cuando volvió a aparecer el fantasma de las incomprensiones y calumnias, en este caso provenientes del seno de la misma Pía Unión. Dada aquella situación, Madre Mª. Pilar expuso al obispo lo que estaba sucediendo y que si no era remediada la causa del mal, en conciencia, tendría que retirarse de la Pía Unión. Aconsejada por su confesor, el 4 de Noviembre de 1944, con profundo dolor, tuvo que retirarse de su propia Obra.

                    "Siento dejaros porque os amo mucho, pero desde el Cielo os seré más útil. Volveré a la tierra para estar con los que sufren, con los pobres, los enfermos. Cuando más solas estéis más cerca estaré de vosotras", escribía.

                    Rodeada de su "rebañico" fiel, la Madre Mª Pilar murió en San Sebastián, a los 39 años, el 27 de Agosto de 1945, ofreciendo su vida por las Hijas que se le habían separado, a quienes recordaba con dolor y con cariño. "Las amo tanto, -decía- que no las puedo olvidar; aunque me pegaran y me arrastraran, quisiera tenerlas aquí. No quiero acordarme del mal que me hacen, sino del bien que me hicieron. Bien sabe nuestro amado Jesús que más, mucho más de lo que me hacen sufrir quiero que les dé de Cielo".



domingo, 25 de agosto de 2024

LOS DOLORES INTERNOS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS



No habrá habido Santo, desde Jesucristo 
hasta nuestro días, que no haya meditado en los 
Dolores Internos del Sagrado Corazón de Jesús, 
que no los haya compadecido, y no haya 
procurado calmarlos con lágrimas...

Mons. Ezequiel Moreno y Díaz, Obispo de Pasto


                    La Madre Sor María Encarnación Rosal, nació en Quetzaltenango, Guatemala, el 26 de Octubre de 1820, época convulsa por la independencia del Imperio Español; sería un alma escogida por la Providencia para manifestar los Dolores Internos del Sagrado Corazón.

                    Ingresó en el Convento de las Betlemitas de Guatemala en 1838, en un momento terrible en que el sector masculino, fundado por el gran Pedro de San José de Betancourt, estaba extinguiéndose debido a la clausura llevada a cabo en España por el rey Fernando VII contra las Órdenes Religiosas. El último fraile Betlemita, Fray José de San Martín, impuso el hábito a Sor María Encarnación Rosal y poco después murió, después de 186 años de existencia luminosa de la Orden (de 1655 a 1841).

                    La rama femenina de la Orden Betlemita había perdido su fervor inicial y la disciplina, por eso, Sor María Encarnación, como Maestra de Novicias, Vicaria y Priora trató de enfervorizarlas y reformarlas, pero le resultó tarea imposible. Al presentar las Constituciones, que eran volver a su origen, varias de las mayores se le opusieron públicamente y para evitar una división, Sor María Encarnación pensó en hacer una nueva fundación.

                    Con las Novicias formadas por ella misma intentó realizar ese sueño inspirado de lo alto en la Antigua Guatemala, lugar donde vivió y se santificó el Santo Hermano Pedro.

                    En su biografía, Sor María Encarnación Rosal cuenta con sencillez el hecho sobrenatural que marcará su vida: "...en la noche del Miércoles al Jueves Santo de 1857 estando en oración en la capilla, entre las dos y tres de la mañana, sentí que alguien me jalaba el velo que me cubría, pero no hice caso. Y cuando meditaba la pésima traición de Judas escuché en mi interior una clara voz del Señor que me decía: ‘No celebran los dolores de Mi Corazón’. Quedé muy impresionada y convencida que era un aviso místico. Al comentarle a mis Directores espirituales ellos prudentemente dejaron la cosa en el aire. Pasando unos días, acabando de comulgar, teniéndole aún, oí la misma voz interior que me decía: No celebran los dolores de Mi Sagrado Corazón. Pero Señor -le dije- por qué no te fijas en otra monja y escuchó la misma voz en su interior: ‘Porque no hay otra más baja que tú". 




                    En otra ocasión Jesús le muestra los Dolores que asaetan Su Sagrado Corazón: "Una noche de repente, vi aparecer ante mi vista una luz clarísima, no como la del sol, sino blanquísima y suave, pues no ofendía la vista. En medio de esta apacible luz, se me presentó Nuestro Señor Jesucristo, derramando sangre de todos sus poros. Y con melifluo acento, mientras me descubría su amante Corazón, traspasado con diez dardos que sobremanera le herían y oprimían, me dijo: Estos diez dardos me traspasan, porque los hombres quebrantan los Diez Mandamientos de Mi Santa Ley".

                    Sus Directores pidieron a Sor Encarnación una señal de la veracidad de sus revelaciones, y ésta no tardó en llegar: habiéndose desatado una epidemia de cólera en la ciudad y producido muchas muertes, incluso la de varias Hermanas de la Orden, la que había sido elegida apóstol de los Dolores Internos del Sagrado Corazón se contagió y empezó rápidamente a empeorar. Vio aquí la mano de la Providencia y entendió que debía extender la Devoción a los Dolores Internos; de esta manera sanó milagrosamente, sin embargo  cuando dudó sobre lo acontecido, se empeoró, pero pidió perdón por falta de fe y se reafirmó en su promesa, curando así definitivamente. Fueron el Obispo de Granada (Guatemala) Monseñor José Cándido Piñol, con el refrendo de los Padres Taboada y Miguel Muñoz, quienes afirmarían la veracidad del fenómeno místico, además de animas a la vidente a que propagase la Devoción de los Dolores Internos del Sagrado Corazón de Jesús. 

                    La propia Sor María Encarnación dejaría por escrito lo sucedido al contar que "A la tercera noche me sucedió lo mismo, y no hallando qué hacer, me ofrecí al Señor prometiéndole que pasaría por las vergüenzas, contradicciones, trabajos y dificultades, para establecer o promover esta devoción. Al instante vino a mi alma y corazón la tranquilidad. A los dos o tres días tuve duda sobre lo que había pasado, pensando que serían cuentos míos o casualidades y como que me inclinaba a no hacer caso de lo ocurrido. En esto me comenzaron los síntomas del cólera y ya a desarrollarse y al mismo tiempo a apoderarse de mí el terror. Con esto entendí que era castigo por la duda que había tenido, y le pedí perdón al Señor y de nuevo le prometí hacer lo ya dicho. Solo esto bastó para que cesara todo y quedara buena."

                    Cuenta la Madre María Encarnación que el mismo Señor le inspiró y le dio luz de cómo había de ser la imagen que representase los Dolores Internos de Su Corazón: debería tener un Corazón con diez dardos, tres en el centro y siete alrededor. Estos dardos significaban el quebrantamiento de la Santa Ley de Dios en Sus Diez Mandamientos, pero específicamente ciertos pecados de las almas consagradas.

                    Los tres dardos del centro representan: 

    - el escándalo y sacrilegio de los malos Sacerdotes.

    - el violar sus votos las Esposas de Cristo. 

    - la persecución de los justos.

                    Los siete dardos de alrededor de Su Corazón significan: 

    - las herejías esparcidas por todo el mundo.

    - ver a Su Eterno Padre gravemente ofendido.

    - la apostasía de los malos Cristianos.

    - el olvido de Sus beneficios.

    - el desprecio de Sus gracias y Sacramentos.

    - la frialdad e indiferencia de los Suyos.

    - la poca implicación de Fe en la vida diaria de muchos que dicen ser Sus amigos.




                    El DESAGRAVIO es el fin último y exclusivo de esta Devoción a los Dolores Internos del Sagrado Corazón de Jesús, enfermo de ingratitudes y saciado de dolores, que quiere mostrarnos Sus más crueles heridas, Sus más hondas Llagas, las que cada día le producen los continuos dardos que le propinan los hombres, pero muy en particular las almas a Él consagradas 

                    Esta nueva manera de conocer y amar al Sagrado Corazón fue conocida, aprobada y difundida por el que fuera Obispo de Pasto (Colombia), el agustino recoleto Mons. Ezequiel Moreno y Díaz, que además animó a la Comunidad de Religiosas Betlemitas a practicarla, de forma especial los días 25 de cada mes. Tal fue la devoción del Obispo que en 1900 escribió un opúsculo dedicado a defensa de las revelaciones de los Dolores Internos del Sagrado Corazón, así como a su práctica piadosa, mediante diversas oraciones y una novena; la obra sería traducida al italiano en la misma ciudad de Roma y aprobada por los Censores del Papa.



jueves, 22 de agosto de 2024

EL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA


               ...el día de la Inmaculada Concepción de 1942, nuestro Santísimo Señor el Papa Pío XII, compadecido por los gravísimos sufrimientos con los que son afligidos los Pueblos Cristianos por causa de la cruel guerra presente, consagró también a perpetuidad al Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen y Madre al género humano que ya León XIII había dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. 

               Y para que se conservara el recuerdo de dicha consagración decretó que se extendiera a la Iglesia universal la fiesta del Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María, con misa y oficio propios, a celebrarse cada año el día 22 de Agosto en lugar de la Octava de la Asunción de la misma Santísima Virgen, con rito doble de segunda clase. 

               Y ello para que, con el auxilio de la Santísima Madre de Dios, obtengan todos los pueblos la paz y la Iglesia de Cristo la libertad, los pecadores, libres de sus reatos, y todos los fieles en fin se hagan fuertes en el amor a la pureza y en el ejercicio de las virtudes. 


(Del Decreto del 4 de Marzo de 1944)



Su Corazón es un cetro con el cual 
Ella gobierna a todos aquellos 
que le obedecen en el mundo


               La Santísima Virgen describió la situación del mundo como gravísima, señaló como causa de esa situación la espantosa decadencia moral de la humanidad, nos amenazó con terribles puniciones terrenas —una nueva guerra, propagación mundial de los errores del comunismo, persecuciones a la Iglesia— y con una punición eterna mil veces peor, el infierno, si no nos enmendásemos; y, por fin, prescribió los medios necesarios para que lleguemos a la enmienda y evitemos tantos castigos.

               A pesar de algunas personas frívolas que cierran los ojos a la realidad más evidente y se complacen en afirmar que este mundo en que vivimos —de duda, de naturalismo, de indisciplina moral y de adoración de la felicidad terrena— está en orden con Dios, es necesario creer lo contrario, pues eso es lo que Nuestra Señora nos dice.

               ...no faltan, lamentablemente, teólogos optimistas, que crean en torno de sí una agradable atmósfera de simpatía afirmando que casi nadie se condena al Infierno. Nuestra Señora no obstante enseña lo contrario, y no lo hace tan sólo por medio de palabras, sino con el argumento invencible del hecho concreto: abre el Infierno a los ojos de los pastorcitos aterrorizados, para que cuenten al mundo entero lo que vieron. Y es que se debe creer en la Santísima Virgen, y no en cierta teología tibia de agua de azahar. 

               Nuestra Señora señala como remedios fundamentales para el mundo contemporáneo la oración, la penitencia y la enmienda de vida. Es de estas tres posturas meramente espirituales que Ella hace depender la manutención de la paz, la preservación de Occidente contra la propaganda comunista y la supervivencia, por tanto, de la propia Civilización.

               Podrán chocarse con esto muchos católicos mal avisados, que colocan todas sus esperanzas en medios meramente humanos. Se figuran ellos que todo estaría a salvo el día en que la Iglesia estuviese fuertemente dotada de Seminarios, Universidades, periódicos, revistas, librerías, cinemas, teatros, obras de caridad y de asistencia social. En esta concepción, todo se reduce al ámbito meramente natural. La descristianización tiene como causa la insuficiencia de nuestros medios de propaganda y de acción. El día en que hubiésemos remediado esta insuficiencia, habremos vencido la descristianización. Mientras tanto, la Santísima Virgen se aparece en Fátima, y sobre todos estos medios de acción no dice una sola palabra. 

               ...la simple lectura de los Mensajes de Fátima demuestra con cuánta insistencia la Santísima Virgen los quiere para nuestros días. La misión que Ella confió a la hermana Lucía fue especialmente la de quedarse en la tierra para atraer a los hombres hacia el Corazón Inmaculado de María. Varias veces esta Devoción es recompensada durante las visiones. Este Corazón Santísimo se presenta inclusive, en la segunda Aparición, coronado de espinas por nuestros pecados, pidiendo la oración reparadora de los hombres. Nos parece que este punto como que compendia en sí todos los tesoros de los Mensajes de Fátima.


Extractos del artículo 
"La devoción al Corazón de María salvará al mundo"
 del Doctor Plinio Corrêa de Oliveira, 
publicado en "Catolicismo", nº 30, Junio de 1953



lunes, 19 de agosto de 2024

MUCHAS ALMAS VAN AL INFIERNO




               El día 13 de Agosto de 1917 tenía que haberse dado la cuarta Aparición de la Virgen Nuestra Señora en Fátima, pero los videntes no pudieron comparecer en Cova de Iría, pues fueron retenidos por el Administrador de Vilanova de Ourem, que a la fuerza quiso arrancarles el Secreto que Nuestra Señora les había confiado; los niños permanecieron firmes y se negaron a revelarlo, aún bajo amenazas de muerte.

              Al mismo tiempo, a la hora de costumbre, se oyó en Cova de Iría un trueno, al que siguió un relámpago; los devotos que asistieron al lugar pudieron observar una pequeña nube blanca que se posó algunos minutos sobre la encina; se observaron también fenómenos cromáticos de diversos colores, proyectados en el rostro de los presentes, en sus ropas, en los árboles y también en el suelo. Nuestra Señora ciertamente había venido, pero no encontró a los videntes...

              Transcurridos unos días de ser liberados, el 19 de Agosto, Lucia estaba con Francisco y otro primo en el lugar llamado Valinhos, propiedad de uno de sus tíos, cuando a eso de las cuatro de la tarde, comenzaron a producirse las alteraciones atmosféricas que precedían a las apariciones de Nuestra Señora en Cova de Iría: un súbito refrescar de la temperatura, un oscurecimiento del sol y el característico relámpago. Lucía, sintiendo que algo sobrenatural se aproximaba y los envolvía, mandó llamar rápidamente a Jacinta, que llegó a tiempo de ver a la Virgen aparecerse sobre una encina un poco mayor que la de Cova de Iría.

              Lucía: ¿Qué quiere Vuestra Merced de mí?

               Nuestra Señora: Quiero que continuéis yendo a Cova da Iría el día 13 y que sigáis rezando el rosario todos los días. El último mes haré el milagro para que todos crean.

               Lucía: ¿Qué desea que hagamos con el dinero que deja la gente en Cova de Iría?

               Nuestra Señora: Que hagan dos andas. Una la llevas tú con Jacinta y otras dos niñas vestidas de blanco, y la otra que la lleve Francisco y otros tres niños. Las andas son para la Fiesta de Nuestra Señora del Rosario. El dinero que sobre, es para ayuda de una capilla que mandarán hacer.

               Lucía: Quería pedirle la curación de algunos enfermos.

               Nuestra Señora: Sí, a algunos curaré durante el año. Y tomando un aspecto más triste, les recomendó de nuevo la práctica de la mortificación, diciendo, al final: Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, que muchas almas se van al Infierno por no haber quien se sacrifique y pida por ellas.

               Y, como de costumbre, Nuestra Señora comenzó a elevarse en dirección al este.

               Los videntes cortaron ramas del árbol sobre el cual Nuestra Señora se había aparecido, y las llevaron a casa. Las ramas exhalaban un perfume singularmente suave.  



sábado, 17 de agosto de 2024

BIENAVENTURADA BEATRIZ DE SILVA Y MENESES, Fundadora de la Orden de la Inmaculada Concepción


               Beatriz nació en Campo Mayor, importante villa portuguesa, en 1437. Fue su padre Don Ruy Gómez de Silva y su madre Isabel de Meneses, de sangre real, emparentada con las casas reales de España y Portugal, quienes contrajeron matrimonio en 1422.

               En 1434, su padre, había sido trasladado desde Ceuta a tierra portuguesa y designado Alcaide Mayor de Campo Mayor, provincia de Alentejo, lugar donde tuvo lugar el nacimiento de Beatriz, y donde transcurrió su infancia y adolescencia, en una familia de once hermanos. Uno de sus hermanos fue el Beato Amadeo de Silva o Meneses, franciscano, Confesor del Papa Sixto IV y creador de la rama reformadora de los llamados Amadeítas. Este es un dato importante que liga a Beatriz con la espiritualidad franciscana y devoción a la Inmaculada.




              En 1447, con poco más de veinte años, Beatriz abandona Portugal, llega a Castilla con el séquito de la infanta Isabel de Portugal, quien se unía en segundas nupcias con el rey Don Juan II, en Madrigal de las Altas Torres (Ávila). De esta unión nacería Isabel la Católica a quien Beatriz mecería y más tarde, siendo Isabel soberana, la ayudaría en la fundación de la Orden.

               Fuese por intrigas de algún caballero resentido ante la negativa de Beatriz a sus pretensiones, fuese por celos de la Reina, que llegó a ver en ella una amante rival, cayó en desgracia de ésta, que antes la eligió como dama, ahora quiso quitarla de su vista: así un día la invitó a acompañarla a los sótanos del palacio y, al llegar al lugar, acercó a Beatriz a un cofre o baúl grande y, empujándola, la metió, encerrándola con llave.

               En momentos tan difíciles, según se recoge en el proceso de canonización, "recibió la visita de la Reina del Cielo vestida de blanco y azul, que la consoló con su presencia. Después de anunciarle que sería liberada, le confió el mensaje de que fundara una Orden consagrada al culto y honor de su Inmaculada Concepción", con el mismo hábito que ella traía: blanco y azul. Como reconocimiento se consagró con voto de virginidad, con firme propósito de cumplir el mensaje recibido. 


               La intervención de Don Juan Meneses, tío de Beatriz, hizo que la reina Isabel abriese el cofre pasados tres días, esperando que su dama fuese ya cadáver. La sorpresa de todos fue impresionante. Beatriz apareció con más belleza y lozanía que antes de ser encerrada. Todos adivinaron que la bella dama portuguesa había sido favorecida en aquellas horas oscuras y tenebrosas con alguna luz especial del Cielo: la Santísima Virgen la había escogido para dama Suya. 


               Tras lo sucedido, Beatriz decidió abandonar la Corte y, con la ayuda del propio Rey, salió en 1451 del Palacio de Tordesillas y se dirigió a la ciudad de Toledo, al Convento de Santo Domingo el Real. En dicho convento vivía, no como religiosa dominica sino como pisadera, acompañada de dos criadas; este particular estado 
la protegía y la eximia del cumplimiento de sus obligaciones cortesanas por ser noble, pero sin aceptar la regla de las religiosas dominicas.

               En 1479 se firmó la paz definitiva entre Castilla y Portugal. La Reina Doña Isabel vio un motivo para conversar con Beatriz, la dama que la había mecido en sus brazos cuando era niña. En las conversaciones, la Reina, apoyó la fundación de la Orden Concepcionista, que la Virgen había confiado a Beatriz y, concretaron en común acuerdo que Beatriz abandonara Santo Domingo el Real para instalarse en los Palacios de Galiana, donados por la Reina junto con la Capilla de la Virgen de Belén y Mártir Santa Fe.


               Cinco años pasó Beatriz echando los cimientos de la Orden Concepcionista, bajo la protección de Santa Fe. El nombre de esta santa francesa decía muy bien con la fe que había demostrado Beatriz desde que salió de Tordesillas. Isabel la Católica se serviría del patrocinio de esta misma Santa en la Conquista de Granada, con una Fe paralela a la de Beatriz.


              La aprobación de la Orden Concepcionista, solicitada al Papa por Beatriz y la Reina mediante las “minutas”, era firmada por Inocencio VIII el 30 de Abril de 1489 mediante la bula "Inter Universa", que entre otras exigía que "
las monjas sobredichas lleven hábito y escapulario blancos y, sobre ellos, manto de color celeste, con la imagen de la Bienaventurada Virgen María fijada sobre el manto y el escapulario, y que se ciñan un cordón de cáñamo al estilo de los Frailes Menores..."

               En este mismo día se presentó en el torno del convento un personaje misterioso, preguntando por Doña Beatriz de Silva y comunicándole la firma de la Bula por el Papa. De esta manera lo supo ella en Toledo, cuando se otorgó en Roma, por revelación divina y creyó, sin duda que este mensajero era el arcángel San Rafael, porque desde que supo decir el Avemaría le había sido muy devota y rezaba cada día alguna oración especial en su honor.

               La Divina Providencia quiso que el mismo día 16 de Agosto, que se había acordado para la toma de hábitos, tuviese lugar la tranquila muerte de Beatriz. El mismo Padre Confesor le impuso el hábito y velo concepcionistas y recibió su profesión religiosa.

               "Al tiempo de su muerte fueron vistas dos cosas maravillosas: la una fue que, como le quitaron del rostro el velo para darle la unción, fue tanto el brillo que de su rostro salió que todos quedaron espantados; la otra fue que en mitad de la frente le vieron una estrella, la cual estuvo allí puesta hasta que expiró, y daba tan gran luz y resplandor como la luna cuando más luce, de lo cual fueron testigos seis religiosos de la Orden de San Francisco".


               En 1926 el Papa Pío XI confirmó el culto inmemorial tributado a Beatriz, declarándola Beata, ya que había sido venerada por el Pueblo Fiel durante más de cien años, requisito para elevar a un Santo a los Altares sin necesidad de proceso canónico.




viernes, 16 de agosto de 2024

LUZ QUE DA VISTA A LOS CIEGOS, de las revelaciones de Luisa Piccarreta sobre la Pasión de Nuestro Señor


 Los que son de Jesucristo han crucificado 
la carne con sus vicios y concupiscencias

San Pablo a los Gálatas, cap. 5, vers. 24



Estaba pensando en la Pasión de mi dulce Jesús, entonces Él, al venir me ha dicho: "Hija Mía, cada vez que el alma piensa en Mi Pasión, recuerda lo que he sufrido o me compadece, en ella se renueva la aplicación de Mis penas, surge Mi Sangre para inundarla y Mis Llagas se ponen en camino para sanarla si está llagada, o para embellecerla si está sana, y todos Mis Méritos para enriquecerla. El negocio que hace es sorprendente, es como si pusiera en el banco todo lo que hice y sufrí, y de ello obtiene el doble, porque todo lo que hice y sufrí está en continuo acto de darse al hombre, así como el sol está en continuo acto de dar luz y calor a la tierra; Mi obrar no está sujeto a agotarse, solamente conque el alma lo quiera, y por cuantas veces lo quiera, recibe el fruto de Mi Vida, así que si se recuerda veinte, cien, mil veces de Mi Pasión, tantas veces de más gozará los efectos de Ella, pero qué pocos son los que de Ella hacen tesoro.

Con todo el bien de Mi Pasión se ven almas débiles, ciegas, sordas, mudas, cojas, cadáveres vivientes que dan repugnancia, porque Mi Pasión ha sido puesta en el olvido. Mis penas, Mis Llagas, Mi Sangre, son Fuerza que quita las debilidades, Luz que da vista a los ciegos, lengua que desata las lenguas y abre el oído, es medio que endereza a los cojos, vida que resucita los cadáveres.

Todos los remedios necesarios a la humanidad están en mi Vida y en Mi Pasión, pero la criatura desprecia la medicina y no pone atención a los remedios, por eso se ve que con toda Mi Redención, el hombre perece en su estado como afectado por una tisis incurable.

Pero lo que más Me duele es ver a personas religiosas que se fatigan para hacer adquisición de doctrinas, de especulaciones, de historias, pero de Mi Pasión, nada, así que Mi Pasión muchas veces está desterrada de las iglesias, de la boca de los Sacerdotes, así que su hablar es sin luz, y las gentes se quedan más en ayunas que antes". 


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta,
el 9 de Marzo de 1930




jueves, 15 de agosto de 2024

LLEGÓ MARÍA SANTÍSIMA EN CUERPO Y ALMA AL TRONO REAL

  


              Corriendo el curso de los tres últimos años de la vida de Nuestra Señora, ordenó el Poder Divino con una oculta y suave fuerza que todo el resto de la naturaleza comenzara a sentir el llanto y prevenir el luto para la muerte de la que con Su vida daba hermosura y perfección a todo lo criado. 

              Los Apóstoles, aunque estaban derramados por el mundo, comenzaron a sentir un nuevo cuidado que les llevaba la atención, con recelos de cuándo les faltaría su Maestra; porque ya les dictaba la Divina y oculta Luz que no se podía dilatar mucho este plazo inevitable. Los otros fieles moradores de Jerusalén y vecinos de Palestina reconocían en sí mismos como un secreto aviso de que su tesoro y alegría no sería para largo tiempo. 

               Los cielos, astros y planetas perdieron mucho de su hermosura y alegría, como lo pierde el día cuando se acerca la noche. Las aves del cielo hicieron singular demostración de tristeza en los dos últimos años; porque gran multitud de ellas acudían de ordinario donde estaba María, y rodeando Su oratorio con extraordinarios vuelos y meneos, formaban en lugar de cánticos diversas voces tristes. De esta maravilla fue testigo muchas veces San Juan. Y pocos días antes del Tránsito de la Divina Madre concurrieron a Ella innumerables avecillas, postrando sus cabecitas y picos por el suelo, y rompiendo sus pechos con gemidos, como quien dolorosamente se despedía para siempre. 

               Y puestos en su presencia, la Virgen Santísima comenzó a despedirse de ellos, hablando a todos los Apóstoles singularmente y algunos Discípulos, y después a los demás circunstantes juntos, que eran muchos.

               Sus palabras como flechas de divino fuego penetraron los corazones de los presentes y rompiendo todos en arroyos de lágrimas y dolor irreparable se postraron en tierra. Después de un intervalo, les pidió que con Ella y por Ella orasen todos en silencio, y así lo hicieron. En esta quietud sosegada descendió del Cielo el Verbo Humanado y se llenó de Gloria la casa del Cenáculo. María Santísima adoró al Señor, quien le ofreció llevarla a la Gloria sin pasar por la muerte.

              Se postró la prudentísima Madre ante su Hijo y con alegre semblante le dijo: "Hijo y Señor Mío, Yo os suplico que vuestra Madre y Sierva entre en la Eterna Vida por la puerta común de la muerte natural, como los demás hijos de Adán. Vos que sois Mi verdadero Dios, la padecisteis sin tener obligación a morir; justo es que como Yo he procurado seguiros en la vida os acompañe también en morir".

               Entonces se reclinó María Santísima sobre Su lecho, con las manos juntas y los ojos fijos en Su Divino Hijo. Y cuando los Ángeles cantaban: "Levántate, apresúrate, amiga mía, paloma mía, hermosa mía, y ven que ya pasó el invierno..." (Cantar de los Cantares, cap. 2, vers. 10), en estas palabras pronunció Ella las que Su Hijo Santísimo en la Cruz: "En Tus manos Señor, encomiendo Mi Espíritu" (Evangelio de San Lucas, cap. 23, vers. 46). Cerró los virginales ojos y expiró. La enfermedad que le quitó la vida fue el Amor. 

               Pasó aquella Purísima Alma desde Su virginal Cuerpo a la diestra de Su Hijo Santísimo, donde en un instante fue colocada con inmensa gloria. Y luego se comenzó a sentir que la música de los Ángeles se alejaba, porque toda aquella procesión se encaminó al Cielo empíreo. El sagrado cuerpo de María Santísima, que había sido Templo y Sagrario de Dios vivo, quedó lleno de luz y resplandor y despidiendo de Sí tan admirable y nueva fragancia que todos los circunstantes quedaron llenos de suavidad interior y exterior. 

               Los Apóstoles y Discípulos, entre lágrimas de dolor y júbilo de las maravillas que veían, quedaron como absortos por algún espacio. Sucedió este glorioso tránsito un Viernes a las tres de la tarde, a la misma hora que el de Su Hijo Santísimo, a los trece días del mes de Agosto y a los setenta años de edad, menos algunos días.

              Del Cenáculo partió el solemne cortejo al cual acudieron casi todos los moradores de Jerusalén. Junto a éste había otro invisible de los Cortesanos del Cielo. Descendieron varias legiones de Ángeles con los Antiguos Padres y Profetas, especialmente San Joaquín, Santa Ana, San José, Santa Isabel y el Bautista, con otros muchos Santos que desde el Cielo envió Nuestro Salvador Jesús para que asistiesen a las exequias y entierro de Su Beatísima Madre.

              El día tercero que el Alma Santísima de María gozaba de esta Gloria para nunca dejarla, manifestó el Señor a los Santos Su Voluntad Divina de que volviese al mundo y resucitase Su sagrado cuerpo uniéndose con Él, para que en cuerpo y alma fuese otra, vez levantada a la diestra de Su Hijo Santísimo, sin esperar a la general Resurrección de los Muertos.

               La conveniencia de este favor y la consecuencia que tenía con los demás que recibió la Reina del Cielo y con Su excelente dignidad, no la podían ignorar los Santos, pues a los mortales es tan creíble que, aún cuando la Santa Iglesia no la aprobara, juzgáramos por impío y estulto al que pretendiera negarla.

               Pero conociéronla los Bienaventurados con mayor claridad, y la determinación del tiempo y hora, cuando en Sí mismo les manifestó Su eterno decreto y cuando fue tiempo de hacer esta maravilla, descendió del Cielo el mismo Cristo Nuestro Salvador, llevando a Su diestra el Alma de Su Beatísima Madre, con muchas legiones de Ángeles y los Padres y Profetas antiguos.

               Y llegaron al sepulcro en el valle de Josafat y estando todos a la vista del virginal templo habló el Señor con los Santos y dijo estas palabras: "Mi Madre fue concebida sin mácula de pecado, para que de Su virginal sustancia purísima y sin mácula Me vistiese de la humanidad en que vine al mundo y le redimí del pecado. Mi carne es carne suya, y Ella cooperó Conmigo en las obras de la Redención, y así debo resucitarla como Yo resucité de los muertos, y que esto sea al mismo tiempo y a la misma hora, porque en todo quiero hacerla a Mi semejante".

               Todos los antiguos Santos de la naturaleza humana agradecieron este beneficio con nuevos cánticos de alabanza y gloria del Señor, y los que especialmente se señalaron fueron nuestros primeros padres Adán y Eva, y después de ellos Santa Ana, San Joaquín y San José, como quien tenía particulares títulos y razones para engrandecer al Señor en aquella maravilla de Su Omnipotencia.

               Luego la Purísima Alma de la Reina con el imperio de Cristo Su Hijo Santísimo entró en el virginal cuerpo y le informó y resucitó, dándole nueva vida inmortal y gloriosa y comunicándole los cuatro dotes de claridad, impasibilidad, agilidad y sutileza, como correspondientes a la gloria del alma, de donde se derivan a los cuerpos.

               Con estos dotes salió María Santísima en alma y cuerpo del sepulcro, sin remover ni levantar la piedra con que estaba cerrado y porque es imposible manifestar Su hermosura, belleza y refulgencia de tanta gloria no me detengo en esto. Bástame decir que, como la Divina Madre dio a Su Hijo Santísimo la forma de hombre en Su tálamo virginal y se la dio pura, limpia, sin mácula e impecable para redimir al mundo, así también en retorno de esta dádiva la dio el mismo Señor en esta resurrección y nueva generación otra gloria y hermosura semejante a Sí mismo.

               Luego desde el sepulcro se ordenó una solemnísima procesión con celestial música por la región del aire, por donde se fue alejando para el Cielo empíreo. Y sucedió esto a la misma hora que resucitó Cristo Nuestro Salvador, Domingo inmediato después de media noche; y así no pudieron percibir esta señal por entonces todos los Apóstoles, fuera de algunos que asistían y velaban el sagrado sepulcro.

               Entraron en el Cielo los Santos y Ángeles con el orden que llevaban, y en el último lugar iban Cristo Nuestro Salvador y "a su diestra la Reina vestida de oro de variedad", como dice David, y tan hermosa que pudo ser admiración de los cortesanos del Cielo. Convirtiéronse todos a mirarla y bendecirla con nuevos júbilos y cánticos de alabanza.

               Allí se oyeron aquellos elogios misteriosos que dejó escritos Salomón: "Salid, hijas de Sión, a ver a vuestra Reina, a quien alaban las estrellas matutinas y festejan los hijos del Altísimo. ¿Quién es Ésta que sube del desierto, como varilla de todos los perfumes aromáticos? ¿Quién es Ésta que se levanta como la aurora, más hermosa que la luna, electa como el sol y terrible como muchos escuadrones ordenados? ¿Quién es Ésta que asciende del desierto asegurada en Su dilecto y derramando delicias con abundancia? ¿Quién es Ésta en quien la misma Divinidad halló tanto agrado y complacencia sobre todas Sus criaturas y la levanta sobre todas al Trono de Su inaccesible Luz y Majestad? ¡Oh maravilla nunca vista en los cielos!, ¡oh novedad digna de la Sabiduría Infinita!, ¡oh prodigio de esa Omnipotencia que así la magnificas y engrandeces!".

               Con estas glorias llegó María Santísima en cuerpo y alma al Trono Real de la Beatísima Trinidad, y las Tres Divinas Personas la recibieron en Él con un abrazo indisoluble.

               El Eterno Padre le dijo: Asciende más alta que todas las criaturas, electa Mía, hija Mía y paloma Mía.

               Allí quedó absorta María Santísima entre las Divinas Personas y como anegada en aquel piélago interminable y en el Abismo de la Divinidad; los Santos llenos de admiración, de nuevo gozo accidental.

               El Verbo humanado dijo: Madre Mía, de quien recibí el ser humano y el retorno de Mis obras con Tu perfecta imitación, recibe ahora el premio de Mi mano que tienes merecido.

               El Espíritu Santo dijo: Esposa amantísima, entra en el Gozo Eterno que corresponde a Tu fidelísímo amor y goza sin cuidados, que ya pasó el invierno del padecer y llegaste a la posesión eterna de Nuestros abrazos...


Extraído de "Mística Ciudad de Dios", 
de la Venerable Sor María de Jesús de Ágreda