domingo, 25 de agosto de 2024

LOS DOLORES INTERNOS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS



No habrá habido Santo, desde Jesucristo 
hasta nuestro días, que no haya meditado en los 
Dolores Internos del Sagrado Corazón de Jesús, 
que no los haya compadecido, y no haya 
procurado calmarlos con lágrimas...

Mons. Ezequiel Moreno y Díaz, Obispo de Pasto


                    La Madre Sor María Encarnación Rosal, nació en Quetzaltenango, Guatemala, el 26 de Octubre de 1820, época convulsa por la independencia del Imperio Español; sería un alma escogida por la Providencia para manifestar los Dolores Internos del Sagrado Corazón.

                    Ingresó en el Convento de las Betlemitas de Guatemala en 1838, en un momento terrible en que el sector masculino, fundado por el gran Pedro de San José de Betancourt, estaba extinguiéndose debido a la clausura llevada a cabo en España por el rey Fernando VII contra las Órdenes Religiosas. El último fraile Betlemita, Fray José de San Martín, impuso el hábito a Sor María Encarnación Rosal y poco después murió, después de 186 años de existencia luminosa de la Orden (de 1655 a 1841).

                    La rama femenina de la Orden Betlemita había perdido su fervor inicial y la disciplina, por eso, Sor María Encarnación, como Maestra de Novicias, Vicaria y Priora trató de enfervorizarlas y reformarlas, pero le resultó tarea imposible. Al presentar las Constituciones, que eran volver a su origen, varias de las mayores se le opusieron públicamente y para evitar una división, Sor María Encarnación pensó en hacer una nueva fundación.

                    Con las Novicias formadas por ella misma intentó realizar ese sueño inspirado de lo alto en la Antigua Guatemala, lugar donde vivió y se santificó el Santo Hermano Pedro.

                    En su biografía, Sor María Encarnación Rosal cuenta con sencillez el hecho sobrenatural que marcará su vida: "...en la noche del Miércoles al Jueves Santo de 1857 estando en oración en la capilla, entre las dos y tres de la mañana, sentí que alguien me jalaba el velo que me cubría, pero no hice caso. Y cuando meditaba la pésima traición de Judas escuché en mi interior una clara voz del Señor que me decía: ‘No celebran los dolores de Mi Corazón’. Quedé muy impresionada y convencida que era un aviso místico. Al comentarle a mis Directores espirituales ellos prudentemente dejaron la cosa en el aire. Pasando unos días, acabando de comulgar, teniéndole aún, oí la misma voz interior que me decía: No celebran los dolores de Mi Sagrado Corazón. Pero Señor -le dije- por qué no te fijas en otra monja y escuchó la misma voz en su interior: ‘Porque no hay otra más baja que tú". 




                    En otra ocasión Jesús le muestra los Dolores que asaetan Su Sagrado Corazón: "Una noche de repente, vi aparecer ante mi vista una luz clarísima, no como la del sol, sino blanquísima y suave, pues no ofendía la vista. En medio de esta apacible luz, se me presentó Nuestro Señor Jesucristo, derramando sangre de todos sus poros. Y con melifluo acento, mientras me descubría su amante Corazón, traspasado con diez dardos que sobremanera le herían y oprimían, me dijo: Estos diez dardos me traspasan, porque los hombres quebrantan los Diez Mandamientos de Mi Santa Ley".

                    Sus Directores pidieron a Sor Encarnación una señal de la veracidad de sus revelaciones, y ésta no tardó en llegar: habiéndose desatado una epidemia de cólera en la ciudad y producido muchas muertes, incluso la de varias Hermanas de la Orden, la que había sido elegida apóstol de los Dolores Internos del Sagrado Corazón se contagió y empezó rápidamente a empeorar. Vio aquí la mano de la Providencia y entendió que debía extender la Devoción a los Dolores Internos; de esta manera sanó milagrosamente, sin embargo  cuando dudó sobre lo acontecido, se empeoró, pero pidió perdón por falta de fe y se reafirmó en su promesa, curando así definitivamente. Fueron el Obispo de Granada (Guatemala) Monseñor José Cándido Piñol, con el refrendo de los Padres Taboada y Miguel Muñoz, quienes afirmarían la veracidad del fenómeno místico, además de animas a la vidente a que propagase la Devoción de los Dolores Internos del Sagrado Corazón de Jesús. 

                    La propia Sor María Encarnación dejaría por escrito lo sucedido al contar que "A la tercera noche me sucedió lo mismo, y no hallando qué hacer, me ofrecí al Señor prometiéndole que pasaría por las vergüenzas, contradicciones, trabajos y dificultades, para establecer o promover esta devoción. Al instante vino a mi alma y corazón la tranquilidad. A los dos o tres días tuve duda sobre lo que había pasado, pensando que serían cuentos míos o casualidades y como que me inclinaba a no hacer caso de lo ocurrido. En esto me comenzaron los síntomas del cólera y ya a desarrollarse y al mismo tiempo a apoderarse de mí el terror. Con esto entendí que era castigo por la duda que había tenido, y le pedí perdón al Señor y de nuevo le prometí hacer lo ya dicho. Solo esto bastó para que cesara todo y quedara buena."

                    Cuenta la Madre María Encarnación que el mismo Señor le inspiró y le dio luz de cómo había de ser la imagen que representase los Dolores Internos de Su Corazón: debería tener un Corazón con diez dardos, tres en el centro y siete alrededor. Estos dardos significaban el quebrantamiento de la Santa Ley de Dios en Sus Diez Mandamientos, pero específicamente ciertos pecados de las almas consagradas.

                    Los tres dardos del centro representan: 

    - el escándalo y sacrilegio de los malos Sacerdotes.

    - el violar sus votos las Esposas de Cristo. 

    - la persecución de los justos.

                    Los siete dardos de alrededor de Su Corazón significan: 

    - las herejías esparcidas por todo el mundo.

    - ver a Su Eterno Padre gravemente ofendido.

    - la apostasía de los malos Cristianos.

    - el olvido de Sus beneficios.

    - el desprecio de Sus gracias y Sacramentos.

    - la frialdad e indiferencia de los Suyos.

    - la poca implicación de Fe en la vida diaria de muchos que dicen ser Sus amigos.




                    El DESAGRAVIO es el fin último y exclusivo de esta Devoción a los Dolores Internos del Sagrado Corazón de Jesús, enfermo de ingratitudes y saciado de dolores, que quiere mostrarnos Sus más crueles heridas, Sus más hondas Llagas, las que cada día le producen los continuos dardos que le propinan los hombres, pero muy en particular las almas a Él consagradas 

                    Esta nueva manera de conocer y amar al Sagrado Corazón fue conocida, aprobada y difundida por el que fuera Obispo de Pasto (Colombia), el agustino recoleto Mons. Ezequiel Moreno y Díaz, que además animó a la Comunidad de Religiosas Betlemitas a practicarla, de forma especial los días 25 de cada mes. Tal fue la devoción del Obispo que en 1900 escribió un opúsculo dedicado a defensa de las revelaciones de los Dolores Internos del Sagrado Corazón, así como a su práctica piadosa, mediante diversas oraciones y una novena; la obra sería traducida al italiano en la misma ciudad de Roma y aprobada por los Censores del Papa.



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