El gran movimiento mundial de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús, que ya en el siglo XVII había sido relanzado por San Juan Eudes como el culto gemelo al Corazón de Nuestra Señora, en el siglo XX tenía un complemento precioso en el movimiento de Consagración al Inmaculado Corazón de María.
El Mensaje de Fátima tuvo una gran influencia en este movimiento, encomendado por la Virgen a los tres pastores portugueses: Lucía, Jacinta y Francisco. Las apariciones marianas fueron preparadas por las del Ángel de Portugal, que tuvieron lugar en el verano de 1916. Primero les dijo a los tres niños: “Los Corazones de Jesús y María están atentos a la voz de vuestras súplicas”; en la segunda Aparición agregó: “Los Sagrados Corazones de Jesús y María tienen designios de misericordia sobre vosotros”. En la tercera manifestación del Ángel, les enseñó una oración que recordaba la unión de los dos Corazones y la necesidad de dirigirse a ellos: “... y por los méritos infinitos del Sacratísimo Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores”. La vidente Jacinta, poco antes de morir le dijo a su prima Lucia: “Te mantendrás viva, para decir que Dios quiere establecer la Devoción al Inmaculado Corazón de María en el mundo; el Corazón de Jesús quiere que, a Su lado, también se venere el Corazón de María”.
Si Jesús le dijo a Santa Margarita María que establecería el Reino de Su Sagrado Corazón, la Virgen confirma a los pequeños pastores de Fátima, en la Aparición del 13 de Julio de 1917, que “Al final, Mi Inmaculado Corazón triunfará”, es decir, antes del Final de los Tiempos, la Providencia establecerá el Reino de María en el mundo convertido.
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