miércoles, 28 de noviembre de 2018

SANTA CATALINA LABOURÉ, la confidente de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa


SEMBLANZA DE SANTA CATALINA LABOURÉ


               Nació el 2 de Mayo de 1806, en la granja de Fain, situada en Fains les Moutiers, Francia; será inscrita en el registro con el nombre de Catalina, pero la llamarán familiarmente Zoé. Cuando apenas alcanza la edad de poder ayudar, la mandarán a cocinar, coser, ordeñar y a realizar todas las tareas domésticas. Quedó huérfana a los nueve años y así es enviada, junto a su hermana Marie Antoniette, a casa de un tío donde permanecen alrededor de dos años, abandonadas a su suerte.

               De regreso a casa, ocupa el puesto de la madre en la dirección de la granja, teniendo sólo once años. Se levanta al amanecer y se acuesta tarde: además de ordeñar, se encarga de la lechería, donde se prepara la mantequilla y los quesos. También se encarga del gallinero, de la fruta y de la verdura, el alimento para los animales y para los hombres. 





               Catalina será desde siempre un alma muy piadosa, por eso va con frecuencia a la Iglesia para rezar arrodillada por mucho tiempo, que le ocasionó una artrosis que padecerá de por vida. Ayunaba los viernes y los sábados.

               A los dieciocho años tuvo un sueño profético, donde un viejo sacerdote le informa de que Dios tiene proyectos para su vida. Más tarde descubrirá que este sacerdote es San Vicente de Paúl. Con diecinueve años Catalina es aun analfabeta y su padre la inscribe en un instituto de Châtillon, donde es obligada a seguir cursos elementales con pequeñas de diez años, que la juzgaban estúpida. Ella, sintiéndose incómoda no comprende y abandona el curso.

               De vuelta a casa reemprende la vida acostumbrada, pero anida en su corazón el deseo de hacerse monja. A los veintiún años, anuncia a su padre su intención de entrar en las Hijas de la Caridad: el padre se niega. La envía a París para que encuentre distracciones, luego a Châtillon para labrarse un futuro, pero todo es inútil.

              A los veinticuatro años, 22 de Enero de 1830, Catalina Labouré inicia su Postulantado de tres meses junto a las Hijas de la Caridad, donde aprende a leer, a escribir y a servir a los pobres.

               El 21 de Abril entra en la Casa Madre de la Congregación en Rue-du-Bac, donde vestirá el hábito de novicia, y de inmediato se le destina a desarrollar trabajos pesados, se despierta a las cuatro de la mañana las privaciones le cuestan poco, acostumbrada como estaba al rigor de su granja.

                El 25 de Abril es el día del traslado de las reliquias de San Vicente de Paúl y el féretro permanece expuesto a la veneración de los fieles durante una semana. Catalina percibe la presencia del Santo Fundador y dialoga con él. En esta ocasión, y durante tres días consecutivos, se le aparece, sobre un pequeño relicario, en la capilla de las hermanas en Rue- du-Bac, el corazón de San Vicente.

                Pasan algunos das y Catalina, durante la Santa Misa ve que la Hostia recién Consagrada por el sacerdote, se transforma en el Rostro de Cristo; este fenómeno que durará hasta el final de su noviciado.

                En la noche del 18 de Julio de 1830, Catalina es despertada por un Ángel en las facciones de un niño, vestido de blanco: la conduce a la Capilla, donde aparece la Santa Virgen en una aparición corporal; el diálogo entre ambas duraría más de dos horas. Nuestra Señora habla a Santa Catalina sobre el futuro y anuncia tiempos dolorosos para Francia y vaticina la muerte del Arzobispo de París para cuarenta años después. Catalina confía al Padre Aladel, su confesor, lo que ha visto pero el sacerdote no cree estas profecías catastróficas. Las palabras de la Virgen se confirmarán con la insurrección de París.

                Pasan cuatro meses y el 27 de Noviembre, la Virgen reaparece mientras Catalina está en oración en la Capilla. Mientras transcurre la visión una voz interior le dice: "Haz grabar una medalla según este modelo". Informado de la visión el Padre Aladel, califica a Catalina como una chica exaltada.

                Algunos días después, ya en el mes de Diciembre, Santa Catalina, como de costumbre, está rezando en la Capilla cuando la Virgen María se le vuelve a aparecer para confirmar a la vidente lo que le había manifestado en la anterior aparición: por último le informa que ya no se hará ver más, pero oirá su voz durante las oraciones.

                En Otoño, Catalina comienza a sentir, otra vez, durante las oraciones las misteriosas elocuciones interiores. La Virgen insiste a Catalina para que hable al Padre Aladel, para que realice la medalla. Sólo tras la intervención del Arzobispo de París, Monseñor Quélen, se concede el consentimiento para acuñar la medalla y difundirla. Padre Aladel procede a ello. Los primeros ejemplares estarán disponibles para principios de Marzo de 1832: dos años han transcurrido en vano.

               Estalla el cólera en París y mueren muchas víctimas, la medalla se distribuye y se revela como una ayuda entra el cólera y todos los males físicos, hasta tal punto de calificarla como "Medalla Milagrosa". En dos años se reparten veinte millones de copias y el éxito continua aumentando: es un triunfo popular. Santa Catalina continúa con una vida escondida y silenciosa: cura a los ancianos y les convierte.

               En las Iglesias se multiplican las estatuas y las representaciones de las Apariciones de 1830; el Arzobispo de París hace venerar a la "Señora de la Medalla Milagrosa" y obtiene del Papa Gregorio XVI el solemnizar el 18 de Diciembre como la fiesta de la Inmaculada Concepción.




              En 1870, Napoleón III abdica en Sedan y se proclama la República. Francia asaltada por los prusianos se transforma en un campo de batalla: el asedio a París durará todo un año. La Casa Madre se convierte en ayuda urgente y Catalina deberá, con gran esfuerzo, garantizar 1200 menús diarios. Se va hacia la guerra civil con violencia, ejecuciones sumarias fomentadas por el odio hacia las clases acomodadas.

               El 30 de Abril la situación se hace insostenible y las hermanas deben dejar la Casa Madre a pesar de que Catalina profetiza el fin de la sublevación, que tuvo lugar el 31 de Mayo. Antes del fin, el 30 de Abril el Arzobispo de París, Monseñor Darboy, será ejecutado por los revolucionarios, como había sido vaticinado. Hubo muchas víctimas entre los religiosos.

               En Septiembre de 1876  comienza a tener problemas cardíacos, las crisis que la mantienen en cama persisten, pero íntimamente siente que vivirá hasta final de año. En Diciembre se disloca una muñeca y la percepción de ser inútil la desmoraliza, robándole las últimas fuerzas. Debe guardar cama, pero la Hermana encargada de llevarle los alimentos y las medicinas, se olvida de encender el fuego casi siempre: así es privada de todo, hasta de lo necesario. La dejan sola todo el día.

                El 30 de Diciembre Catalina pide la extremaunción. Aunque todos piensan que es demasiado pronto, ella insiste. El 31 a las 6.30 se dan cuenta de que Catalina está muriendo. La Comunidad se arrodilla en el cabezal de la moribunda y reza las invocaciones de la Medalla Milagrosa, Catalina se abandona, sin sufrimientos, entre los brazos de la Madre Celestial.

                Fue beatificada por el Papa Pío XI el 28 de Mayo de 1933 y canonizada por Pío XII el 27 de Julio de 1947: sus reliquias están expuestas en la Capilla en que tuvieron lugar las Apariciones. 



DEL DISCURSO DEL PAPA PÍO XII a los peregrinos llegados a Roma 
por la Canonización de Santa Catalina Labouré




                ¡Qué lección para el orgullo del mundo y para su hambre de ostentación! El amor propio hace como que se disimula y se viste de las apariencias del celo, pero es siempre el mismo, quien, como en otros tiempos junto a Jesucristo, susurra al oído el ” Manifesta teipsum mundo” (“Date a conocer al mundo”). Catalina Labouré ha llevado a cabo maravillosa y fructuosamente esta misión en la obscuridad, donde ha vívido cuarenta y seis años. Ahora ha llegado para ella la hora anunciada por el Apóstol: “Porque muertos estáis ya y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, que es vuestra vida, entonces apareceréis también vosotros, con El, gloriosos”. (Col. 3, 3-4).

                 En la Gloria, donde resplandece con plena luz allá arriba. junto a Jesucristo y a su Madre; en la Gloria, con la que brilla también acá abajo, por donde pasó ignorada, ella sigue siendo la mensajera de la Inmaculada. Está a vuestro lado, sacerdotes de la Misión e Hijas de la Caridad, infundiéndoos el fervor de vuestra santa vocación; está junto a vosotras, Hijas de María, que ella tanto amó y de la que es constante protectora, exhortándonos a la fidelidad, a la pureza, a la piedad y al apostolado; está junto a vosotros todos, pecadores, enfermos, débiles y afligidos, que levantáis los ojos repitiendo con confianza la invocación: “i Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!”.

                Por su intercesión las más abundantes gracias lloverán sobre vosotros a quinos de todo corazón damos, como prenda de las gracias divinas, Nuestra Bendición Apostólica”.






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