miércoles, 26 de septiembre de 2018

CON DIOS A SOLAS ( XXV ) por el Padre Valentín de San José, Carmelita Descalzo


                Cumplan estas MEDITACIONES-LECTURAS el fin que me he propuesto, o sólo resulten un poco de ceniza fría en lugar de brasa encendida, te las presento con el deseo de que Dios, por medio de ellas, te ayude y esfuerce a vivir santamente en tu retiro la vida espiritual, la vida verdaderamente santa y que más alegrías y dulzuras hace gustar aun en este mundo.


(Padre Valentín de San José, en el prólogo de "Con Dios a solas")




               Soy llamado para vivir cada día más intensamente la vida espiritual. Dios me habla y me da Su vida y Su Amor en la oración. Quiero repetir que la oración es el ejercicio de amor. Debo buscar, ansioso, la oración y recogerme en Dios, para que Dios me llene de Su vida. No es la vida pequeña e insegura de mi cuerpo la que debo cuidar y vivir, porque Dios me ofrece Su vida y Su amor eternos para que sean míos y empiece a vivirlos. Que yo no sea mío, sino de Dios. Que me sumerja y viva en la luz, hermosura y verdad de Dios.

               Según sea mi entrega a Dios será el amor que Dios ponga en mi alma. Cuando más perfectamente me ofrezca yo, más recibiré de Dios. Él se da a quien se le entrega. Dios entra a tomar posesión del alma cuando el alma no se lo estorba. Cuando el alma se vacía completamente de lo criado, Dios llena al alma completamente de Sí mismo. Si el alma no sale de su amor propio, Dios no puede tomar posesión del alma, ni la puede transformar en amor ni hacerla vida suya.

               Para que yo sea de Dios según lo he escogido y para que Dios tome posesión de mi alma y establezca en ella Su morada como quiere, tengo que entregarme de estas dos maneras: primero, venciendo mi natural torcido, dominando mis apetitos, acabando con mi amor propio, que es mi mayor enemigo, y mortificando y ordenando mis sentidos y mis gustos. Lo segundo y principal -pero que no podré realizarlo mientras no haya cumplido lo primero- debo entregar a Dios mi corazón y mi entendimiento, mis deseos y mis aspiraciones; debo humillar mi carácter y mi entendimiento; porque este mi criterio y mi entendimiento me pierde.

               Me decía en mi meditación que tengo demasiada cabeza, no por el talento, sino porque quiero que la vida y la virtud sean según mi gusto y manera de pensar; quiero que las cruces y las pruebas vengan muy puestas con mi razón. Dios mío, que jamás diga yo para defenderme: esto es muy conforme a razón. ¿No me enseñasteis Vos que para seguiros tenía que negarme y tomar la cruz? Y mi Santa Madre, Teresa de Jesús me dice: "El que quiera virtud muy puesta en razón nunca tendrá mucha virtud". Si la virtud ha de ser obra de la razón y de la mera prudencia humana, no podrá ser la obra sobrenatural de Dios ni la vida de Dios.

               Darme a Dios es darle mi pensamiento íntimo, es tener con Él mi idea y mi amor; porque en el pensamiento y en el amor pone su trono la soberbia, insumisión y rebeldía para dominarme y perderme. Tengo que dar a Dios este mi pensamiento y sentir íntimo y despreciarme a mí cuando me enseñe a discurrir con miras humanas.

               Cuando esto haya realizado, me será fácil tenerle vivificado y embellecido con la suave y santa presencia de Dios y con Su divino Amor. Es entonces el tiempo de venir el Señor, lleno de amor, a poner Su Trono en este pensamiento íntimo mío y reinará con Su Misericordia de Padre en todo mi ser. Quiere venir a mí para ser mi Vida y mi Amor.

              ¿Reinas al presente, Dios mío, de este modo mi alma? ¿Cuándo mi imaginación dejará de ser mi tormento y me presentará hermosuras de Cielo?.



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