Dedicamos los días jueves a meditar el Misterio Eucarístico, la gran bondad que tuvo Nuestro Señor Jesucristo de quedarse en nuestros sagrarios, oculto bajo la forma de una sencilla hostia, pero en toda Su Gloria, rodeado de la Corte Celestial, invisible a algunos ojos humanos, que le adora sin cesar noche y día. Deseo que tú que lees esto, te conviertas en uno de esos adoradores del Señor en el Tabernáculo, donde tendrás preferencia si con humildad te arrodillas y le entregas tu corazón...
Recuerda además en tus oraciones, pedir hoy de manera especial por LA SANTIDAD SACERDOTAL, para que el Señor conserve en la fidelidad a los buenos sacerdotes y nos siga bendiciendo con el maravilloso regalo de Su Presencia en medio de la actual Apostasía.
LECTURA - MEDITACIÓN
¿Queréis distinguiros por la nobleza de vuestro amor?... Al que es el Amor por esencia habladle del amor. Hablad a Jesús de Su Padre celestial, a quien tanto ama; recordadle los trabajos que se ha impuesto por la gloria de Su Padre e inundaréis Su espíritu de felicidad. Él, en retorno, os amará cada vez más. Hablad a Jesús del Amor que tiene a todos los hombres y veréis cómo la alegría y el contento ensanchan Su Divino pecho, al mismo tiempo que vosotros participáis de esos dulces afectos; habladle de la Santísima Virgen y le renovaréis la dicha de un buen hijo que, como Jesús, ama entrañablemente a Su Madre; habladle de Sus Santos y le glorificaréis reconociendo la eficacia de Su gracia. El secreto del amor está en olvidarse, como san Juan Bautista, de sí mismo, para ensalzar y alabar a Jesucristo.
El verdadero amor no atiende a lo que da, sino a lo que merece el amado. Si obráis de esta manera, satisfecho Jesús de vuestra conducta, os hablará de vosotros mismos, os manifestará Su cariño y preparará vuestro corazón para que al aparecer en él los primeros rayos del sol de Su Divino Amor quede abierto a la acción de la gracia, a la manera que la flor, húmeda y fría durante la noche, abre su corola al recibir los primeros fulgores del astro del día. Entonces Su Voz dulcísima penetrará en vuestra alma como el fuego penetra en los combustibles y podréis decir con la esposa de los Cantares: “Mi alma se ha derretido de felicidad a la voz de mi amado” (Cant 5, 4). Escucharéis esta voz en silencio, o mejor, en el acto más intenso y suave del amor: os identificaréis con Él.
El obstáculo más deplorable al desenvolvimiento de la gracia del amor en nosotros es el comenzar por nosotros mismos tan pronto como llegamos a los pies del Buen Maestro, hablándole, enseguida, de nuestros pecados, de nuestros defectos y de nuestra pobreza espiritual; es decir, que nos cansamos la cabeza con la vista de nuestras miserias, y contristamos el corazón oprimiéndolo por el pensamiento de tanta ingratitud e infidelidad. De esta manera la tristeza produce pena, y la pena desaliento; y, para recobrar libertad en presencia del Señor, no salimos de este laberinto sino a fuerza de humildad y de angustia y de sufrimiento. No procedáis así en adelante. Y comoquiera que los primeros movimientos de vuestra alma determinan, de ordinario, las acciones subsiguientes, ordenadlos a Dios y decidle “Amado Jesús mío, ¡cuánta es mi felicidad y qué alegría experimento al tener la dicha de venir a verte, de venir a pasar en Tu compañía esta hora y poderte expresar mi amor! ¡Qué bueno eres, pues que me has llamado; cuán amable, no desdeñándote en amar a un ser tan despreciable como yo! ¡Oh, sí, sí; quiero corresponder amándote con toda mi alma!”. El amor os ha abierto ya la puerta del Corazón de Jesús: entrad, amad y adorad.
Beato Pedro Julián Eymard
Consideraciones y Normas Eucarísticas de Vida Cristiana
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