...para comprender la extensión y la intensidad de los sufrimientos de Nuestra Señora, es necesario conocer lo que fue su amor por Jesús. Y su amor aumentó su sufrimiento. La naturaleza y la gracia concurren para producir en el Corazón de María impresiones profundas. Nada es más fuerte y más imperioso que el amor que la naturaleza da por un hijo y que la gracia da por un Dios
Jesucristo fue llamado por el profeta Isaías de Vir Dolorum – “Varón de Dolores” (Isaías,cap. 53, vers. 3). La Pasión de Cristo no fue un hecho aislado en su vida, sino el ápice de una secuencia enorme de dolores, que comenzaron desde el primer instante de su Ser y fueron hasta el momento en que, en medio de un diluvio de dolores, exhaló el terrible Consummatum est — “Todo está consumado” (San Juan, cap. 19, vers. 30).
La Santísima Virgen, siendo un espejo de la Sabiduría y de la Justicia, refleja en sí todo cuanto es de Nuestro Señor Jesucristo. Así, se puede afirmar que Ella fue la Mulier Dolorum, la Dama de los Dolores. Su vida entera fue invadida por el dolor. Fue sin embargo un dolor proporcional a las fuerzas incalculables que la gracia le daba.
Como un dolor impuesto por la Providencia, por más lancinante que haya sido, no era de aquellos dolores que todo lo ponen en turbulencia, en probación y que devastan el alma. Eran dolores inmensos, pero muy arquitectónicos, sabios, y que fueron recibidos con una serenidad de alma admirable. En la suprema amargura, conservaba la paz. Así, también de la Virgen María se puede decir que estaba en paz en medio de una suprema amargura.
Dios mucho amó a la Virgen y por eso le dio una inmensidad de cruces, que Ella cargó eximiamente, haciéndose así Corredentora del género humano.
Doctor Plinio Corrêa de Oliveira
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