lunes, 14 de agosto de 2023

LA SANTÍSIMA VIRGEN NO ESTÁ MUERTA, HA SUBIDO AL CIELO EN CUERPO Y ALMA, la revelación al pequeño Gilles Bouhours

 


               Gilles Bouhours nació el 27 de Noviembre de 1944, Fiesta de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, en Bergerac, Nueva Aquitania, al sur de Francia. Cuando sólo tenía nueve meses, sanó milagrosamente de meningitis y encefalitis  gracias a la intercesión de Santa Teresita del Niño Jesús, a quien los familiares de Gilles solicitaron la salud del niño; para conseguir la ayuda de la Santa, colocaron una estampa con reliquia de la Santa carmelita bajo la almohada del pequeño; al cuarto día de incesantes súplicas, Gilles, que había sido desahuciado por los médicos, sanó sin dificultades. 

               En agradecimiento por el milagro, la familia Bouhours peregrinó a Lisieux para agradecer a Santa Teresita su intercesión. Pero la relación del niño y la Santa no terminaría ahí: en un futuro, Gilles tendrá la gracia de ver y tratar a Santa Teresita en diversas manifestaciones místicas.

               Desde bien pequeño, tenía sincera piedad, rezaba largas horas y se le veía haciendo penitencia. Con apenas 3 años, aseguraba haber visto a la Santísima Madre de Dios; preguntándole responderá “La Santísima Virgen tenía un vestido blanco, la cabeza cubierta con un velo amarillo”.

               Debido a su especial religiosidad, al pequeño Gilles se le permitió comulgar por vez primera el 12 de Junio de 1949, con tan sólo cuatro años. Su devoción a Jesús en el Santísimo Sacramento fue extraordinaria; desde siempre había expresado su deseo de ser Sacerdote. 

               Dos meses después de su Primera Comunión tuvo la siguiente conversación con un Misionero popular:

     - ¿Qué quieres ser cuando seas mayor?

          - Sacerdote.

     - ¿Y por qué quiere ser Sacerdote?

          - Para colocar a Jesús en la Sagrada Hostia.

     - ¿No te gustaría ser Misionero también?

          - ¿Qué significa Misionero?

     - Es un Sacerdote que hace que Jesús y María se amen mucho.

          - Sí, sí, claro que me gustaría ser Misionero.

               Este deseo por el Sacerdocio se convirtió en él en una sana obsesión, en un hambre insaciable por el Pan de los Ángeles; no le temía al frío, ni a nada de este mundo cuando deseaba asistir a la Santa Misa y así comulgar.

               El pequeño Gilles llegó incluso a celebrar -nunca por juego, ni por diversión- “Misas Blancas”, que consistía en recitar sobre un altar, dispuesto en un cuarto de su casa, todas las oraciones de la Misa, tal como las dice el Sacerdote, de principio a fin, sin que tenga lugar la Consagración, como es lógico, pero revestido con los ornamentos que previamente le habían hecho para tal piadoso fin.

               El 13 de Diciembre de 1948, Gilles fue agraciado con un importante Mensaje de Nuestra Santa Madre: la Virgen le pedía que acudiese al Papa, entonces el Venerable Pío XII, para transmitirle un Mensaje de suma importancia. Así se lo comunicó a su padre, que al principio no quiso implicarse en el proyecto, si bien no dudaba de la veracidad de las palabras de aquél ángel terrenal.

               Sin embargo, Guilles insistió en esa visita al Papa durante dos años; su madre, intrigada por todo aquello le preguntó en qué consistía el Mensaje que le había transmitido la Virgen. La respuesta del niño no se hizo esperar: “¡Madre, el Mensaje no es para ti, es para el Papa!”. En una ocasión su padre le preguntó: “¿Y tú sabes quién es el Papa?”. Gilles, muy grave,  respondió: “¡El Papa es el Papa y tengo que darle el Mensaje de la Virgen!”

               Así, a finales de 1949, los vecinos de la familia Bouhours, conocedores del fervor del niño, se ofrecieron a pagar el viaje de éste y de su padre a la Ciudad Eterna.  

               Cuando llegaron a Roma, se quedaron en un colegio francés. En un principio, nadie sabía de su llegada, que se produjo un Martes. Al día siguiente, un emisario del Papa preguntó en la entrada del colegio si allí se había alojado un niño de la región de Lourdes. Y cuando el padre se enteró de este hecho, quedó asombrado. ¿Cómo se había enterado el Papa de su llegada?. En cualquier caso fue un alivio saber que la audiencia fue facilitada de manera extraordinaria. La entrevista tendría lugar al día siguiente, un Jueves 10 de Diciembre de 1949.

               Una secretaria recibe y lleva al niño a hablar con Su Santidad el Papa, y su padre lo esperó afuera aproximadamente una hora.

               Al final de la audiencia, el mismo Papa, tomando al niño de la mano, devolvió el pequeño a su padre, le dio las gracias y le dijo: “Llevo tiempo pidiéndole al Cielo que me dé la confirmación, una clara señal de aceptación divina, de un dogma que quiero declarar... su hijo me trajo un Mensaje de la Santísima Virgen María”.

               Nada se supo de la entrevista privada entre el Papa y el pequeño Gilles niño, hasta que en Mayo de 1950 el propio Pío XII dio a entender que el niño le había comunicado, en nombre de la Madre de Dios, que "La Santísima Virgen no está muerta, ha subido al Cielo en cuerpo y alma".

               En sus oraciones privadas, el Papa había pedido a Nuestro Señor una señal sobrenatural para proclamar el Dogma de la Asunción de María. El pequeño Gilles fue sin duda, la señal que el Cielo concedió al Pontífice, y así, el 1 de Noviembre de 1950, Pío XII proclamó infaliblemente el Dogma de la Asunción de Nuestra Madre Celestial, hasta la fecha, el último Dogma Católico.



               Desde 1950 hasta 1958, Gilles siguió viendo a la Virgen a intervalos regulares. El 13 de mayo de 1950 anuncia “El 13 de junio debo tener un vestido blanco. Tendré que caminar descalzo, como el pequeño Jesús, por la conversión de los pecadores

               El 15 de Agosto de 1954 Nuestra Santa Madre le revela: “Yo Soy la Reina del Salvador. Las manifestaciones privadas de la Virgen se prolongarían hasta 1958.

               El 24 de Febrero de 1960 Gilles enfermó, con un sopor misterioso que ningún médico pudo diagnosticar. Transcurridas 48 horas y tras recibir los Últimos Sacramentos, Gilles se preparaba para entregar su alma a Dios con apenas 15 años de edad. Antes de expirar, dijo: “Me voy a morir, pero no llores. Estoy bien y feliz”. Luego unió sus manos y realizó el acto de contrición, “Dios mío, te pido que perdones todos mis pecados… Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero…”

               Voló al Cielo el 26 de Febrero de 1960, con el primer Angelus, a las 6 de la mañana. En su tumba están grabadas estas palabras, que él mismo repetía con frecuencia:

               “Ama a Dios y a la Santísima Virgen. Ofrécele todos tus sufrimientos y así recobrarás la paz del alma”.



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