lunes, 2 de octubre de 2023

LOS ÁNGELES GUARDAN A CADA UNO DE LOS HOMBRES

 


               La existencia de los Ángeles está fuera de duda y siempre la Santa Iglesia los veneró y difundió su culto. San Gregorio Magno llega a decir esta hipérbole: «En casi todas las páginas de las Sagradas Escrituras está contenida la existencia de los Ángeles». El Antiguo Testamento habla repetidas veces de su acción prodigiosa en favor de los hombres: un Ángel avisa a Lot del peligro que corre Sodoma y el castigo que va a recibir esta ciudad. Otro Ángel conforta a la criada de Abrahán, Agar, cuando es despedida y camina por el desierto. Un espíritu angélico socorre al Profeta San Elías y le alimenta con pan y agua fresca por dos veces cuando huye de la persecución de la reina Jezabel. Un Ángel acompaña y colma de gracia al joven Tobías y a su padre y demás familiares. Casi todo el libro de Tobías está en torno al Arcángel San Rafael. 

               También en el Nuevo Testamento aparecen desde el Arcángel San Gabriel anunciando a la Virgen la Encarnación del Hijo de Dios, el Ángel que baja a Getsemaní a consolar a Nuestro Señor en la agonía del Huerto de los Olivos o el Ángel liberando a San Pedro de las cadenas y abriéndole la puerta de la cárcel...

               En las vidas de los Santos, tanto antiguos, como Santa Inés, tanto de la Edad Media, como San Francisco de Asís, y modernos, como Santa Micaela del Santísimo Sacramento, Santa Gema Galgani y San Francisco de Sales... la presencia del Ángel de la Guarda en sus vidas es como algo inseparable. Mucho lo vivió también el Beato Manuel Domingo y Sol.

               Desde que tenemos uso de razón en nuestros hogares cristianos se nos infunde la devoción al Ángel de nuestra Guarda y se nos recomienda que no demos oído al ángel malo que nos instigará al pecado y que tratemos de oír siempre al Ángel bueno que nos inspirará lo que hemos de hacer y hemos de evitar.

               Es Doctrina comúnmente admitida que, al nacer, el Señor ya nos señala un Ángel para nuestra custodia y que cada familia, cada pueblo, cada Nación tienen su propio ángel. El sabio Orígenes ya decía algo parecido en el siglo III: "Sí, cada uno de nosotros tenemos un Ángel que nos dirige, nos acompaña, nos gobierna, nos amonesta y presenta a Dios nuestras plegarias y buenas obras".

               Santo Tomás de Aquino dividió los Coros angélicos en nueve categorías diferentes: "Los Serafines, Querubines y Tronos, forman la augusta corte de la Santísima Trinidad; las Dominaciones presiden el gobierno del Universo; las Virtudes, la fijeza de las leyes naturales; las Potestades refrenan el poder de los demonios; los Principados tienen bajo su amparo a los reinos y naciones; lo Arcángeles defienden a las comunidades menores, y los Ángeles guardan a cada uno de los hombres".



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SAN AGUSTÍN NOS HABLA DE LA MISIÓN DE LOS ÁNGELES CUSTODIOS


               "Ellos aman verdaderamente a los que en su compañía han de ser también ciudadanos de la Gloria y esperan que con la salvación de los hombres se han de reparar las ruinas de los Ángeles. Por tanto nos asisten con gran cuidado y vigilancia a todas horas y en todas las ocasiones, socorriéndonos y proveyéndonos en nuestras necesidades, siendo los mensajeros que corren con solicitud desde nosotros hasta el Trono de Vuestra Divina Majestad, para ofreceros nuestras lágrimas, sollozos y suspiros, para alcanzarnos de vuestra benignidad y clemencia el perdón de nuestras culpas, y traernos la deseada bendición de vuestra gracia.

                Andan con nosotros en todos nuestros caminos, entran y salen siempre con nosotros, considerando atentamente con qué piedad y virtud, con qué honestidad vivimos en medio de otros muchos que son malos, y con cuanto cuidado y deseo buscamos Vuestro Reino y Vuestra Justicia, y con cuanto temor y respeto os servimos y nos alegramos en Vos también, ¡oh verdadera alegría de nuestro corazón!

               Ayudan a los que trabajan, defienden a los que reposan, exhortan a los que pelean, coronan a los que vencen. Se alegran con los alegres, con tal que esta alegría sea en Vuestra Majestad y se compadecen de los que ven padecer como padezcan por Vos."


( San Agustín, "Meditaciones, Soliloquios y Manual" )



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