lunes, 29 de diciembre de 2025

SOR JOSEFA MENÉNDEZ, Confidente y Víctima del Sagrado Corazón de Jesús



                           Josefa Menéndez y del Moral nació en el barrio madrileño de Lavapiés, el 4 de Febrero de 1890. Segunda hija de un matrimonio muy cristiano: su padre, Leonardo, también madrileño, fue un reconocido militar de artillería, educado en los Padres Escolapios; la madre de Josefa se llamaba Lucía, era natural del pueblo de Loeches, caracterizada por ser una mujer fuerte y piadosa, entregada de lleno a sus labores de esposa y de madre. Los padres procuraron el Bautismo de Josefa tan solo cinco días después del nacimiento de la niña: sería acristianada el 9 de Febrero en la Iglesia de San Lorenzo, "la Parroquia de las Chinches", conocida así por lo pobre y ruinoso que era el templo.

                        El modesto hogar fue duramente golpeado por la muerte de Francisco, el primogénito de la prole, que situaría a Josefa en dicho lugar. A la edad de cinco años Josefa recibió la Confirmación, y el Espíritu Santo se apoderó del pequeño Instrumento para hacerlo dócil a la acción divina. Tenía siete años cuando se confesó por primera vez, en un Primer Viernes, día memorable en su vida, del que escribía más tarde: "3 de Octubre de 1897: Mi primera confesión. ¡Si siempre tuviera la misma contrición de aquel día!". Su Confesor y Director fue el afamado Padre José María Rubio, que admirando las aptitudes sobrenaturales de la niña, la inició a una vida interior proporcionada a su edad. Le enseñó a sembrar de jaculatorias los días y las horas y, poco a poco, Josefa se acostumbró a conversar con el Huésped Divino de su alma, en cuya Presencia vivía. Para formarla en la oración mental el Padre Rubio le dio el libro "El Cuarto de Hora de oración".

                       Cumplidos los once años, por recomendación de su Director Espiritual, Padre José María Rubio, la admitieron las Religiosas de María Reparadora en el grupo de niñas que, por las tardes, se reunían para prepararse a la Primera Comunión, y los deseos de Josefa se enardecían a la perspectiva de tan dichoso día. Cuando llegó su Primera Comunión escribiría: "Desde hoy, 19 de Marzo de 1901, prometo a mi Jesús, delante del Cielo y de la tierra, poniendo por testigos a mi Madre la Virgen Santísima y a mi Padre y Abogado San José, guardar siempre la preciosa virtud de la virginidad, no teniendo otro deseo que agradar a Jesús, ni otro temor que desagradarle...". Josefa conservó preciosamente el testimonio de su primera ofrenda, la repetiría cada vez que comulgaba y la hojita amarillenta, escrita con gruesos caracteres de letra infantil, fue hasta su muerte el tesoro de su fidelidad. La Sagrada Comunión era la felicidad de Josefa, y desarrollaba en su corazón los inicios de las virtudes sólidas que ya se revelaban en ella.

                        A los trece años sus padres la envían al "Taller del Fomento del Arte", mientras que sus hermanas estudiarían en el Colegio del Sagrado Corazón en la Calle de Leganitos, donde educaban las Religiosas a las que Josefa se uniría más adelante. En el interior de la familia reinaba el bienestar y la felicidad; la mayor recompensa de las niñas era, por aquel tiempo, un pequeño viaje al pueblo de Loeches, para visitar a su tía materna, la Madre Priora del Carmelo. Cuando las pequeñas regresaban a casa jugaban "a los conventos": rezaban el oficio en coro, imitaban, con más o menos realismo, las penitencias del claustro. "Pepa" -como llamaban en casa a Josefa- participaba también, pensando interiormente que para ella todo aquello era más que un juego. 

                        Para complacer a sus padres, Josefa comenzó a trabajar en el taller de una conocida modista de Madrid; allí la joven conocería y sufriría la frivolidad del mundo, un ambiente que en nada era comparable al de su hogar, donde rezaban en familia y tenían a Dios como único y soberano Bien. El sufrimiento, que debía imprimir su huella en toda la vida de Josefa, pronto penetró en la familia: en 1907 moría su hermana Carmen a los doce años de edad. Poco después, la abuela materna siguió a la niña al sepulcro. La muerte de la pequeña dejaría a los padres sumidos en una pena que les tocó para siempre, y Josefa se convirtió entonces en la enfermera de sus padres y en el sostén económico de su familia.

                       La última enfermedad y muerte del padre de Josefa, en Abril de 1910, fue piadosamente asistida por el Reverendo Padre Rubio, dejando a la jovencita como único apoyo de su madre y de dos hermanas, a las que sostenía con su trabajo. Josefa hábil costurera, conoció las privaciones y preocupaciones, el trabajo asiduo y las vigilias prolongadas de la vida obrera, pero su alma enérgica y bien templada vivía ya del amor del Corazón de Jesús, que le atraía a sí irresistiblemente. Su carácter jovial, el ardor que ponía en todo, su intuición para adivinar lo que agradaba a los demás, olvidándose a sí misma, hacían de ella el alma de su hogar en el que todo era dicha y unión y donde las alegrías mejores iban siempre marcadas con el sello de la Fe. Durante mucho tiempo deseó la vida religiosa, sin que le fuese dado romper los lazos que la unían al mundo; su trabajo era necesario a los suyos y su corazón, tan amante y tan tierno, no se resolvía a separarse de su madre, que a su vez creía no poder vivir sin el cariño y el apoyo de su hija mayor. Un profundo dolor la hirió cuando su hermana Mercedes obtuvo el consentimiento materno en 1911, y la precedió como religiosa en la Sociedad del Sagrado Corazón en el Noviciado de Chamartín, en Madrid.

                       Por fin, el 5 de Febrero de 1920, Josefa dejaba a otra hermana, Ángela, ya en edad al cuidado de su madre y abandonaba su casa y su Patria querida, para seguir más allá de la frontera a Aquél cuyo amor divino y soberano tiene derecho a pedírselo todo. Sola y pobre se presentó en Poitiers, en el convento del Sagrado Corazón de los Feuillants, santificado en otros tiempos por la estancia en él de Santa María Magdalena Sofía Barat. Allí se había reanudado hacía poco la obra de la Santa Fundadora y a su Sombra florecía de nuevo un Noviciado de Hermanas Coadjutoras del Sagrado Corazón. Nadie pido sospechar los designios divinos que ya empezaban a ser realidad. Sencilla y laboriosa, entregada por completo a su trabajo y a su formación religiosa, Josefa en nada se distinguía de las demás, desapareciendo en el conjunto. 

                        A finales de Junio de 1920 Sor Josefa sería agraciada con la experiencia mística de adentrarse en la Herida del Sagrado Corazón: "Vi cómo se habría aquella hendidura, por la que antes no podía pasar y me ha dado entender la felicidad que me esperaba si soy fiel a todas las gracias que Él me tiene preparadas... Yo no veía el término de este abismo, porque es como un espacio inmenso, lleno de luz... así he pasado la oración y parte de la Misa. Pero poco antes de la Elevación, mis ojos, ¡estos pobres ojos míos! han visto a mi amado Jesús... al único deseo de mi alma... a mi Dios y Señor... Su Corazón en medio de aquella gran hoguera... ni puedo decir lo que he sentido, porque es imposible... Pero quisiera que el mundo entero conociera el secreto de ser feliz: todo consiste en amar y abandonarse, Jesús se encarga de lo demás. Estando así anonada en presencia de tanta hermosura, de tanta luz me ha dicho estas palabras, con voz muy grave, aunque dulcísima: Así como Yo Me inmolo Víctima de Amor, quiero que tú también seas víctima: el Amor nada rehúsa".

                       El 16 de Julio de 1920, Josefa vestía el Santo Hábito. Gracias a la caridad de las Madres del Sagrado Corazón de Madrid, su madre y su hermana Ángela, pudieron acompañarla ese día; para su corazón tierno y amante fue gran consuelo verlas y hacerles compartir su dicha. Volvieron dos años después, el 16 de Julio de 1922, día radiante de sus primeros votos. Ni ellas, ni la familia religiosa de Josefa, pudieron traslucir la misteriosa unión que se realizaba entre el Corazón de Jesús y el de Su Esposa.


Sor Josefa recibía arrodillada las Confidencias del
Sagrado Corazón de Jesús y Nuestra Santa Madre,
en el silencio y recogimiento de su celda de Poitiers


                       El espíritu de mortificación de que estaba animada, la intensa vida interior que practicaba, y una como sobrenatural intuición en cuanto a su vocación se refería, llamaba la atención de algunas personas que la trataron con más intimidad. Pero las gracias de Dios permanecieron ocultas a cuantas la rodeaban, y desde el día de su llegada hasta su muerte, logró pasar desapercibida, en medio de la sencillez de una vida de la más exquisita fidelidad. Y en esta vida oculta, Jesús le descubrió su Corazón. "Quiero -le dijo- que seas el Apóstol de Mi Misericordia. Ama y nada temas. Quiero lo que tú no quieres... pero puedo lo que tú no puedes... A pesar de tu gran indignidad y miseria, me serviré de ti para realizar Mis designios". Desde entonces y hasta poco antes de su muerte, Sor Josefa recibiría numerosas revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús, de la Virgen Santísima y también de algunos Santos; en otras ocasiones sería místicamente transportada al Purgatorio y hasta el Infierno... todo de cuanto fue confidente y testigo sobrenatural, lo recogió por escrito, siguiendo las indicaciones de su Superiora y de su Confesor. Todos estos dones de Dios permanecieron ocultos a sus propios ojos y a su alrededor, y desde que ingresó en el Convento, hasta la muerte, pasó inadvertida bajo el velo de una vida perfectamente fiel.

                       Viéndose objeto de estas predilecciones divinas, y ante el Mensaje que debía transmitir, la humilde Hermanita temblaba y sentía levantarse gran resistencia en su alma. La Santísima Virgen fue entonces para ella la estrella que guía por camino seguro, y encontró en la Obediencia su mejor y único refugio, sobre todo, al sentir los embates del enemigo de todo bien, a quien Dios dejó tanta libertad. Su pobre alma experimentó terribles asaltos del infierno, y en su cuerpo llevó a la tumba las huellas de los combates que tuvo que sostener. Con su vida ordinaria de trabajo callado, generoso v a veces heroico, ocultaba el misterio de gracia y de dolor que lentamente consumía todo su ser. 

                       Por su experiencia como costurera fue designada para la hechura de los uniformes del Colegio; en cuanto hizo los Votos le confiaron la dirección del taller, con algunas novicias y postulantes para ayudarla. Sin escatimar trabajo las formaba, distribuyéndoles con discernimiento la labor, remediando sus torpezas con bondad.

                       Después de pasar por pruebas misteriosas y que debían completar su corona y consumar su ofrenda, se realizaba para Josefa en la soledad de su último suspiro la palabra del Divino Maestro: "Sufrirás, y abismada en el sufrimiento, morirás... No busques alivio ni descanso: no lo encontrarás, puesto que Yo Soy el que así lo dispongo..."

                       A principios de Diciembre de 1923, Sor Josefa guardaba cama por un fuerte agotamiento; allí emitiría su Profesión Religiosa al tiempo que recibía la Extremaunción. Obedeciendo a sus Superioras, Josefa tuvo aún fuerzas para escribir una carta de despedida a su madre y a sus hermanas. No pueden leerse sin emoción estos renglones tan sencillos y tan fervorosos. Dice así: "Miren, queridas mías; yo estoy contenta de morir porque sé que es la Voluntad de Aquel que amo. Además, mi alma tiene deseo de poseerle y verle sin velos, como se le ve aquí en la tierra... No lloren, ni estén tristes. Miren que la muerte es el principio de la vida para el alma que ama y espera. Nuestra separación será corta, porque la vida pasa muy pronto y luego estaremos juntas toda la eternidad. No crean que estoy triste. Estos cuatro años de vida religiosa han sido para mí cuatro años de Cielo. Lo único que deseo para mis hermanas, es que gocen como he gozado, pues crean que nada da tanta paz como hacer la Voluntad de Dios. No crean que muero de sufrimiento ni de pena, al contrario. ¿Mi muerte?, creo que es más, ¡de Amor! Yo no me siento enferma, pero tengo algo que me hace desear el Cielo porque no puedo pasar sin ver a Jesús y a la Virgen... Muero muy feliz, pero nada me da esta felicidad sino el saber que he hecho la Voluntad de Dios. Él me ha hecho marchar por caminos muy contrarios a mi gusto y a mis deseos, pero me recompensa en estos últimos días de mi vida que me encuentro envuelta en la paz del Cielo".

                       En la consumación del más fiel Amor, Sor Josefa entregaba su alma a Dios un Sábado, 29 de Diciembre 1923, a las ocho de la noche, consumida por la ardiente sed de las almas que le había comunicado el Corazón de Jesús; tiempo atrás el Señor le había advertido "Déjame escoger el día y la hora". En sus últimos minutos de vida, al oír el toque del Angelus, Josefa insistió a su enfermera que marchase al refectorio, asegurándole que se encontraba bien y que no necesitaba nada. Y en esta soledad, en este aparente abandono, dispuesto por Dios, pasa el Dueño y Señor de las almas y se la lleva, imprimiendo en ella esta última semejanza con Su agonía y su Muerte en la Cruz, completamente privado de todo auxilio humano. Cuando pocos momentos después vuelve la enfermera, Josefa ha dejado de existir para este mundo. La encuentra tendida en la cama, un poco echada la cabeza hacia atrás, semicerrados los ojos y una expresión dolorosa en su semblante: todo en ella recuerda a Jesús crucificado y muerto. Se ha cumplido al pie de la letra la revelación que en su día recibiera del Sagrado Corazón: "Sufrirás y, abismada en el sufrimiento, morirás"

                        Al instante, una impresión sobrenatural de gracia y de paz, se esparció por toda la Casa; el Cielo parecía descender a la celda de la Hermana. Rodeada de azucenas, Josefa descansaba... Su rostro reflejaba la estabilidad serena de la eternidad, con una expresión de majestad que impresionaba. Parecía que el Sagrado Corazón de Jesús, resplandeciendo ya a través de los restos mortales de Su pequeño instrumento, oculto hasta entonces de modo tan divino, comenzaba a descubrir a las almas el Llamamiento ardiente de Su Amor. Sor Josefa Menéndez sería inhumada en el Cementerio de Poitiers el 1 de Enero de 1923; sus honras fúnebres serían presididas por Monseñor Olivier de Durfort de Civrac, Obispo de Poitiers.



Estampa ideada para ser impresa; se permite 
su copia y difusión, sin fines comerciales

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domingo, 28 de diciembre de 2025

EL ASESINATO DE LOS INOCENTES que se perpetúa en el horrendo crimen del aborto



LA MATANZA DE AYER SE PERPETÚA HOY CON EL ABORTO

                La matanza de los Niños inocentes es un nuevo testimonio de la Divina Realeza del recién Nacido de Belén, pues Herodes, creyendo en la palabra de los Magos y de los Príncipes de los sacerdotes a quienes había consultado, vio un rival en el Niño Jesús.

               De igual manera pero en la actualidad, no faltan "Herodes" que sin conciencia alguna matan y eliminan cualquier rastro de inocencia. En un mar de sangre la sociedad de hoy ha aceptado el horrendo crimen del aborto como algo necesario y hasta un "derecho" de la mujer. No se contentan con cometer el cruel asesinato de la inocencia misma sino que se jactan y hasta hacen apostolado de sus retorcidas justificaciones.

                Hoy no es un día para chistes o bromas, costumbre de paganos y malos cristianos; es un día para la REPARACIÓN, para pedir PERDÓN a Dios Todopoderoso por tantos y tantos abortos como se cometen cada día y que según pasan los años, lejos de disminuir, aumentan en número.


EL GRAVE PECADO DEL ABORTO SE CASTIGA CON EL INFIERNO ETERNO

               El gravísimo pecado del aborto está penado con la excomunión (morir en dicho estado, separado de la Comunión con la Iglesia de Cristo, conlleva que el alma, después de morir irá irremediablemente al fuego eterno del Infierno) como queda reflejado en Código de Derecho Canónico y tan sólo un Obispo -o un Sacerdote autorizado por éste- puede absolver en el sacramento de la Confesión:

                       "Los que procuran el aborto, incluso la madre, incurren, si el aborto se verifica, en excomunión Latae Sententiae reservada al Ordinario, y si son Clérigos, deben además ser depuestos." (Canon 2350.1, Código de Derecho Canónico de 1917) 

               Cuando se explica "los que procuran el aborto", entiéndase que la excomunión alcanza a el médico o matrona que lo lleva a cabo el aborto, los auxiliares médicos que participan, así como los familiares y amigos que patrocinen y apoyen el aborto.

                       "Destruir al feto “es algo peor que el asesinato”. El que hace esto “no quita la vida que ya ha nacido, sino que impide que nazca." (San Juan Crisóstomo, Homilía a los Romanos)


FRENTE AL GENOCIDIO DE LOS INOCENTES, URGE REPARAR 

              Como Católicos es nuestro deber alzar la voz, sin miedo ni respetos humanos para defender la vida de aquellas almas que aún se encuentran en el vientre materno; callar ante semejante pecado es sinónimo de COMPLICIDAD y cobardía, un pecado de omisión por el que tendremos que rendir cuentas.

              Un Cristiano auténtico se duele y procura REPARAR el Santo Nombre de Dios, profanado junto con Su Santa Ley por aquellos que ejecutan tal abominable crimen, por eso te invito hoy A HACER UN AYUNO de REPARACIÓN a la Justicia de Dios por los miles de abortos que se cometen a diario por todo el mundo; que esas almas inocentes que nunca conocerán el amor de los hombres porque serán víctimas de su maldad, gocen al menos de la tranquilidad del Bendito Limbo y que sus madres, aquellas que en lugar de amarlos los han sacrificado por una vida "sin complicaciones" alcancen pronto el arrepentimiento y el perdón del Buen Jesús.

               Que Nuestra Santa Madre la Virgen María, ampare a cuantas madres piensan en abortar: que las ilumine para que se entreguen sin reservas a su futuro hijo, a esa alma que les ha sido confiada y que portan en el sagrario de su vientre.


EL LIMBO, LUGAR DONDE VAN LOS NO BAUTIZADOS

              Pregunta: ¿Pues hay más que un Infierno? 

       Respuesta: Sí, Padre, hay cuatro en el centro de la tierra que se llaman: Infierno de los condenados, Purgatorio, Limbo de los Niños y Limbo de los Justos o Seno de Abraham.

              Pregunta: ¿Y qué cosas son? 

       Respuesta: El Infierno de los condenados es el lugar donde van los que mueren en pecado mortal, para ser en él eternamente atormentados. El Purgatorio; el lugar donde van las almas de los que mueren en gracia, sin haber enteramente satisfecho por sus pecados, para ser allí purificados con terribles tormentos. El Limbo de los Niños, el lugar donde van las almas de los que antes del uso de la razón mueren sin el Bautismo; y el de los Justos o Seno de Abraham el lugar donde, hasta que se efectuó nuestra Redención, iban las almas de los que morían en gracia de Dios, después de estar enteramente purgadas, y el mismo a que bajó Nuestro Señor Jesucristo real y verdaderamente.


(Catecismo de la Doctrina Cristiana, por el Padre Gaspar Astete)



sábado, 27 de diciembre de 2025

SAN JUAN, EL DISCÍPULO A QUIEN JESÚS AMABA


...illum discipulum, quem diligebat Jesus

St. Ioannes 21, 20


                       Junto con su hermano Santiago, se hallaba Juan remendando las redes a la orilla del lago de Galilea, cuando Nuestro Señor Jesucristo, que acababa de llamar a Su servicio a Pedro y a Andrés, los llamó también a ellos para que fuesen Sus Apóstoles. El mismo Redentor Jesucristo les puso a Juan y a Santiago el sobrenombre de Boanerges, o sea "hijos del trueno" (Evangelio de San Lucas, cap. 9, vers. 54), aunque no está aclarado si lo hizo como una recomendación o bien a causa de la violencia de su temperamento.

                        Se dice que San Juan era el más joven de los Doce Apóstoles y que sobrevivió a todos los demás y el único de los Apóstoles que no murió martirizado.

                         En el Evangelio que escribió se refiere a sí mismo, como "illum discipulum, quem diligebat Jesus", el discípulo a quien Jesús amaba, y es evidente que era de los más íntimos de Jesús. El Señor quiso que estuviese, junto con Pedro y Santiago, en el momento de Su Transfiguración en el Monte Tabor, así como durante Su cruenta Agonía en el Huerto de los Olivos. En muchas otras ocasiones, Jesús demostró a Juan Su predilección o Su afecto especial.

                       San Juan fue el elegido para acompañar a San Pedro a la ciudad a fin de preparar la Cena de la última Pascua y, en el curso de aquella Cena, San Juan reclinó su cabeza sobre el pecho de Jesús y fue a Juan a quien el Maestro indicó, no obstante que Pedro formuló la pregunta, el nombre del discípulo que habría de traicionarle.

                       Era San Juan aquel "otro discípulo" que entró con Jesús ante el tribunal de Caifás, mientras Pedro se quedaba afuera. Juan fue el único de los Apóstoles que estuvo al pie de la Cruz con la Virgen María y las otras piadosas mujeres y fue él quien recibió el sublime encargo de tomar bajo su cuidado a la Madre del Redentor. "Mujer, he ahí a Tu hijo", murmuró Jesús a Su Madre desde la Cruz. "He ahí a tu madre", le dijo a Juan. Y desde aquel momento, el Discípulo la tomó como suya. El Señor nos llamó a todos hermanos y nos encomendó el amoroso cuidado de Su propia Madre, pero entre todos los hijos adoptivos de la Virgen María, San Juan fue el primero. Tan sólo a él le fue dado el privilegio de llevar físicamente a María a su propia casa como una verdadera madre y honrarla, servirla y cuidarla en persona.




Escudo de los Reyes Católicos, con el Águila que simboliza a San Juan, 
de quien era muy devota la Reina Isabel de Castilla.



                           San Ireneo, Padre de la Iglesia, quien fue discípulo de San Policarpo, quién a su vez fue discípulo de San Juan, es una segura fuente de información sobre el Apóstol. San Ireneo afirma que este se estableció en Efeso después del martirio de San Pedro y San Pablo, pero es imposible determinar la época precisa. De acuerdo con la Tradición, durante el reinado de Domiciano, San Juan fue llevado a Roma, donde quedó milagrosamente frustrado un intento para quitarle la vida. La misma tradición afirma que posteriormente fue desterrado a la isla de Patmos, donde recibió las revelaciones celestiales que escribió en su libro del Apocalipsis.





viernes, 26 de diciembre de 2025

SAN ESTEBAN, Diácono y Protomártir

 
"¡Mirad, amados! Celebramos una fiesta tras otra. 
Ayer el Señor del Universo nos dio alimento, y hoy 
el seguidor de Cristo nos alimenta. ¿Cómo es eso? 
Cristo baja a los hombres, Esteban sube a Cristo. 
Cristo entra al valle de la vida, Esteban salió de ella. 
Cristo fue envuelto en pañales por los hombres, 
y Esteban fue cubierto de piedras por Cristo..."

San Gregorio de Nisa


                       Relato del Martirio de San Esteban, el primer hombre que dio su sangre por Cristo Nuestro Señor (extraído de los Hechos de los Apóstoles, cap. 7-8)

                     En aquellos días, Esteban prosiguió su discurso, diciendo:

                     «Nuestros padres tuvieron consigo, en el desierto, el tabernáculo del testimonio. Así lo había dispuesto el que mandó a Moisés fabricarlo según el modelo que le había mostrado. Nuestros padres lo recibieron en herencia y lo introdujeron, bajo la dirección de Josué, en la tierra que ocupaban los gentiles, a quienes arrojó Dios para dar lugar a nuestros padres. Y así hasta los días de David. David halló gracia a los ojos de Dios. Pidió el privilegio de construir morada para el Dios de Jacob; pero fue Salomón quien se la edificó, aunque ciertamente el Altísimo no habita en casas construidas por los hombres, como dice el profeta: "El cielo es mi trono y la tierra es escabel de mis pies. ¿Qué casa me vais a construir -dice el Señor-, o cuál va a ser el lugar de mi descanso? ¿No soy yo quien ha hecho todas estas cosas?"

                     ¡Hombres de dura cerviz, que cerráis obstinadamente vuestro entendimiento y vuestro corazón a la verdad, vosotros habéis ido siempre en contra del Espíritu Santo! Lo mismo que hicieron vuestros padres hacéis también vosotros. ¿A qué profeta dejaron de perseguir vuestros padres? Ellos quitaron la vida a los que anunciaban la venida del Justo, al cual vosotros habéis ahora traicionado y asesinado; vosotros, que recibisteis la ley por ministerio de los Ángeles y no la guardasteis.»

                     Al escuchar esta diatriba, ardían de rabia sus corazones y rechinaban sus dientes de coraje. Esteban, por su parte, lleno del Espíritu Santo, con la mirada fija en el cielo, vio la Gloria de Dios y a Jesús a su diestra; y exclamó:

                     «Veo los Cielos abiertos y al Hijo del hombre a la diestra de Dios.»

                     Ante estas palabras, con gran griterío, se taparon los oídos. Embistieron todos a una contra él y, sacándolo a empellones fuera de la ciudad, lo apedrearon. Los testigos dejaron sus mantos a los pies de un joven, llamado Saulo. Mientras lo apedreaban, Esteban oraba con estas palabras:

                     «Señor Jesús, recibe mi espíritu.» Y, puesto de rodillas, dijo con fuerte voz: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado.» Y, dicho esto, murió.

                     Saulo, por su parte, aprobaba su muerte. Sucedió que, aquel mismo día, una violenta persecución se desencadenó contra la Iglesia de Jerusalén, y todos, a excepción de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría. Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban, haciendo gran duelo por su muerte. Mientras tanto, Saulo hacía estragos en la Iglesia; entraba por las casas y, llevándose violentamente a hombres y mujeres, los arrojaba a la cárcel.

                     Los que se habían dispersado fueron anunciando por todas partes la Buena Nueva de la Palabra de Dios.




jueves, 25 de diciembre de 2025

EL REINO DE DIOS EN NOSOTROS, LA GRACIA ÚNICA QUE PEDIMOS EN NAVIDAD



                       El día de Navidad fue el primer día de vida de la Civilización Cristiana. Vida aún germinativa e incipiente, como las primeras claridades del sol que nace, pero vida que ya contenía en sí todos los elementos incomparablemente ricos de la espléndida madurez a la que estaba destinada.

                       En efecto, si es cierto que la civilización es un hecho social, que para existir como tal ni siquiera puede contentarse con influenciar un pequeño puñado de personas sino que debe irradiarse sobre una colectividad entera, no puede decirse que la atmósfera sobrenatural que emanaba del Pesebre de Belén sobre los circunstantes, ya estaba formando una Civilización.

                       Pero si, por otro lado, consideramos que todas las riquezas de la Civilización Cristiana se contienen en Nuestro Señor Jesucristo como en su fuente única, infinitamente perfecta, ya que la luz que comenzó a brillar sobre los hombres en Belén habría de extender cada vez más sus claridades hasta difundirse por el mundo entero transformando las mentalidades, aboliendo e instituyendo costumbres, infundiendo un espíritu nuevo en todas las culturas, uniendo y elevando a un nivel superior todas las civilizaciones, se puede decir que el primer día de Cristo en la tierra fue desde luego el primer día de una era histórica.

                       ¿Quién lo hubiese dicho? No hay ser humano más débil que un niño. No hay habitación más pobre que una gruta. No hay cuna más rudimentaria que un pesebre. Sin embargo, este Niño, en aquella gruta, en aquel pesebre, habría de transformar el curso de la Historia.

                       ¡Y qué transformación!. La más difícil de todas, pues se trataba de orientar a los hombres en el camino más opuesto a sus inclinaciones: la vía de la austeridad, del sacrificio, de la Cruz. Se trataba de convidar para la Fe a un mundo descompuesto por las supersticiones, por el sincretismo religioso y por el escepticismo completo. Se trataba de convidar para la justicia a una humanidad inclinada a todas las iniquidades. Se trataba de convidar al desapego a un mundo que adoraba el placer bajo todas sus formas. Se trataba de atraer hacia la pureza a un mundo en que todas las depravaciones eran conocidas, practicadas, aprobadas. Tarea evidentemente inviable, pero que el Divino Niño comenzó a realizar desde el primer instante en esta tierra, y que ni la fuerza del odio, ni la fuerza del poder, ni la fuerza de las pasiones humanas podría contener.

                       Dos mil años después del Nacimiento de Cristo, parecemos haber vuelto al punto inicial. La adoración del dinero, la divinización de las masas, la exasperación del gusto de los placeres más vanos, el dominio despótico de la fuerza bruta, las supersticiones, el sincretismo religioso, el escepticismo, en fin, el neo-paganismo en todos sus aspectos invadieron nuevamente la tierra. Y de la gran luz sobrenatural que comenzó a resplandecer en Belén muy pocos rayos brillan aún sobre las leyes, las costumbres, las instituciones y la cultura. Mientras tanto crece sorprendentemente el número de los que se rehúsan con obstinación a oír la Palabra de Dios, de los que por las ideas que profesan, por las costumbres que practican, están precisamente en el polo opuesto a la Iglesia.

                       Asombra que muchos pregunten cuál es la causa de la crisis titánica en que el mundo se debate. Basta imaginar que la humanidad cumpliese la Ley de Dios, que ipso facto la crisis dejaría de existir. El problema, pues, está en nosotros. Está en nuestro libre arbitrio. Está en nuestra inteligencia que se cierra a la verdad, en nuestra voluntad que, solicitada por las pasiones, se rehúsa al bien. La reforma del hombre es la reforma esencial e indispensable. Con ella, todo estará hecho. Sin ella, todo cuanto se hiciere será nada.

                       Y no terminemos sin descubrir una enseñanza más, suave como un panal de miel. Sí, hemos pecado. Sí, inmensas son las dificultades que nos deparan para volver atrás, para subir. Sí, nuestros crímenes y nuestras infidelidades atrajeron merecidamente sobre nosotros la Cólera de Dios. Pero, junto al pesebre, está la Medianera clementísima, que no es jueza sino Abogada, que tiene hacia nosotros toda la compasión, toda la ternura, toda la indulgencia de la más perfecta de las madres.

                       Puestos los ojos en María, unidos a Ella, por medio de Ella, pidamos en esta Navidad la gracia única, que realmente importa: el Reino de Dios en nosotros y en torno de nosotros. Todo lo demás nos será dado por añadidura. 


Doctor Plinio Corrêa de Oliveira



miércoles, 24 de diciembre de 2025

SENTÍ LA NECESIDAD DE OLVIDARME DE MÍ MISMA



               En la Nochebuena de 1886, a pocos días de cumplir los catorce años, Santa Teresita recibió una gracia espiritual que le marcará el resto de su vida. Aspiraba desde esa edad a ser esposa de Cristo, como Carmelita Descalza pero fue en esa Navidad, cuando el Divino Niño Jesús, hecho hombre, inocente y débil, encantó el corazón de Teresita, que dejó por escrito este hecho en su biografía:

               «No sé cómo podía ilusionarme con la idea de entrar en el Carmelo estando todavía, como estaba, en los pañales de la infancia…

               Era necesario que Dios hiciera un pequeño milagro para hacerme crecer en un momento, y ese milagro lo hizo el día inolvidable de Navidad. En esa noche luminosa que esclarece las delicias de la Santísima Trinidad, Jesús, el dulce Niñito recién nacido, cambió la noche de mi alma en torrentes de luz… En esta noche, en la que Él se hizo débil y doliente por mi amor, me hizo a mí fuerte y valerosa; me revistió de Sus armas, y desde aquella noche bendita ya no conocí la derrota en ningún combate, sino que, al contrario, fui de victoria en victoria y comencé, por así decirlo, «una carrera de gigante».

               Se secó la fuente de mis lágrimas, y en adelante ya no volvió a abrirse sino muy raras veces y con gran dificultad, lo cual justificó estas palabras que un día me habían dicho: «Lloras tanto en la niñez, que más tarde no tendrás ya lágrimas que derramar…»

               Fue el 25 de Diciembre de 1886 cuando recibí la gracia de salir de la niñez; en una palabra, la gracia de mi total conversión. Volvíamos de la Misa de Gallo, en la que yo había tenido la dicha de recibir al Dios fuerte y poderoso.

               Cuando llegábamos a los Buissonnets, me encantaba ir a la chimenea a buscar mis zapatos. Esta antigua costumbre nos había proporcionado tantas alegrías durante la infancia, que Celina quería seguir tratándome como a una niña, por ser yo la pequeña de la familia… Papá gozaba al ver mi alborozo y al escuchar mis gritos de júbilo a medida que iba sacando las sorpresas de mis zapatos encantados, y la alegría de mi querido rey aumentaba mucho más mi propia felicidad.

                Pero Jesús, que quería hacerme ver que ya era hora de que me liberase de los defectos de la niñez, me quitó también sus inocentes alegrías: permitió que papá, que venía cansado de la Misa del Gallo, sintiese fastidio a la vista de mis zapatos en la chimenea y dijese estas palabras que me traspasaron el corazón: «¡Bueno, menos mal que éste es el último año…!»

                 Yo estaba subiendo las escaleras, para ir a quitarme el sombrero. Celina, que conocía mi sensibilidad y veía brillar las lágrimas en mis ojos, sintió también ganas de llorar, pues me quería mucho y se hacía cargo de mi pena. «¡No bajes, Teresa! -me dijo-, sufrirías demasiado al mirar así de golpe dentro de los zapatos».

                Pero Teresa ya no era la misma, ¡Jesús había cambiado su corazón! Reprimiendo las lágrimas, bajé rápidamente la escalera, y conteniendo los latidos del corazón, cogí los zapatos y, poniéndolos delante de papá, fui sacando alegremente todos los regalos, con el aire feliz de una reina. Papá reía, recobrado ya su buen humor, y Celina creía estar soñando … Felizmente, era un hermosa realidad: ¡Teresita había vuelto a encontrar la fortaleza de ánimo que había perdido a los cuatro años y medio, y la conservaría ya para siempre…!

                Aquella noche de luz comenzó el tercer período de mi vida, el más hermoso de todos, el más lleno de gracias del cielo… La obra que yo no había podido realizar en diez años Jesús la consumó en un instante, conformándose con mi buena voluntad, que nunca me había faltado.

                Yo podía decirle, igual que los apóstoles: «Señor, me he pasado la noche bregando, y no he cogido nada». Y más misericordioso todavía conmigo que con los apóstoles, Jesús mismo cogió la red, la echó y la sacó repleta de peces… Hizo de mí un pescador de almas, y sentí un gran deseo de trabajar por la conversión de los pecadores, deseo que no había sentido antes con tanta intensidad… Sentí, en una palabra, que entraba en mi corazón la caridad, sentí la necesidad de olvidarme de mí misma para dar gusto a los demás, ¡y desde entonces fui feliz…!»


Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz, 

Historia de un alma



LA NOVENA DE LA SANTA NAVIDAD, DÍA 9º

 

La Novena de la Santa Navidad
 
tomada del Primer Volumen de los escritos de la mística italiana 
Luisa Piccarreta, “la pequeña Hija de la Divina Voluntad” 




                    Esta hermosa Novena sobre la Encarnación y el Nacimiento del Niño Jesús es la  experiencia espiritual de la mística Luisa Picarreta, alma especialísima a quien fue revelada la espiritualidad de la Divina Voluntad.

                    A través de esta Novena conoceremos más íntimamente a Jesús Nuestro Señor, desde el momento bendito de Su Encarnación en el vientre la Santísima Virgen María.

                    La Novena de la Santa Navidad se puede hacer en cualquier época del año, es una tierna y santa manera de preparar nuestros corazones para que Jesús nazca en ellos.



                    En el Nombre del Padre y del Hijo  y del Espíritu Santo. 

                    ¡Oh Jesús, oh Esposo, oh fortaleza mía! A Ti me dirijo, a Ti vengo, en Tus brazos me introduzco, me abandono, me reposo. ¡Ah, consuélame en mi aflicción y no me dejes sola y abandonada!. Mírame y vuelve a mirarme, oh Esposo Santo en estos Tus brazos, mira de cuántas tinieblas estoy circundada, son tan densas que no dejan entrar ni siquiera un átomo de luz en mi alma. 

                    ¡Oh! Mi místico Sol Jesús, resplandezca esta Luz en mi mente, a fin de que haga huir las tinieblas y pueda libremente recordar las gracias que has hecho a mi alma. 

                    ¡Oh! Sol Eterno, manda otro rayo de Luz a lo íntimo de mi corazón y lo purifique del fango en el cual yace, lo incendie, lo consuma en Tu Amor, a fin de que Él, que más que todo ha probado las dulzuras de Tu Amor, pueda claramente manifestarlas a quien está obligado.Tú que tanto me amas, continúa mandándome Luz. 

                    ¡Oh! Mi Sol, mi bello, propiamente quiero entrar en el centro, a fin de quedar toda abismada en esta Luz purísima. Haz, oh Sol Divino, que esta Luz me preceda delante, me siga junto, me circunde por doquier, se introduzca en los más íntimos escondites de mi interior, a fin de que consumiendo mi ser terreno, lo transformes todo en Tu Ser Divino. 

                    Mi amable y dulce Jesús, perdóname, no te retires de mí, continúa derramando en mí Tu gracia, a fin de que puedas hacer de mí un triunfo de Tu Misericordia.

                    Virgen Santísima, Madre amable, ven en mi auxilio, obtenme de Tu y mi dulce Jesús gracia y fuerza... 

                    San José, amado protector mío, asísteme en esta circunstancia. 

                    Arcángel San Miguel, defiéndeme del enemigo infernal, que tantos obstáculos me pone en la mente... 

                    Arcángel San Rafael y tú mi Ángel custodio, venid a asistirme y a acompañarme... 



Novena Meditación: 
Amor agonizante que 
quiere ser vencedor

        
                    “Hija Mía, Mi estado es siempre más doloroso, si Me amas, tu mirada tenla fija en Mí, para que veas si puedes dar a tu pequeño Jesús algún consuelo, una palabrita de amor, una caricia, un beso, que dé tregua a Mi llanto y a Mis aflicciones. 

                    Escucha hija Mía, después de haber dado ocho excesos de Mi Amor, y que el hombre tan malamente Me correspondió, Mi Amor no se dio por vencido, y al octavo exceso quiso agregar el noveno, y esto fueron las ansias, los suspiros de fuego, las llamas de los deseos de que quería salir del Seno materno para abrazar al hombre, y esto reducía a Mi pequeña Humanidad aún no nacida a una agonía tal que estaba a punto de dar Mi último respiro. Y mientras estaba por darlo, Mi Divinidad que era inseparable de Mí, Me daba sorbos de vida, y así retomaba de nuevo la vida para continuar Mi agonía y volver a morir nuevamente. Este fue el noveno exceso de Mi Amor, agonizar y morir continuamente de amor por la criatura. 

                    ¡Oh, qué larga agonía de nueve meses! ¡Oh, cómo el amor Me sofocaba y Me hacía morir! Y si no hubiera tenido la Divinidad Conmigo, que me daba continuamente la vida cada vez que estaba por morir, el Amor Me habría consumado antes de salir a la luz del día”. 

                    Después agregaba: “Mírame, escúchame como agonizo, como Mi pequeño Corazón late, se afana, arde; mírame, ahora muero”. Y hacía un profundo silencio. Yo me sentía morir, se me helaba la sangre en las venas y temblando le decía: “Amor mío, Vida mía, no mueras, no me dejes sola, Tú quieres amor y yo Te amaré, no Te dejaré más, dame Tus llamas para poderte amar más y consumarme toda por Ti”.



martes, 23 de diciembre de 2025

LA NOVENA DE LA SANTA NAVIDAD, DÍA 8º

  

La Novena de la Santa Navidad
 
tomada del Primer Volumen de los escritos de la mística italiana 
Luisa Piccarreta, “la pequeña Hija de la Divina Voluntad” 




                    Esta hermosa Novena sobre la Encarnación y el Nacimiento del Niño Jesús es la  experiencia espiritual de la mística Luisa Picarreta, alma especialísima a quien fue revelada la espiritualidad de la Divina Voluntad.

                    A través de esta Novena conoceremos más íntimamente a Jesús Nuestro Señor, desde el momento bendito de Su Encarnación en el vientre la Santísima Virgen María.

                    La Novena de la Santa Navidad se puede hacer en cualquier época del año, es una tierna y santa manera de preparar nuestros corazones para que Jesús nazca en ellos.



                    En el Nombre del Padre y del Hijo  y del Espíritu Santo. 

                    ¡Oh Jesús, oh Esposo, oh fortaleza mía! A Ti me dirijo, a Ti vengo, en Tus brazos me introduzco, me abandono, me reposo. ¡Ah, consuélame en mi aflicción y no me dejes sola y abandonada!. Mírame y vuelve a mirarme, oh Esposo Santo en estos Tus brazos, mira de cuántas tinieblas estoy circundada, son tan densas que no dejan entrar ni siquiera un átomo de luz en mi alma. 

                    ¡Oh! Mi místico Sol Jesús, resplandezca esta Luz en mi mente, a fin de que haga huir las tinieblas y pueda libremente recordar las gracias que has hecho a mi alma. 

                    ¡Oh! Sol Eterno, manda otro rayo de Luz a lo íntimo de mi corazón y lo purifique del fango en el cual yace, lo incendie, lo consuma en Tu Amor, a fin de que Él, que más que todo ha probado las dulzuras de Tu Amor, pueda claramente manifestarlas a quien está obligado.Tú que tanto me amas, continúa mandándome Luz. 

                    ¡Oh! Mi Sol, mi bello, propiamente quiero entrar en el centro, a fin de quedar toda abismada en esta Luz purísima. Haz, oh Sol Divino, que esta Luz me preceda delante, me siga junto, me circunde por doquier, se introduzca en los más íntimos escondites de mi interior, a fin de que consumiendo mi ser terreno, lo transformes todo en Tu Ser Divino. 

                    Mi amable y dulce Jesús, perdóname, no te retires de mí, continúa derramando en mí Tu gracia, a fin de que puedas hacer de mí un triunfo de Tu Misericordia.

                    Virgen Santísima, Madre amable, ven en mi auxilio, obtenme de Tu y mi dulce Jesús gracia y fuerza... 

                    San José, amado protector mío, asísteme en esta circunstancia. 

                    Arcángel San Miguel, defiéndeme del enemigo infernal, que tantos obstáculos me pone en la mente... 

                    Arcángel San Rafael y tú mi Ángel custodio, venid a asistirme y a acompañarme... 



Octava Meditación: 
El Amor mendicante, 
gimiente y suplicante


                    “Hija Mía, no Me dejes solo, apoya tu cabeza sobre el Seno de Mi amada Mamá, porque también desde afuera oirás Mis gemidos, Mis súplicas, y viendo que ni Mis gemidos ni Mis súplicas mueven a compasión de Mi Amor a la criatura, me pongo en actitud del más pobre de los mendigos y extendiendo Mi pequeña manita, pido por piedad, al menos a título de limosna sus almas, sus afectos y sus corazones. 

                    Mi Amor quería vencer a cualquier costo el corazón del hombre, y viendo que después de siete excesos de Mi Amor permanecía reacio, se hacía el sordo, no se ocupaba de Mí ni se quería dar a Mí, Mi Amor quiso ir más allá, debería haberse detenido, pero no, quiso salir más allá de sus límites, y desde el Seno de Mi Mamá Yo hacía llegar Mi voz a cada corazón con los modos más insinuantes, con los ruegos más fervientes, con las palabras más penetrantes. ¿Pero sabes qué les decía?: “Hijo Mío, dame tu corazón, todo lo que tú quieras Yo te daré con tal que Me des a cambio tu corazón; he descendido del Cielo para tomarlo, ¡ah, no Me lo niegues! ¡no defraudes Mis esperanzas!”. 

                    Y viéndolo reacio, y que muchos Me volteaban la espalda, pasaba a los gemidos, juntaba Mis pequeñas manitas y llorando, con voz sofocada por los sollozos le añadía: “¡Ay, ay! Soy el pequeño mendigo, ¿ni siquiera de limosna quieres darme tu corazón?”. 

                    ¿No es esto un exceso más grande de Mi Amor, que el Creador para acercarse a la criatura tome la forma de un pequeño niño para no infundirle temor, y pida al menos como limosna el corazón de la criatura, y viendo que ella no se lo quiere dar ruega, gime y llora?”. 

                    Después me decía: “¿Y tú no quieres darme tu corazón? ¿Tal vez también tú quieres que gima, que ruegue y llore para que Me des tu corazón? ¿Quieres negarme la limosna que te pido?”. Y mientras esto decía oía como si sollozara, y yo le dije: “Mi Jesús, no llores, Te dono mi corazón y toda yo misma”. Entonces la voz interna continuaba: “Sigue más adelante, y pasa al noveno exceso de Mi Amor”.



lunes, 22 de diciembre de 2025

LA NOVENA DE LA SANTA NAVIDAD, DÍA 7º

  

La Novena de la Santa Navidad
 
tomada del Primer Volumen de los escritos de la mística italiana 
Luisa Piccarreta, “la pequeña Hija de la Divina Voluntad” 




                    Esta hermosa Novena sobre la Encarnación y el Nacimiento del Niño Jesús es la  experiencia espiritual de la mística Luisa Picarreta, alma especialísima a quien fue revelada la espiritualidad de la Divina Voluntad.

                    A través de esta Novena conoceremos más íntimamente a Jesús Nuestro Señor, desde el momento bendito de Su Encarnación en el vientre la Santísima Virgen María.

                    La Novena de la Santa Navidad se puede hacer en cualquier época del año, es una tierna y santa manera de preparar nuestros corazones para que Jesús nazca en ellos.



                    En el Nombre del Padre y del Hijo  y del Espíritu Santo. 

                    ¡Oh Jesús, oh Esposo, oh fortaleza mía! A Ti me dirijo, a Ti vengo, en Tus brazos me introduzco, me abandono, me reposo. ¡Ah, consuélame en mi aflicción y no me dejes sola y abandonada!. Mírame y vuelve a mirarme, oh Esposo Santo en estos Tus brazos, mira de cuántas tinieblas estoy circundada, son tan densas que no dejan entrar ni siquiera un átomo de luz en mi alma. 

                    ¡Oh! Mi místico Sol Jesús, resplandezca esta Luz en mi mente, a fin de que haga huir las tinieblas y pueda libremente recordar las gracias que has hecho a mi alma. 

                    ¡Oh! Sol Eterno, manda otro rayo de Luz a lo íntimo de mi corazón y lo purifique del fango en el cual yace, lo incendie, lo consuma en Tu Amor, a fin de que Él, que más que todo ha probado las dulzuras de Tu Amor, pueda claramente manifestarlas a quien está obligado.Tú que tanto me amas, continúa mandándome Luz. 

                    ¡Oh! Mi Sol, mi bello, propiamente quiero entrar en el centro, a fin de quedar toda abismada en esta Luz purísima. Haz, oh Sol Divino, que esta Luz me preceda delante, me siga junto, me circunde por doquier, se introduzca en los más íntimos escondites de mi interior, a fin de que consumiendo mi ser terreno, lo transformes todo en Tu Ser Divino. 

                    Mi amable y dulce Jesús, perdóname, no te retires de mí, continúa derramando en mí Tu gracia, a fin de que puedas hacer de mí un triunfo de Tu Misericordia.

                    Virgen Santísima, Madre amable, ven en mi auxilio, obtenme de Tu y mi dulce Jesús gracia y fuerza... 

                    San José, amado protector mío, asísteme en esta circunstancia. 

                    Arcángel San Miguel, defiéndeme del enemigo infernal, que tantos obstáculos me pone en la mente... 

                    Arcángel San Rafael y tú mi Ángel custodio, venid a asistirme y a acompañarme... 



Séptima Meditación: 
El Amor no correspondido y herido.
Por la ingratitud de las criaturas


                    La voz interior continuaba: “Hija Mía, no Me dejes solo en tanta soledad y en tanta oscuridad, no salgas del Seno de Mi Mamá para que veas el séptimo exceso de Mi Amor. Escúchame, en el Seno de Mi Padre Celestial Yo era plenamente feliz, no había bien que no poseyera, alegría, felicidad, todo estaba a Mi disposición; los Ángeles reverentes Me adoraban y estaban a Mis órdenes. Ah, el exceso de Mi Amor, podría decir que Me hizo cambiar fortuna, Me restringió en esta tétrica prisión, Me despojó de todas Mis alegrías, felicidad y bienes para vestirme con todas las infelicidades de las criaturas, y todo esto para hacer el cambio, para dar a ellas Mi fortuna, Mis alegrías y Mi felicidad eterna. 

                    Pero esto habría sido nada si no hubiera encontrado en ellas suma ingratitud y obstinada perfidia. Oh, cómo Mi Amor Eterno quedó sorprendido ante tanta ingratitud y lloró la obstinación y perfidia del hombre. La ingratitud fue la espina más punzante que Me traspasó el Corazón desde Mi Concepción hasta el último instante de Mi Vida, hasta Mi Muerte. 

                    Mira Mi Corazoncito, está herido y gotea sangre. ¡Qué pena! ¡Qué dolor siento! Hija Mía, no seas ingrata; la ingratitud es la pena más dura para tu Jesús, es cerrarme en la cara las puertas para dejarme afuera, aterido de frío. Pero ante tanta ingratitud Mi Amor no se detuvo y se puso en actitud de Amor suplicante, orante, gimiente y mendigante, y éste es el octavo exceso de Mi Amor”.