domingo, 7 de septiembre de 2025

LA VIDA ESPIRITUAL ( I ) por la Madre María de los Ángeles Sorazu, Concepcionista Franciscana. Almas de Dios. Diversidad de almas. La hora de Dios. Procedimientos diversos.



1. Cuatro clases de almas

                    En general, puede decirse que hay cuatro clases de almas: A) privilegiadas o enriquecidas con dones especiales desde su nacimiento, las cuales no pierden la gracia bautismal; B) las que sin estos dones especiales conservan toda su vida la inocencia bautismal; C) las que favorecidas con gracias especiales en el Santo Bautismo, pierden la inocencia al llegar al uso de la razón, o más tarde, y se extravían; D) las que sin haber recibido estos dones especiales se extravían igualmente al llegar al uso de la razón y viven algunos años entretenidas en las vanidades del mundo y hasta manchan su alma con faltas graves.

                    Las nombradas en tercero y cuarto lugar, durante su extravío, apenas se distinguen, porque, dejándose arrastrar de la corriente del mundo, lo mismo unas que otras corren hacia su perdición. Si se las observa de cerca, se ve que difieren mucho, no en sus procederes, sino en los sentimientos y aspiraciones que abrigan. Las almas singularmente favorecidas por Dios en la fuente bautismal, aun después de haber perdido la gracia y en el periodo de su extravío, son tan nobles y generosas, conservan un no sé qué tan divino, que revelan las gracias singulares que recibieron al venir a la vida; sus aspiraciones son tan elevadas y realizan a veces obras de caridad tan superiores que admiran a las mismas almas piadosas que no han perdido la inocencia. Me refiero a las de la letra B.

                    Las almas indicadas con las letras A y B no se confunden con tanta facilidad. Las privilegiadas o enriquecidas con gracias especiales antes de su vocación definitiva, por regla general, reciben favores tan singulares de Dios Nuestro Señor, que no pueden ocultarlos y son notorios a las personas que las tratan, por el ardiente amor divino que informa sus obras exteriores. Las segundas, que no han recibido ninguno de estos favores, su vida se confunde con la de un buen cristiano, que cumple con los deberes de tal.


2. La hora venturosa del llamamiento para cada una de ellas

                    Para las almas indicadas en las letras C y D, que abandonan a Dios por seguir sus inclinaciones, o que una influencia perniciosa las impulsa hacia el pecado, hay una hora venturosa: la Hora de Dios que las visita con su gracia, ora por los suaves y vehementes golpes de Su Misericordia, ora por las aterradoras amenazas de Su Justicia, ora por una súbita y soberana ilustración que las llama a penitencia e impulsa a convertirse al Señor. Si estas almas aceptan los medios de salvación que Dios pone a su disposición, resucitan a la vida sobrenatural, dando así el primer paso en el camino de la Santidad.

                    Detallar las condiciones requeridas por Dios y por su Iglesia Santa para la perfecta y aun ventajosa rehabilitación del alma que perdió la gracia bautismal, no hay necesidad, porque las sabe todo fiel cristiano.

                    Esto no obstante, se ha de tener muy presente que muchas veces Dios Nuestro Señor liga sus gracias de predilección a las disposiciones con que el alma pecadora da este primero y trascendental paso de su vida espiritual.

                    También hay una hora feliz para las almas inocentes, que conservan la gracia bautismal: la hora de la Gracia y de la Misericordia Divina.

                    Dios permite que estas almas caigan en algunas faltas y se desvíen más o menos del sendero de la perfección, aunque no son faltas graves. Lo permite Dios así, para fundamentarlas en la santa humildad, en la propia desconfianza y en el reconocido amor al mismo Dios, quien, como dice San Pablo, todas las cosas encerró en la incredulidad para usar con todos de misericordia [Rom 11, 32], y quiso que lleváramos el tesoro de Su Gracia en vasos de barro frágil y quebradizo, para que se reconozca que la grandeza del poder que se ve en nosotros es de Dios y no nuestra [2 Cor 4, 7]. Por esta razón, estas almas inocentes tienen también su hora de arrepentimiento y conversión, aunque en ellas no quepa resucitar del pecado a la vida de la gracia.

                    Que Dios permite pequeños extravíos, aun en las almas más privilegiadas y amadas de Su Corazón, lo vemos en las vidas de Santa Gertrudis, Santa Catalina de Sena, Santa Teresa y de otras mil que pudieran citarse. Santa Gertrudis, esposa privilegiada del Señor y singularmente favorecida desde su infancia, después de su ingreso en la Orden Benedictina se dejó llevar de la curiosidad y pasó veinte años nada menos ocupada en leer libros sagrados y no sagrados, abandonando sus prácticas piadosas, hasta que Jesús, compadecido de ella, la arrancó del matorral de su vida disipada y la atrajo a Sí para reanudar sus relaciones divinas. El día en que se le apareció Jesús y extendió Su mano hacia ella para unirla nuevamente Consigo, fue la Hora de la Gracia y de la Misericordia Divina para Santa Gertrudis y, por consiguiente, la hora de su conversión. 

                    Cosa parecida aconteció a Santa Catalina de Sena. También se desvió de la senda de la perfección - aunque no tanto como Santa Gertrudis- ataviándose contra la Voluntad de Jesús y con perjuicio de sus prácticas piadosas, por complacer a una de sus hermanas. Esta murió con muerte prematura y su alma fue llevada al Purgatorio donde expió la influencia perniciosa que había ejercidos en su santa hermana. Esta, iluminada por Dios, conoció su defecto y lo lloró toda su vida con amargura y contrición tanta que asombraba a sus confesores. El día en que renunció a las galas y puso el mundo debajo de sus pies para conculcarlo y pertenecer solo a Jesucristo en el tiempo y en la eternidad, fue la hora de su conversión o de su vocación definitiva, llámesele como quiera, pero siempre resultará el momento decisivo de su vida y de mayor trascendencia para ella.

                    Lo propio pudiéramos decir de todos los Santos, pues, aunque no siempre debemos creerlos cuando hablan de sí mismos afirmando que son grandes pecadores, sí debemos creerlos alguna que otra vez, porque todos cayeron en alguna faltas por permisión de Dios, para altísimos fines de Su Gloria, utilidad de los mismos, consuelo y aliento de las pobrecitas almas pecadoras. Omito tratar de los frutos y efectos de la conversión de estas almas inocentes, que, más que conversión, es desarrollo y perfeccionamiento de su vida espiritual, porque estos están comprendidos en los progresos del alma penitente y en la purgación activa y pasiva de la misma para la unión con Dios.


3. Diversa Conducta Divina


                    Dios Nuestro Señor en sus relaciones con las almas santas guarda diverso procedimiento, no solamente en cuanto a lo esencial de las gracias que les comunica, sino también en lo accidental. A unas almas concede mayor número de gracias y superiores en calidad que a otras, y en esto consiste la diversidad de procedimiento en lo esencial. A otras concede idénticas gracias, pero se comunica a ellas de diferente manera; he aquí lo accidental y de lo de que trataré ahora, dejando a Dios Nuestro Señor que en su día nos explique lo esencial de los favores a Sus escogidos y las razones que lo mueven a favorecer más a unas almas que a otras.

                    De veinte almas que siguen la misma vía y han recibido la misma vocación e idénticas gracias, a una, dos, tres o cuatro Dios se comunica en medio de luces o claridades divinas, como en pleno día, a otro corto número, a través de las sombras, y a las demás, en tinieblas. 

                    Las primeras conocen la naturaleza de la comunicación que reciben y pueden precisar las operaciones de la gracia hasta en sus menores detalles, porque se reflejan en la parte inferior las divinas comunicaciones que tienen lugar en la región superior del espíritu. 

                    Las segundas tienen noticia confusa de los favores que les prodiga el Señor, pero gozan sus efectos y conservan las huellas que imprime en ellas la Divina Presencia en el mismo grado que las primeras. 

                    Las terceras perciben a Dios en oscuridad y tiniebla divina, que tiene algo de inefable, como el mismo Dios que las favorece con su presencia. Sienten el paso del Señor por su alma, entienden que las ama y se comunica a ellas y gozan sus regalos y los efectos que en ellas produce la gracia, con la misma evidencia que las primeras y segundas, pero no conocen la naturaleza de la comunicación que han recibido, porque se ha consumado en la oscuridad, sin reflexión a la parte inferior. 

                    A algunas almas Dios se comunica de las tres maneras dichas, y no en distintos periodos de vida o grados de perfección, sino dentro del mismo estado, pues se trata de favores de la misma calidad. 

                    Esta diversidad de procedimiento por parte de Dios crea diferencias accidentales en las almas igualmente amadas y favorecidas de Su liberalidad, diferencias que notan las personas que las tratan, las cuales, si no tienen experiencia de las vías de Dios, forman y emiten juicios equivocados acerca del mérito y santidad de las mismas. Juzgan las obras de Dios por las apariencias, por los fenómenos accidentales que observan en ellas, y más de una vez, de dos almas que han recibido idénticas gracias, tan santa la una como la otra y excepcionales ambas, a una la identifican con el Santo que estiman más grande delante de Dios, y a la otra la confunden con el vulgo devoto, siendo la causa de su desprecio por esta y diferencia con aquella la reflexión e invisibilidad de las comunicaciones que reciben. 

                    Nada más temerario e injurioso a Dios que estos juicios y apreciaciones del vulgo ignorante, que se arroga el derecho de juzgar a los escogidos y medir su mérito y santidad por los fenómenos accidentales que en ellos observan. Para no caer en el mismo error y que nuestro criterio en este punto sea recto, tengamos presente que el Señor es Dios escondido y verdaderamente escondido: "Vere tu es Deus absconditus" [Is 45, 15], y amante del secreto, el cual no exteriorizará sus relaciones íntimas con las almas santas sin motivos especiales relacionados con Su Gloria y el bien de la sociedad. 

                    Podemos creer, sin temor de equivocarnos, que Dios Nuestro Señor se comunica secretamente en tinieblas a la inmensa mayoría de las almas que favorece con su predilección, y que consuma en la oscuridad del espíritu, sin reflexión a la parte inferior, los misterios de amor que obra en ellas. Y lejos de nosotros el pensar que no hay más Santos en la Iglesia de Dios que aquellos cuya intimidad con Dios se exterioriza. Mas Dios Nuestro Señor, al propio tiempo que Dios escondido, es Dios de Israel, Salvador: "Deus Israel, Salvator" [Is 45, 15], y cuando ve que la revelación de las gracias de predilección que concede a Sus favoritos contribuirá a la santificación de las almas, les concede la reflexión, para que vean las misericordias que obra a su favor y lo comuniquen al Director, y por los medios prudenciales que este les sugiere las pongan en conocimiento de las almas que quiere atraer a sí y santificar por este medio. Esta es la razón primera y principal de la iluminación y claridades divinas con que Dios rodea las gracias que comunica a algunas almas -mientras en otras, igualmente santas, las consuma en la oscuridad- cuya noticia nos evitará la sorpresa que pudiera causarnos la descripción detallada de las relaciones divinas que harán el asunto del presente tratado. Sea todo para mayor Honra y Gloria de Dios y de Su Verbo Encarnado. Así sea.


¿QUIÉN FUE LA MADRE MARÍA ÁNGELES SORAZU?


                    Florencia Sorazu Aizpurua nació el 22 de Febrero de 1873, en Zumaya (Guipúzcoa, España),  fue bautizada al día siguiente, en la Parroquia de San Pedro, en su pueblo natal. Desde su más tierna infancia Florencia se vio adornada de gracias sobrenaturales, que de algún modo anunciaban una predilección por parte de Dios. 

                    Creció humana y espiritualmente, venciendo las dificultades y luchas propias de su edad; el 26 de Agosto de 1891 ingresó en la Orden de la Inmaculada Concepción, en la ciudad de Valladolid. Al recibir el hábito blanco de la Orden tornó su nombre por el Sor María de los Ángeles: "María" por su amor a Nuestra Señora y "de los Ángeles" por la devoción que siempre tuvo a los Espíritus Celestiales. Realizó la Profesión solemne de votos el 6 de Octubre de 1892, y desde entonces se entregó con todo su ser a Jesucristo y a María Inmaculada. 

                    En Julio de 1907 el Señor permitió que comenzara una purificación interior, que la dispuso interiormente para el Matrimonio Espiritual, gracia que finalmente recibió el 10 de Junio de 1911. La Madre Sorazu, por obediencia a su Director, fue dejando constancia escrita de los aspectos de la vida de unión con Dios, su contemplación de la vida humana y divina de Jesucristo, los atributos divinos, la lectura y comentario de diversos pasajes bíblicos, destacando sus escritos referentes a la Virgen María.

                    En la Navidad de 1920 hace unos Ejercicios Espirituales de cuarenta días con la intención de prepararse para la Vida del Cielo. El 28 de Agosto de 1921, la Madre María Ángeles Sorazu expiraba tras haber compartido los padecimientos de Cristo, que según ella tanto deseó y pidió en su oración.



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