martes, 6 de diciembre de 2011
EL ÁNGEL CUSTODIO Y SANTA GEMA GALGANI
Santa Gema Galgani nos cuenta en su Diario: “Jesús no me deja estar sola un instante, sino que hace que esté siempre en mi compañía el ángel de la guarda… El ángel, desde el día en que me levanté, comenzó a hacer conmigo las veces de maestro y guía; me reprendía siempre que hacía alguna cosa mal y me enseñaba a hablar poco”.
A veces, el ángel le amenazaba de no hacerse ver más, si no obedecía al confesor en todo. Y le llamaba seriamente la atención, cuando hacía algo mal y la corregía constantemente para que fuera perfecta en todo. En ocasiones, le daba ciertas normas: “Quien ama a Jesús, habla poco y soporta mucho. Obedece puntualmente y en todo al confesor sin replicar. Cuando cometas alguna falta, acúsate de inmediato y pide disculpas. Acuérdate de guardar tus ojos y piensa que el ojo mortificado verá las maravillas del cielo” (28 de julio de 1900).
Muchos días, cuando se despertaba por la mañana, lo encontraba cuidándola a su lado, la bendecía y desaparecía de su vista. Y le insistía mucho en que “el camino más corto y verdadero (para llegar a Jesús) es el de la obediencia” (9-8-1900). Un día le dijo: “Yo seré tu guía y tu compañero inseparable”.
El ángel le dictaba cartas: “Muy pronto escribiré a la M. Josefa, pero necesito esperar a que venga el ángel de la guarda y me la dicte, porque yo no se qué decirle”. Le escribía a su director: “Después de su partida he quedado con mis queridos ángeles, pero sólo dos, el suyo y el mío, se dejan ver. El suyo ha aprendido a hacer lo que hacía usted. Por la mañana viene a despertarme y por la noche me da su bendición… Mi ángel me abrazó y me besó muchas veces… Él me levantó del lecho, me acarició tiernamente y besándome me decía: Jesús te ama mucho, ámale tú también. Me bendijo y desapareció…
“Después de comer me sentí mal, entonces el ángel me trajo una taza de café al que echó unas gotas de un líquido blanco. Estaba tan rico que, inmediatamente, me sentí curada. Después me hizo descansar un rato. Muchas veces, le hago pedir permiso a Jesús para que esté en mi compañía toda la noche; va a pedírselo y vuelve, no abandonándome, si Jesús le autoriza, hasta la mañana siguiente” (20-8-1900).
El ángel le hacía de enfermero y le llevaba cartas al correo. “La presente, le escribe a su director, el Padre Germán de San Estanislao, se la entrego a su ángel custodio, que me ha prometido entregársela, haga usted otro tanto y se ahorra unos céntimos… El viernes por la mañana expedí una carta por medio de su ángel custodio, que me prometió llevársela, así que supongo la habrá recibido. La tomó él con sus propias manos”. A veces llegaban a su destino en la boca de un pajarito, como lo vio su director, que escribe: “Ella le daba encargos a su ángel para el Señor, la Santísima Virgen y sus santos protectores, entregándole cartas cerradas y selladas para ellos con el encargo de traerle la contestación, que efectivamente llegaba… ¡Cuántas veces estando hablando con ella y preguntándole, si su ángel estaba en su puesto para hacerle guardia, Gema dirigía con encantadora desenvoltura la mirada hacia el lugar y, mirándole, quedaba extasiada y sin sentidos todo el tiempo que lo contemplaba!”.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.