He de confesarte, querido lector, que en no pocas ocasiones he pensado -con cierto temor- en esta circunstancia: que tras mi muerte, la Misericordia de Dios me lleve al Purgatorio y que una vez allí, nadie rece por el alivio y la liberación de mi alma. Por eso, he ideado una estrategia personal consistente en dos puntos:
1º) En esta vida, hacer -como ya he hecho- el llamado Voto de Ánimas, consistente en ofrecer todas mis obras buenas, penas, trabajos y sufrimientos por el reposo y alivio de las Almas del Purgatorio.
El Voto de Ánimas, también abarca todas las oraciones -Santo Rosario, jaculatorias, novenas- así como el Santo Sacrificio de la Misa, con objeto de ganar el mayor número de indulgencias, que no me serán aplicadas a mi, sino a las Benditas Ánimas.
Gracias a este Voto de Ánimas, conseguiré, si no liberar, al menos aliviar a algunas de esas Hermanas nuestras, que a bien seguro, rogarán ante Dios por mí cuando alcancen el Paraíso.
2º) Asegurarme que mis familiares y amigos ofrezcan por el descanso de mi alma, una Misa de Réquiem y además, las llamadas Treinta Misas Gregorianas.
Pero, ¿qué son las Misas Gregorianas?, ¿con qué fin se celebran?, ¿cuál es su origen?.
El término de Misas Gregorianas, viene del Papa San Gregorio (siglo VI), que en uno de sus muchos escritos, nos narra la historia de un monje condenado a las penas del Purgatorio por no haber guardado fidelidad a las reglas de la Orden Benedictina.
El monje, de nombre Justo, violando el voto de pobreza, había escondido tres monedas de oro; seguramente por si alguna vez decidía salir del monasterio, asegurarse que no se iría con las manos vacías y con algo de sustento para empezar una nueva vida.
Próximo a la muerte, el monje Justo se quiso enmendar y confesó su culpa; no obstante, el Prior del monasterio, por el bien del alma de aquél monje y del resto de la comunidad, mandó que ninguno de los otros monjes atendiesen al moribundo, y que inclusive, tras su muerte, fuese enterrado sin honores. Medida dura, pero ejemplarizante.
Transcurrido un tiempo de la muerte del monje, el Prior mandó celebrar Misas por Justo, ya que intuía que tenía que estar purgando por su infidelidad al voto de pobreza. He aquí que se empezaron a celebrar Misas ininterrumpidas por el alma del difunto monje Justo, que se apareció a otro hermano del monasterio, a quien confesó que había sido librado de las penas del Purgatorio después de que se celebrasen treinta Misas por el descanso de su alma.
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Después de leer esto, ¿no tendrás la caridad de hacer celebrar las Treinta Misas Gregorianas por el alma de tus seres queridos?, ¿qué mejor forma de demostrarles lo mucho que los amastes aquí en este mundo, que aliviándolos mediante estas Misas?.
Llorarles sirve de bien poco, rezar por ellos, ofrecer Rosarios y sobre todo, Santas Misas, es la mayor prueba de amor y caridad que podemos tener con nuestros difuntos.
Si lees esto y un servidor ya ha partido de este mundo, te ruego reces al menos un Padrenuestro por mi alma; Dios Bueno y la Santa Virgen no dejan de premiar a quienes ayudan a sus Hermanas las Almas del Purgatorio.
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NOTA IMPORTANTE: Sería un buen apostolado y una obra de caridad para con las Benditas Ánimas del Purgatorio, que dieses a conocer este sencillo artículo, ya sea imprimiéndolo o dándolo a conocer a tus amigos a través de las redes sociales. Las Almas purgantes que se beneficien gracias a tu interés por Ellas sabrán recompensártelo.
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