sábado, 22 de agosto de 2020

EL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, tu refugio y el camino que te conducirá a Dios...





“María guardaba todas estas cosas
en Su Corazón, y las meditaba” 


Evangelio de San Lucas, cap. 2, vers. 19


               Si bien la Historia de la Devoción al Corazón de María hunde sus raíces en la Edad Media, ésta, no alcanzó su plenitud hasta el siglo XVII con el enorme Apostolado que San Juan Eudes realizó en favor de los Sagrados Corazones; vería un nuevo renacer a mediados del siglo XIX por el empeño de San Antonio María Claret y en las primeras décadas del pasado siglo XX, transcurridas las Apariciones de Nuestra Señora en la aldea de Fátima, la Devoción al Inmaculado Corazón de María volvió a brillar como en épocas anteriores.

              El 4 de Marzo de 1944, con el Decreto "Cultus liturgicus", el Sumo Pontífice Pío XII extendió a toda la Iglesia la Fiesta litúrgica del Inmaculado Corazón de María, y asigno como día propio el 22 de Agosto, Octava de la Asunción. 

              Transcurridos algunos años, el mismo Papa Pío XII consagró específicamente Rusia al Inmaculado Corazón de María, mediante el Breve Apostólico "Vergente Anno", del 7 de Julio de 1952: “… al igual como hace unos años Nos consagramos todo el género humano al Inmaculado Corazón de la Virgen María, Madre de Dios, así hoy Nos consagramos, y una manera más especial, encomendamos a todos los pueblos de Rusia a este Inmaculado Corazón…



Acto de Consagración del Mundo 
al Inmaculado Corazón de María
por el Papa Pío XII


               ¡Oh Reina del Santísimo Rosario, Auxilio de los Cristianos, Refugio del Género Humano, Vencedora de todas las batallas de Dios! Ante vuestro Trono nos postramos suplicantes, seguros de impetrar misericordia y de alcanzar gracia y oportuno auxilio y defensa en las presentes calamidades, no por nuestros méritos, de los que no presumimos, sino únicamente por la inmensa Bondad de vuestro Maternal Corazón.

               En esta hora trágica de la Historia humana, a Vos, a vuestro Inmaculado Corazón, nos entregamos y nos consagramos, no sólo en unión con la Santa Iglesia, Cuerpo Místico de vuestro Hijo Jesús, que sufre y sangra en tantas partes y de tantos modos atribulada, sino también con todo el Mundo dilacerado por atroces discordias, abrasado en un incendio de odio, víctima de sus propias iniquidades.

               Que os conmuevan tantas ruinas materiales y morales, tantos dolores, tantas angustias de padres y madres, de esposos, de hermanos, de niños inocentes; tantas vidas cortadas en flor, tantos cuerpos despedazados en la horrenda carnicería, tantas almas torturadas y agonizantes, tantas en peligro de perderse eternamente.

               Vos, oh Madre de Misericordia, impetradnos de Dios la Paz; y, ante todo, las gracias que pueden convertir en un momento los humanos corazones, las gracias que preparan, concilian y aseguran la paz. Reina de la Paz, rogad por nosotros y dad al mundo en guerra la Paz por que suspiran los pueblos, la Paz en la Verdad, en la Justicia, en la Caridad de Cristo. Dadle la Paz de las armas y la Paz de las almas, para que en la tranquilidad del orden se dilate el Reino de Dios.





              Conceded vuestra protección a los infieles y a cuantos yacen aún en las sombras de la muerte; concededles la paz y haced que brille para ellos el Sol de la Verdad y puedan repetir con nosotros ante el Único Salvador del mundo: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

              Dad la paz a los pueblos separados por el error o la discordia, especialmente a aquellos que os profesan singular devoción y en los cuales no había casa donde no se hallase honrada vuestra venerada imagen (hoy quizá oculta y retirada para mejores tiempos), y haced que retornen al único Redil de Cristo bajo el único Verdadero Pastor.

              Obtened Paz y libertad completa para la Iglesia Santa de Dios; contened el diluvio inundante del neopaganismo, fomentad en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la Vida Cristiana y del celo apostólico, a fin de que aumente en méritos y en número el pueblo de los que sirven a Dios.

              Finalmente, así como fueron consagrados al Corazón de vuestro Hijo Jesús la Iglesia y todo el género humano, para que, puestas en Él todas las esperanzas, fuese para ellos señal y prenda de victoria y de salvación; de igual manera, oh Madre nuestra y Reina del Mundo, también nos consagramos para siempre a Vos, a vuestro Inmaculado Corazón, para que vuestro amor y patrocinio aceleren el Triunfo del Reino de Dios, y todas las gentes, pacificadas entre sí y con Dios, os proclamen Bienaventurada y entonen con Vos, de un extremo a Otro de la tierra, el eterno Magníficat de Gloria, de Amor, de reconocimiento al Corazón de Jesús, en sólo el cual pueden hallar la Verdad, la Vida y la Paz.



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Decreto de la Santa Sede por el cual
se establece para el Orbe Católico
LA FIESTA DEL CORAZÓN DE MARÍA

               El culto litúrgico al Corazón de la Santísima Virgen María, cuyos lejanos antecedentes se remontan a los comentarios de los Santos Padres sobre la Esposa de los Cantares y cuyo camino prepararon en la Edad Media y en tiempos más recientes santos varones y mujeres, fue por primera vez aprobado por la Sede Apostólica a comienzos del siglo XIX, cuando el Papa Pío VII instituyó la fiesta del Purísimo Corazón de María para todas aquellas diócesis y familias religiosas que la solicitaran, fijando su piadosa y santa celebración el Domingo infraoctavo de la Asunción.

                 A mediados de la misma centuria, esta Fiesta del Purísimo Corazón de la Santísima Virgen María, que se estaba propagando cada vez más en el Orbe Católico fue dotado, por mandato de Pío IX y obra de la Sagrada Congregación de Ritos con Misa y Oficio propios.


               Además, a este culto al Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María la Iglesia tributó el honor debido toda vez que, bajo el símbolo de este Corazón, se venera con gran devoción la santidad eximia y singular del alma de la Madre de Dios, y especialmente su amor ardentísimo a Dios y a su hijo Jesús, así como su piedad maternal hacia el género humano, redimido por la Sangre divina. Fortalecíase, entre tanto, en las almas tanto de los pastores como de los fieles, el afán y el deseo que la fiesta del Purísimo Corazón de la Santísima Virgen María redundase en el bien común de toda la Iglesia.


               Por lo cual, el día de la Inmaculada Concepción de 1942, nuestro Santísimo Señor el Papa Pío XII, compadecido por los gravísimos sufrimientos con los que son afligidos los Pueblos Cristianos por causa de la cruel guerra presente, consagró también a perpetuidad al Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen y Madre al género humano que ya León XIII había dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. Y para que se conservara el recuerdo de dicha consagración decretó que se extendiera a la Iglesia universal la fiesta del Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María, con misa y oficio propios, a celebrarse cada año el día 22 de Agosto en lugar de la Octava de la Asunción de la misma Santísima Virgen, con rito doble de segunda clase. Y ello para que, con el auxilio de la Santísima Madre de Dios, obtengan todos los pueblos la paz y la Iglesia de Cristo la libertad, los pecadores, libres de sus reatos, y todos los fieles en fin se hagan fuertes en el amor a la pureza y en el ejercicio de las virtudes.


               Así pues, secundando estas disposiciones del Santo Padre, el infrascripto cardenal Carlo Salotti, obispo de Palestrina y prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos, en la audiencia del día 10 de diciembre de 1943, sometió al mismo Santísimo Señor el esquema del oficio propio y de la misa del Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María.


               Finalmente, Su Santidad aprobó el esquema presentado y mandó que se lo utilizara para la fiesta del Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María en la Iglesia universal, tal como consta en el ejemplar adjunto. Obsérvese según las rúbricas, sin que obsten cualesquiera que fueren contrarias.


               En Roma, a 4 de Marzo de 1944.


               Carlos Cardenal Salotti, Obispo de Palestrina, Prefecto




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