martes, 11 de agosto de 2020

SANTA FILOMENA, Virgen y Mártir por Cristo


               Santa Filomena, fue una joven Mártir de la Iglesia primitiva, que durmió en el olvido de la Historia hasta el providencial hallazgo de sus reliquias el 24 de Mayo de 1802, día de María Auxiliadora, durante una de las excavaciones que se hacen constantemente en Roma. La encontraron en la Catacumba de Santa Priscilla, en la Vía Salaria.

               En una tumba habían tres losas juntas que cerraban la entrada y en ellas había una inscripción que estaba rodeada de símbolos que aludían al martirio y a la virginidad de la persona ahí enterrada. Los símbolos eran: ancla, tres flechas, una palma y una flor.





               La inscripción decía: LUMENA PAXTE CUM FI

              Con toda seguridad las losas se colocaron de forma incorrecta, debido a la prisa o al poco conocimiento del latín del obrero. Por lo tanto, la inscripción se leería así: PAX TECUM FILUMENA en español: ¡La Paz sea contigo Filomena!

               Al abrir la tumba descubrieron su esqueleto que era de huesos pequeños y notaron a la vez, que su cuerpo había sido traspasado por flechas. Al examinar los restos los cirujanos atestiguaron la clase de heridas que la joven Mártir recibió y los expertos coincidieron en calcular que la niña fue martirizada entre la edad de 12 o 13 años.

               Por el entusiasmo que causaba en los primeros cristianos la valentía de los que morían por la Fe, acostumbraban a marcar la losa con el signo de la palma, y ponían al lado un pequeño frasco que contenía la sangre del Mártir.

               Cuando los científicos estaban transfiriendo la sangre seca a un nuevo frasco transparente, ante todos los que estaban presentes, se sucedió un hecho extraordinario. Para su asombro vieron que las pequeñas partículas de la sangre seca cuando caían en el nuevo frasco, brillaban como oro, diamantes y piedras preciosas y resplandecían en todos los colores del arco iris. (Hasta hoy en día se puede observar en algunos momentos de gracia, que estas partículas cambian de color)

               Los huesos, cráneo y cenizas junto con el frasco que contenía la sangre fueron depositados en un ataúd, el cual fue cerrado y triplemente sellado. Bajo guardia de honor, la caja de ébano fue llevada a la custodia del Cardenal Vicario de Roma, a una capilla donde se guardan los cuerpos de Santos.

               El 10 de Agosto de 1805, las reliquias de la Santa fueron trasladadas a Mugnano, a la casa del Padre Francesco di Lucia. Continuos milagros de toda clase acompañaban el traslado. El día antes de la llegada, por las oraciones de los habitantes, una lluvia abundante refrescó los campos y prados de Mugnano, después de una larga temporada de sequía. El Señor Michael Ulpicella, un abogado, que no había podido salir de su cuarto por seis semanas, fue llevado a donde estaban las reliquias y regresó sanado.

               El Santuario de Santa Filomena fue escena de prodigiosos milagros. Entre ellos se encuentra la sanación de Pauline Jaricot, que aparece unas líneas más abajo.




PAPAS QUE FUERON DEVOTOS 
DE SANTA FILOMENA


               El Papa León XII declaró a Santa Filomena "la Gran Taumaturga" en el siglo XIX.

               El Papa Gregorio XVI autorizó el Culto Público a Santa Filomena y la declaró Patrona del Rosario Viviente; este Pontifice fue además testigo del milagro que la Santa obró en Pauline Marie Jaricot. Como prenda de su devoción por Santa Filomena envió a su Santuario de Mugnano una hermosa lámpara de oro y plata.

               El Papa Pío IX, devoto de la Santa, recibió a través de ella muchas gracias espirituales. Fue tal vez el Pontífice que más luchó por extender la devoción a Santa Filomena, a la que concedió textos litúrgicos para su propia Misa y Oficio Divino en 1855.

              Antes de ser elegido Papa con el nombre de León XIII, el Cardenal Pecci peregrinó al Santuario de Santa Filomena en Mugnano y después de ser elevado al Solio Pontificio, regaló al mismo Santuario una cruz pectoral de gran valor.

               El Papa San Pío X elevó de categoría a la Cofradía de Santa Filomena, extendiéndola por toda la Iglesia Católica.




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ALGUNOS SANTOS Y OTRAS PERSONAS INSIGNES 
que admiraron a Santa Filomena


               San Juan María Vianney, Patrón y Modelo de los Sacerdotes, fue con diferencia, el mayor propagador del culto a Santa Filomena, a la que eligió como su especial Patrona Celestial y se comprometió a ella por voto. Siempre hablaba de la Santa, le pedía todo tipo de favores, y decía de ella que era “el milagro próximo” por los extraordinarios prodigios que ella obraba. Santa Filomena solucionó sus problemas financieros, ella convirtió pecadores; curó enfermedades gravísimas; y obró innumerables milagros en respuesta a sus simples oraciones. Muchos de ellos están registrados en la biografía del Santo Cura de Ars, pero los milagros no registrados, estos solos, podrían llenar un volumen. 

               San Juan María Vianney recomendaba que le hicieran Novenas por incontables intenciones de todo tipo que las personas le referían. Advertía seriamente a los enfermos que rezaran a Santa Filomena y los bendecía e instruía para que rezaran la Novena y siempre se impresionaba por todas las curaciones de esta gran Santa, a la cual, después de Dios, le estaba totalmente agradecido. Miles de personas vinieron a la primera Capilla dedicada en suelo francés a Santa Filomena, en piadosas peregrinaciones, con el propósito de invocar el auxilio de Santa Filomena en sus necesidades y pruebas. Evidencias tangibles de favores obtenidos, los milagros obrados, las conversiones realizadas, las oraciones escuchadas son la respuesta de Santa Filomena. El Santo Cura de Ars ideó además el Cordón de Santa Filomena.

               Santa María Magdalena Sofía Barat, Fundadora de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús, fue testigo de un milagro obrado en una novicia por intercesión de Santa Filomena en Septiembre de 1866.

               Fray Andresito (Chile) confiaba su apostolado en las calles de Santiago a la Virgen Mártir.

               San Pedro Chanel siempre tenía en su breviario una estampa de la Santa, a ella se encomendaba a diario y la llamaba "mi Auxiliar".

               Santa Francisca Cabrini, la primera canonizada de los Estados Unidos de América, gran devota de Santa Filomena, cargaba frecuentemente en sus apostolados una imagen de la Santa.

               Beato Pedro Julián de Eymard, Fundador de los Sacramentinos, fue curado milagrosamente tras recitar una Novena a Santa Filomena en 1854.

               El Padre Pío de Pietrelcina, también fue muy devoto de Santa Filomena, desde su niñez; al enterarse que Juan XXIII había eliminado del Santoral a la Santa dijo a unos peregrinos irlandeses que "Santa Filomena está en el Paraíso, todo esto es obra de Satanás".

               Ana María Taigi curó los ojos de su suegra usando aceite de Santa Filomena, a la que diario invocaba y empleaba como intercesora ante los muchos problemas que le presentaban almas piadosas que buscaban su consejo.





EL GRAN MILAGRO DE SANTA FILOMENA: 
la curación de Pauline Jaricot


               Pauline Jaricot era la hija predilecta de unos aristocráticos franceses. Nació el 22 de Julio de 1799, en medio de muchas comodidades pero de ferviente educación cristiana. Pauline era muy bella y tenía una personalidad atrayente. No obstante todos los placeres y sus halagadores admiradores, el corazón de la joven Pauline se movía más hacia las cosas del espíritu que las cosas del mundo, aunque la lucha entre las cosas de Dios y las del mundo le resultó muy dura. La Gracia triunfó y Pauline será recordada por como la Fundadora de la Sociedad para la Propagación de la Fe y el Rosario Viviente.

               Aunque Pauline había sufrido anteriormente de la enfermedad que fue la causa de su cura, fue en Marzo de 1835, que la enfermedad enseñó signos de gravedad. Esta enfermedad afectaba su corazón, en la proporción en que incrementaba, las palpitaciones se volvían tan violentas que se podían oír a cierta distancia. Un pequeño movimiento o cambio de posición era suficiente para que la sangre corriera violentamente a su corazón, que casi se sofocaba. Su respiración parecía parar y su pulso se volvía imperceptible. Drásticos remedios se le tenían que aplicar para restaurarla.

               Durante varios años de tortura, solo tenía pequeños intervalos de alivio. Uno de ellos ocurrió después de hacer una novena a Santa Filomena, después de saber de su gran poder con Dios. Tan solo de mencionar el nombre de la santa, ella experimentaba un gozo y un deseo de visitarla en su Santuario. Pero eso parecía un imposible ya que este quedaba a una gran distancia de Francia.

               Actuando bajo una inspiración, y después de saber de su médico la gravedad de su estado, que nada importaba, de una forma o otra, ella intentó un viaje al Santuario del Corazón de Jesús en Paray le Monial. Sobrevivió la jornada y se dijo a si misma: "Si no me mató este viaje, iré a Roma a obtener la bendición del Santo Padre", lo cual era la ambición de su vida.

               Ir a Roma significaba viajar a través de los Alpes, a través de caminos abandonados; largo y peligroso viaje, aun para las personas en buen estado de salud. Pero Pauline se puso en camino. El dolor que soportó era intolerable. En Chambery, su valor se acababa y casi se resigna a morir lejos de su casa y del Vicario de Cristo. Estuvo inconsciente durante dos días. Los alumnos de la escuela del convento de su pueblo hicieron una Novena a Santa Filomena por su recuperación y al final de la misma pudo seguir su viaje.

               Pauline sufrió una recaída en Loreto, Italia. Después de unos días continuó su viaje. Llegó a Roma casi inconsciente. Las Hermanas del Sagrado Corazón la recibieron con gran amabilidad, su estado era tal que le era imposible dejar el Convento. Parecía que después de tanta dificultad no iba a poder ver al Santo Padre.

               Pero la Santa Madre de Dios y Santa Filomena no la abandonaron. Su llegada a Roma fue informada al Santo Padre, el Papa Gregorio XVI, que al saber de su estado decidió ir en persona a ver a esta joven mujer que tanto había hecho por la Santa Iglesia. Esto era un honor y una consolación para Pauline. El Santo Padre fue amable y le agradeció repetidamente su trabajo a favor de la Iglesia Católica, y la bendijo una y otra vez. Le pidió que orara por él cuando llegará al cielo y esta se lo prometió. Entonces ella le preguntó: -¿Santo Padre, si yo vuelvo bien de mi visita a Mugnano, y voy a pie al Vaticano, usted su Santidad se dignaría en proceder sin demoras con la investigación final en la Causa de Santa Filomena?-

               -Sí hija mía- replicó el Papa -porque eso sería un milagro de primera clase. Nadie entonces creía que Pauline volvería... bastaba contemplarla en tal mal estado de salud.




Detalle de un cuadro ex-voto a Santa Filomena

              Era en Agosto y el clima estaba extremadamente caliente. Viajaban de noche para evitar el gran calor del día. Llegaron a Mugnano un día antes de la Fiesta de Santa Filomena: multitudes de fieles devotos de la Virgen Mártir se habían reunido para celebrar su día.

               La mañana siguiente, Pauline recibió a Jesús en la Santa Comunión, cerca de las Reliquias. Sufría unos dolores inmensos en todo su cuerpo y su corazón latía tan violentamente que se desmayó. Las personas pensaron que se había muerto; trataron de sacarla de la iglesia, pero al momento recobró el conocimiento e hizo una señal de que la dejaran cerca de las Reliquias de Santa Filomena. Sus ojos se volvieron un torrente de lágrimas, el color volvió a sus mejillas, un brillo saludable sobrevino a sus entumecidos miembros. Su alma estaba llena de un gozo celestial, y pensó que dejaba este mundo para irse al Cielo. Pero no era la muerte. Santa Filomena la había sanado. Todavía iba a vivir muchos años para Dios y de su Iglesia.

               Pauline cuando estuvo segura de su sanación, permaneció en silencio por un tiempo. Pero la Superiora del Convento al ver lo que estaba pasando, ordenó que sonaran las campanas para anunciar el milagro. El pueblo lleno de gozo gritaba "¡Viva Santa Filomena!".

               En acción de gracias, Pauline se quedó unos días más. Cuando se fue, llevaba consigo una reliquia grande de Santa Filomena, cubierta en una estatua de la Santa.

               Pauline no le había informado al Santo Padre de su sanación. Todos en el Vaticano al oír de su milagrosa cura, quedaron sorprendidos, sobre todo el Papa, cuando la vio ante él, gozando de perfecta salud. A la petición de Pauline, el Papa le concedió el privilegio de construir una Capilla en honor de Santa Filomena.


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