Lleguen
finalmente a grabar el Nombre de María en el pecho con agudos hierros, como lo hicieron el
religioso Francisco Binancio y Radagunda, esposa del rey Clotario. Y hasta impriman
con hierros candentes sobre la carne el amado nombre para que quede mucho más
visible y duradero, como lo hicieron en sus transportes de amor sus devotos Bautista
Archinto y Agustín de Espinosa.
Hagan por María e imaginen cuanto puede hacer el más fino amante para expresar su
amor a la persona amada, que no llegarán a amarla como ella los ama. "Señora mía -
dice San Pedro Damiano-, ya sé que eres amabilísima y nos amas con amor
insuperable". Sé, Señora mía, venía a decir, que nos amas con tal amor que no se deja
vencer por ningún otro amor.
Estaba una vez San Alonso Rodríguez a los pies de una
imagen de María y sintiéndose inflamado de amor hacia la santísima Virgen, rompió a
decir: "Madre mía amantísima, ya sé que me amas, pero no me amas tanto como yo a Ti".
Pero María, como sintiéndose herida en punto de amor, le respondió desde la
imagen: "¿Qué dices, Alonso, qué dices? ¡Cuánto más grande es el amor que te tengo
que el que tú me tienes. No hay tanta distancia del Cielo a la tierra como de Mi amor al
tuyo".
Razón tiene San Buenaventura al exclamar: "¡Bienaventurados los corazones que aman
a María! ¡Bienaventurados los que la sirven fielmente!" ¡Dichosos los que tienen la
fortuna de ser fieles servidores y amantes de esta Madre llena de amor! Sí, porque la Reina, agradecida más que nadie, no se deja superar por el amor de Sus devotos. María,
imitando en esto a nuestro amorosísimo Redentor Jesucristo, con sus beneficios y
favores, devuelve centuplicado Su amor a quien la ama.
Exclamaré con el enamorado San Anselmo: "¡Que desfallezca mi corazón en constante amor a Ti! ¡Que se derrita mi
alma!" Arda siempre por Ti mi corazón y se consuma del todo en Tu amor el alma mía,
mi amado Salvador Jesús y mi amada Madre María. Y ya que sin vuestra gracia no
puedo amaros, concededme, Jesús y María, por vuestros Méritos, que no por los míos,
que os ame cuanto merecéis. Dios mío, enamorado de los hombres, has podido morir
por Tus enemigos, ¿y vas a negar a quien te lo pide la gracia de amarte y amar a Tu
Madre Santísima?
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