domingo, 25 de octubre de 2020

FESTIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO


               "Sí, Yo soy Rey" -dijo Nuestro Señor Jesucristo a Pilatos- "Para eso precisamente he nacido y venido a este mundo, para dar testimonio de la Verdad." Es el Reino divino de la Santa Iglesia, en el que se proporciona la salud a los enfermos, la luz a los ciegos, la libertad a los cautivos. Sus habitantes tienen poder para hacerse hijos de Dios, para vivir una vida divina, para gozar de la libertad; aparta del yugo de Satanás y nos comunica los bienes sobrenaturales. Todo ello, en virtud de nuestra unión vital, de nuestra unidad de ser con Cristo, que es nuestra Cabeza, el Fundador de este Reino, el que lo constituyó con Sus Enseñanzas, con Sus ejemplos y, sobre todo, con Su Muerte de Cruz.

               Fue el Papa Pío XI el que durante el Jubileo de 1925, quiso instituir esta Fiesta de Cristo Rey. El título y poder de Rey pertenecen en derecho propio a Nuestro Señor Jesucristo, como Dios y como hombre; es también Rey por derecho de conquista en cuanto es el Libertador de la Humanidad redimida con Su Sangre.    





Consagración del Género Humano 

al Sacratísimo Corazón de Jesús


"...que en ese día se renueve todos los años la Consagración 

de todo el género humano al Sacratísimo Corazón de Jesús, 

con la misma fórmula que nuestro predecesor, 

de santa memoria, Pío X, mandó recitar anualmente" 


(Papa Pío XI, Diciembre de 1925)


                Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, miradnos humildemente postrados delante de Vuestro altar; Vuestros somos y Vuestros queremos ser y a fin de poder vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a Vuestro Sacratísimo Corazón.

                Muchos, por desgracia, jamás os han conocido; muchos, despreciando Vuestros Mandamientos, os han desechado. Oh Jesús benignísimo, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a Vuestro Corazón Sacratísimo.

                Oh Señor, sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria.

                Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos: devolvedlos al puerto de la Verdad y a la Unidad de la Fe, para que en breve, se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor.

                Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo; dignaos atraerlos a todos a la luz de Vuestro Reino.

                Mirad, finalmente, con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue vuestro predilecto: descienda también sobre ellos como bautismo de redención y de vida, la Sangre que un día contra sí reclamaron.

               Conceded, oh Señor, incolumidad y libertad segura a Vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no suene sino esta voz:

                ¡Alabado sea el Corazón Divino, causa de nuestra salud, a Él se entonen cánticos de Honor y de Gloria por los siglos de los siglos! Amén.




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