martes, 1 de septiembre de 2020

SOR BENIGNA CONSOLATA, ejemplo de entrega sin reservas al Sagrado Corazón de Jesús


               Sor Benigna Consolata Ferrero nació el 5 de Agosto 1885 en Turín (Italia). Bautizada al día siguiente, recibió los nombres de María de la Consolación, Teresa, Rosalía y Filomena. Pertenecía a una familia distinguida, no solo por su posición social sino por su vida Cristiana, que era ejemplar en todos. Tras una infancia llena de pureza, empezó a sentirse fuertemente atraída hacia la vida contemplativa. El Divino Maestro le hablaba interiormente a su alma y le decía: “Irás a la Visitación y podrás no solamente hacerte santa, sino llegar a aquel grado sublime de perfección que Yo quiero, para bien espiritual de los demás. Yo te pagaré todos tus sacrificios... Cuando hayas probado lo que es el monasterio, ya no querrás volver al mundo por ningún motivo... Allí tendrás humillaciones, tendrás recogimiento y todo aquello que necesitas… Cuando entres al monasterio me ganarás almas”.




               Despedida de la Visitación de Pignerol por su vida mística, ingresó a la Visitación de Como (al norte de Milán) el 30 de Diciembre de 1907, cuando contaba 22 años y recibió el santo hábito el 5 de Noviembre de 1908, con el nombre de Benigna Consolata Desde entonces, la joven Salesa no puso límites a su fervor y Jesús no puso límites a sus comunicaciones sobrenaturales. 

               La sed ardiente de la salvación de las almas que devora al Corazón de Jesús se había apoderado también de Su "Benjamina", como con cariño la llama el Señor. No descuidaba medio alguno, por insignificante que fuese, para saciar esta sed: penitencias, mil intenciones piadosas y sobre todo, sus oraciones continuas.

               El modo divino que empleará el Señor para comunicarse con Benigna será por medio de palabras interiores y visiones intelectuales. Jesús mismo le mandó que fuese escribiendo los coloquios íntimos a medida que los fuese recibiendo, y por supuesto, que no hablase ni respondiese cosa alguna sin consultárselo a Él primero.

               Los escritos que por obediencia dejó Sor Benigna manifiestan las extraordinarias virtudes que en su alma se iban desarrollando, entregada por completo a la Voluntad de Dios con una confianza ciega, y además un conocimiento clarísimo de la Misericordia del Corazón de Jesús, de Su incomparable ternura, y de las mil delicadezas con las que se dirige a los pobres pecadores, así como a los justos y a los Santos, para la conquista de una sola cosa: el amor de Sus criaturas. 

               Dócil a las enseñanzas de San Francisco de Sales, en lo exterior se conformaba por completo a la vida ordinaria de sus Hermanas. En lo interior, por el contrario, todo era extraordinario y luminoso, si bien el Divino Esposo de Benigna Consolata, lejos de regalarle una corona de flores, la conformó de espinas y abrojos, a fin de configurarla con Él.

               Fiel al mandato de Nuestro Señor y con el permiso de la Superiora, Sor Benigna Consolata realizó el voto del puro amor, como muestra de lo mucho que Jesús deseaba de ella, pues según le regalaba comunicaciones celestiales, más entrega exigía de la joven religiosa; por eso vinieron después los votos de humildad, el de abandono a su querer y el voto de hacer lo más perfecto. De esta forma progresiva el Sagrado Corazón, gracias a estos votos de desprendimiento personal, concedió a Sor Benigna un tiempo de paz espiritual. 

               Desencadenada en 1914 Primera Guerra Mundial, creyeron los Superiores de esta confidente de los secretos divinos que podrían forzarla a que obtuviese del Señor el término de un azote tan espantoso. La respuesta de Jesús fue consoladora, asegurando que no era esa guerra castigo de su justicia, sino castigo enviado por la Divina Misericordia, que serviría para salvar infinidad de almas que corrían a la condenación eterna. Al año siguiente exigió Jesús de Sor Benigna el sacrificio de su vida para conseguir la paz según las intenciones del Romano Pontífice.

               A finales de Julio de 1916, Jesús la invitó a hacer un retiro de doce días para prepararse a la muerte. Corona de estos ejercicios fue una maravillosa fórmula de voto de humildad inspirada por el Señor. Hasta la extinción completa de sus fuerzas tenía que escribir, en secreto y con aprobación de sus Superiores, lo que Dios le iba comunicando. 

               Durante su última enfermedad, los asaltos del enemigo infernal fueron espantosos. Desde la cama donde tiene que permanecer, pidió el Sacramento de la Extremaunción, que le fue administrado el 14 de Agosto. Tenía siempre en los labios el Dulcísimo Nombre de Jesús, pasando las largas horas de insomnio sentada en la cama, juntas las manos, en profundo recogimiento.

               Después de grandes sufrimientos físicos y morales, llegaba el día de encontrarse con el Divino Esposo; el Primer Viernes, 1 de Septiembre de 1916, decaían las fuerzas del cuerpo de Benigna Consolata, pero su alma inocente conservaba cabal el conocimiento y fervor. Mientras el Capellán de la Comunidad rezaba las oraciones de recomendación del alma, en presencia de todas sus Hermanas, reunidas en torno a su cama, Sor Benigna entregó plácidamente su alma en las manos de Dios, muriendo en el ósculo santo de su Esposo divino, que recogió su alma a las tres de la tarde. Tenía 31 años.


Para leer algunos de los extractos de los Dictados de Jesús 
a Sor Benigna Consolata, solo tiene que tocar AQUÍ.




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