sábado, 16 de octubre de 2021

"QUE EL CIELO, LA TIERRA Y LOS ABISMOS SE SOMETAN A LAS ÓRDENES DE MARÍA..."



               María impera en el Cielo sobre los Ángeles y Bienaventurados. En recompensa a Su profunda humildad, Dios le ha dado el poder y la misión de llenar de Santos los tronos vacíos, de donde por orgullo cayeron los ángeles apóstatas. Tal es la Voluntad del Altísimo, que exalta siempre a los humildes (Evangelio de San Lucas, cap. 1, vers. 52): que el Cielo, la Tierra y los abismos se sometan, de grado o por fuerza, a las órdenes de la humilde María, a quien constituyó Soberana del Cielo y de la Tierra, Capitana de sus Ejércitos, Tesorera de sus riquezas, Dispensadora de sus gracias, Realizadora de sus portentos, Reparadora del género humano, Mediadora de los hombres, Exterminadora de los enemigos de Dios y fiel Compañera de Su Grandeza y de Sus Triunfos.

               Dios Padre quiere formarse hijos por medio de María hasta la consumación del mundo, y le dice: Pon tu morada en Jacob (Libro de la Sabiduría, cap. 24, vers. 13); es decir, fija tu morada y residencia en mis hijos y predestinados, simbolizados por Jacob, y no en los hijos del demonio, los réprobos, simbolizados por Esaú. 

               Así como en la generación natural y corporal concurren el padre y la madre, también en la generación sobrenatural y espiritual hay un Padre, que es Dios, y una Madre, que es María. Todos los verdaderos hijos de Dios y predestinados tienen a Dios por Padre y a María por Madre. Y quien no tenga a María por Madre, tampoco tiene a Dios por Padre. 

               Por eso los réprobos –tales los herejes, cismáticos, etc., que odian o miran con desprecio o indiferencia a la Santísima Virgen– no tienen a Dios por Padre –aunque se jacten de ello–, porque no tienen a María por Madre. Que, si la tuviesen por tal, la amarían y honrarían, como un hijo bueno y verdadero ama y honra naturalmente a la madre que le dio la vida. 

               La señal más infalible y segura para distinguir a un hereje, a un hombre de perversa doctrina, a un réprobo de un predestinado, es que el hereje y réprobo no tienen sino desprecio o indiferencia para con la Santísima Virgen, cuyo culto y amor procuran disminuir con sus palabras y ejemplos, abierta u ocultamente y, a veces, con pretextos aparentemente válidos. ¡Ay! Dios Padre no ha dicho a María que establezca en ellos Su morada, porque son los Esaús.


San Luis María Grignión de Montfort
Tratado de la Verdadera Devoción, nº 28-30



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