Con la llegada de un nuevo año civil enseguida brotan en la mente propósitos y metas por alcanzar; temas pendientes que queremos retomar o tal vez comenzar, objetivos frustrados ayer que estamos decididos a cumplir ahora.
El próximo primero de Enero de 2022, comenzarán a llover los deseos y compromisos... pero tal vez esa lluvia sea efímera, y te explicaré por qué: en la mayoría de las ocasiones nos marcamos objetivos que no son para nosotros, ya que en la mayoría de los casos, esos ideales son tan mundanos como perder peso, hacer deporte o ahorrar más dinero. Son deseos buenos, tal vez, pero que al espíritu aportan más bien poco o nada.
Por eso te animo a que de cara al nuevo año busques un propósito espiritual; concentra tu ánimo y fortaleza en Dios, con eso, todo lo alcanzarás; si te parece tan complicado o no sabes cómo hacerlo, te indicaré el mismo camino que muchos Santos eligieron: Jesús Sacramentado. Sí, en el Santísimo Sacramento del Altar encontramos el Pan de Vida Eterna que nos alimenta espiritual y corporalmente. Es éste el maná de nuestros días de desierto, la fuente que refresca en el desaliento, la bandera que ha de guiar todas nuestras conquistas.
El amor a Jesús Sacramentado está lejos de vanos sentimentalismos o emociones que pronto se olvidan; no, el amor por el Santísimo Sacramento se ha de plasmar en hechos, en obras de verdad, en palabras de enamorado.
Hechos amorosos como recibir a Nuestro Señor en la Sagrada Comunión, con el alma limpia de pecado después de una buena confesión; amor a Jesús Sacramentado que continúa con la fervorosa Acción de Gracias tras comulgar. Amor consolador cuando nos acercamos al Sagrario, a cualquier hora del día, ya sea física o espiritualmente, para hacer compañía al Prisionero Divino que descansa en el Tabernáculo esperando la limosna de tu cariño. También con la práctica de la Comunión de los Primeros Viernes daremos a Jesús Sacramentado merecida reparación por cuantos ultrajes recibe en este Divino Sacramento del Altar.
Y cuando nos falte la Santa Misa o no podamos acercarnos al Sagrario, volemos entonces en espíritu a aquél Sagrario que tanta piedad movía en nuestras almas y con un deseo sincero de recibirle, hagamos la Comunión Espiritual.
La Comunión Espiritual se puede hacer en cualquier momento del día y en cualquier lugar, aunque lo más apropiado es realizarla en la Visita a Jesús Sacramentado.
La Comunión Espiritual NO sustituye la Comunión Sacramental que recibimos en la Santa Misa, sino que es como un anticipo de la misma, un deseo sincero de comulgar, de recibir a Jesús Sacramentado en nuestro corazón, por eso, y al igual que ocurre con la Comunión Eucarística, debemos tener preparación previa:
Estar en gracia de Dios -no tener conciencia de pecado mortal- , hacer un acto de Fe en la Presencia Real de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento -donde Jesús se encuentra con Su Cuerpo, Su Sangre, Su Alma y Su Divinidad. A continuación, formulamos el deseo de comulgar espiritualmente, mediante un deseo sencillo o bien usando de alguna de las oraciones que los Santos nos han legado para tal caso, como por ejemplo la de la imagen que acompaña estas líneas.
Después de un momento de intimidad con Jesús, al que albergamos en nuestro pecho después de comulgar espiritualmente, concluiremos haciendo una sincera acción de gracias, por cuantos beneficios va a causar recibir a Nuestro Señor por este medio de la Comunión Espiritual.
Si alguna vez asistimos a la Santa Misa y por desgracia estuviésemos en estado de pecado mortal o tal vez por otra causa grave no pudiésemos comulgar, el formular una Comunión Espiritual hará que aprovechemos algunas de las gracias que hubiésemos obtenido de haber comulgado sacramentalmente; si estamos en pecado mortal -y hasta que podamos confesar- es preferible realizar comuniones espirituales antes que cometer el sacrilegio de ir a comulgar en Misa sin la debida preparación.
La Comunión Espiritual es la manera más rápida de unirnos a Jesús Sacramentado; por eso te animo a que al poco de despertar, después de rezar tus oraciones básicas, continúes arrodillado y así, en presencia de Dios y de Nuestra Santa Madre, te representes por un momento ante el Sagrario: adora a Jesús, Prisionero del Tabernáculo, dale gracias por estar noche y día preso por tu amor y el mío; luego, formula la Comunión Espiritual y toma así el alimento que te sostendrá durante la jornada.
Sería ideal que a partir de hoy te propongas hacer muchas comuniones espirituales a lo largo del día, durante todo el nuevo año, no sólo por tu propio provecho sino como un acto de amor y reparación al Corazón Eucarístico de Jesús, herido por cuantas almas comulgan fríamente, sin la debida preparación o por aquellas desgraciadas que lo hacen sacrílegamente... tu Comunión Espiritual, por la mañana, y todas las que puedas hacer después, en medio del transcurso de tus obligaciones, procura que sean preparadas, fervorosas y agradecidas; así repararás por otras muchas comuniones mal hechas y por todas aquellas que se han dejado de hacer.
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