miércoles, 16 de marzo de 2022

LA CONDENA DEL NACIONALSOCIALISMO



               No puede tenerse por creyente en Dios el que emplea el Nombre de Dios retóricamente, sino sólo el que une a esta venerada palabra una verdadera y digna noción de Dios.

               Quien, con una confusión panteísta, identifica a Dios con el Universo, materializando a Dios en el mundo o deificando al mundo en Dios, no pertenece a los verdaderos creyentes.

               Ni tampoco lo es quien, siguiendo una pretendida concepción precristiana del antiguo germanismo, pone en lugar del Dios personal el hado sombrío e impersonal, negando la Sabiduría Divina y Su Providencia, la cual se extiende poderosa del uno al otro extremo (Libro de la Sabiduría, cap. 8, vers. 1) y lo dirige a buen fin. Ese hombre no puede pretender que sea contado entre los verdaderos creyentes.

                Si la raza o el pueblo, si el Estado o una forma determinada del mismo, si los representantes del poder estatal u otros elementos fundamentales de la sociedad humana tienen en el orden natural un puesto esencial y digno de respeto, con todo, quien los arranca de esta escala de valores terrenales elevándolos a suprema norma de todo, aun de los valores religiosos, y, divinizándolos con culto idolátrico, pervierte y falsifica el orden creado e impuesto por Dios, está lejos de la Verdadera Fe y de una concepción de la vida conforme a esta.

                Vigilad... con cuidado contra el abuso creciente, que se manifiesta en palabras y por escrito, de emplear el nombre tres veces Santo de Dios como una etiqueta vacía de sentido para un producto más o menos arbitrario de una especulación o aspiración humana; y procurad que tal aberración halle entre vuestros fieles la vigilante repulsa que merece. Nuestro Dios es el Dios personal, Trascendente, Omnipotente, infinitamente Perfecto, Único en la Trinidad de las Personas y Trino en la unidad de la Esencia Divina, Creador del Universo, Señor, Rey y Último Fin de la Historia del mundo, el cual no admite, ni puede admitir, otras divinidades junto a Sí.


Papa Pío XI en su Encíclica "Mit Brennender Sorge"




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