jueves, 31 de marzo de 2022

OS HE SEPARADO PARA QUE SEÁIS MÍOS, por San Alfonso María de Ligorio




               Deplora San Bernardo el ver tantos como corren a las Órdenes Sagradas sin considerar la santidad que se requiere en quienes quieren subir a tales alturas. Y San Ambrosio escribe: “Búsquese quien pueda decir: El Señor es mi herencia, y no los deseos carnales, las riquezas, la vanidad” (...). El Apóstol San Juan dice: Hizo de nosotros un reino, sacerdotes para el Dios y Padre suyo (Apocalipsis, cap. 1, vers. 6). 

               Los intérpretes (Menoquio, Gagne y Tirino) explican la palabra, diciendo que los sacerdotes son el reino de Dios, porque en ellos reina Dios en esta vida con la gracia y en la otra con la gloria; o también porque son reyes para reinar sobre los vicios. Dice San Gregorio que el "el Sacerdote ha de estar muerto al mundo y a todas las pasiones para vivir una vida por completo divina" 

               (...) El sacerdocio actual es el mismo que Jesucristo recibió de Su Padre (San Juan, cap. 17, vers. 22); por lo tanto, exclama San Juan Crisóstomo: "Si el Sacerdote representa a Jesucristo, ha de ser lo suficientemente puro que merezca estar en medio de los Ángeles".

                 San Pablo exige del Sacerdote tal perfección que esté al abrigo de todo reproche: "Es necesario que el Obispo sea irreprensible" (1 Timoteo, cap. 3, vers. 2). Aquí, por Obispo pasa el Santo a hablar de los diáconos: "Que los diáconos, así mismo sean respetable" (Ib 8), sin nombrar a los Sacerdotes; de donde se deduce que el Apóstol tenía la idea de comprender al Sacerdote bajo el nombre de Obispo, como lo entienden precisamente San Agustín y San Juan Crisóstomo, que opina que lo que aquí se dice de los Obispos se aplica también a los Sacerdotes (...). La palabra 'reprensible' todos con San Jerónimo están de acuerdo en que significa poseedor de todas la virtudes (...).

                El Sacerdote es Ministro de Dios, encargado de desempeñar dos funciones en extremo nobles y elevadas, a saber: honrarlo con sacrificios y santificar las almas. Todo pontífice escogido de entre los hombres es constituido en pro de los hombres, cuanto a las cosas que miran a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados [Hebreos, cap. 5, vers. 1]. Santo Tomás escribe acerca de este texto: "Todo Sacerdote es elegido por Dios y colocado en la tierra para atender no a la ganancia y riquezas , ni de estimas, ni de diversiones, ni de mejoras domésticas, sino a los interés de la Gloria de Dios" (In Hebreos, cap. 5, lect. I). Por eso las Escrituras llaman al Sacerdote "hombre de Dios" [1 Timoteo, cap. 6, vers. 11], hombre que no es del mundo, ni de sus familiares, ni siquiera de sí propio, sino tan solo de Dios, y que no busca más que a Dios. 

               A los Sacerdotes se aplican, por tanto las palabras de David: "Tal de los que le buscan es la estirpe" (Salmo 25, vers.6); esta es la estirpe de los que busca a Dios solamente. Así como en el Cielo destinó Dios ciertos Ángeles que asistiesen a Su Trono, así en la tierra, entre los demás hombres, destinó a los Sacerdotes para procurar Su Gloria. Por esto les dice el Levítico "Os he separado de entre los pueblos para que seáis míos" [Levítico, cap. 20, vers. 26]. San Juan Crisóstomo dice: "Dios nos eligió para que seamos en la tierra como Ángeles entre los hombres" (...).


"La Dignidad y la Santidad Sacerdotal" 
por San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia



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