jueves, 2 de febrero de 2023

NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA



                Tal y como señala Fray Alonso de Espinosa en su Historia de Nuestra Señora de Candelaria, es difícil averiguar la fecha precisa de la aparición de la Virgen dado que el relato de este hecho fue pasando de boca en boca sin una constatación escrita. No obstante Fray Alonso de Espinosa señala como probable la fecha de 1400 (105 años antes de la evangelización de la isla). La imagen de la Virgen apareció en un lugar desierto y muy seco a la orilla de la mar, junto a una playa de arena en la que desemboca un barranco. El relato de la aparición narrado por la fuente documental más directa es el siguiente:

               “Yendo dos naturales por aquella costa repastando su ganado, habiendo de pasar por aquella playa, llegando el ganado, que por la playa iba derramado, a la boca del barranco, se espantó y, no queriendo pasar, remolinaba. Uno de los pastores, creyendo que su ganado se espantaba porque sentía gente y pensando que fuesen algunos naturales que le querían robar (...) para certificarse pasó adelante y mirando hacia aquella parte del barranco, vio la santa imagen que estaba en pie sobre una peña (...).

               Y porque entre ellos era costumbre que, si topaban alguna mujer a solas y en un lugar solitario no la hablaban, porque incurrirían en pena de muerte, le hizo señas para que se apartase, porque su ganado que remolinaba tuviese lugar de pasar. Pero como la imagen no hiciese movimiento alguno, ni respondiese palabra, amohinóse el pastor y acudió a sus acostumbradas armas, que eran piedras y, haciendo de una, levantó el brazo, y fuese para amenazarle, o para tirarle con ella. 

               Y así como levantó el brazo, yendo a desembrazar para hacer su tiro, se le quedó, yerto y extendido sin poderlo rodear.

                El otro compañero, habiendo visto lo que pasaba, y no quedando escarmentado, cobrando atrevimiento de que no había mudamiento ni voz y de que, aunque hablaban al bulto o imagen, no respondía, quiso hacer nueva experiencia, aunque a costa suya y de ver si era cosa viva; Y llegándose cerca con más miedo que vergüenza, tomó una tabona, que es una piedra prieta y lisa como azabache que, herida una con otra, se hace en rajas y queda con filo como navaja, con que sangran y sajan; tomando pues, esta piedra se llegó a la santa imagen para quererle cortar un dedo de la mano, por satisfacer a su ignorancia y ver si sentía; Y poniendo el dedo de la imagen sobre el suyo y comenzando a cortar en él, hallándose el necio burlado porque la herida se daba a sí propio en sus dedos, sin hacer daño a la mano de la santa imagen (...)

               Estos fueron los dos primeros milagros que esta Señora, para bien de los naturales hizo en ellos mismos, y confirmólos después, como se verá”.

              Los pastores admirados, deciden comunicar el hecho al Mencey (rey aborigen canario) de Güimar, tierra de la que eran vasallos y donde la imagen apareció. Este convoca a sus nobles y vasallos en el Tagoror y deciden visitar el lugar indicado.

               Cuenta Fray Alonso de Espinosa, el asombro que causaba la contemplación de la imagen al no ver en ella movimiento alguno. Deciden llevarla a casa del rey a pesar del miedo que les causaba esa extraña mujer vestida con ropas para ellos desconocidas. Fueron los pastores que la hallaron los primeros en alzar la imagen y en ese instante se curaron de sus males. A continuación todos querían cargar con ella pero era tan pesada que pronto pedían socorro para que les ayudasen a portearla.

               La depositaron en la cueva del rey de Güimar donde fue agasajada con pieles de cabra y oveja. El Mencey ordenó comunicar el hallazgo y el milagro ocurrido a los restantes menceyatos. Reunidos todos los menceyes (Taoro, Abona, Adeje, Anaga, Tegueste y Tacoronte) acuerdan rendir obediencia y admiración a esta imagen “que aquello debía ser alguna cosa del cielo, y como tal fuese reverenciada”. La imagen permaneció en la cueva del mencey de Güimar durante treinta o cuarenta años.

               Es ahora el momento en el que aparece la persona de Antón, lugareño que fue apresado por los españoles y educado en la fe cristiana. Narra Fray Alonso de Espinosa que alrededor de 1420, las islas de Fuerteventura y Lanzarote ya estaban evangelizadas y que con frecuencia salían de ella moradores en navíos a saltear y llevar presos cautivos. Uno de ellos fue un muchacho que hallaron pescando en las costas de Güimar, al que bautizaron con el nombre de Antón.

               Años más tarde, Antón es liberado y regresa al Menceyato de Güimar. Allí le muestran la imagen que con tanto cuidado custodiaban, al verla se postra de rodillas ante ella e indica a los presentes que hagan lo mismo.

               En este momento Antón predica el bien, el tesoro y las virtudes de esta imagen. Les explica que con esta Señora, Patrona no tienen nada que temer, que es la Madre del sustentador del Cielo y la Tierra. Por consejo de Antón, los menceyes deciden darle una morada más digna en la cueva de Achbinico, hoy llamada cueva de San Blas. Antón fue el guardián de esta ermita y empezaron a celebrarse fiestas como las de Febrero al terminar las sementeras y la de Agosto después de la recogida de las cosechas. En esta memorable fiesta se vio sobre la arenosa playa una procesión católica, siendo paseada la imagen a hombros de los Menceyes de Taoro, Güimar, Anaga y Tacoronte.



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