jueves, 23 de septiembre de 2021

PADRE PÍO DE PIETRELCINA, EL SACERDOTE ESTIGMATIZADO

 

               El Padre Pío nació el 25 de Mayo de 1887, en una aldea llamada Pietrelcina, al sur de Italia, en la provincia de Benevento; sus padres, Horacio Forgione y Giuseppa de Nunzio eran unos humildes agricultores, que encomendaron su protección al Seráfico San Francisco de Asís, por eso le bautizaron con su nombre. Con el pasar de los años, el Padre Pío se configuraría con aquél Santo no sólo por pertenecer a su Orden, sino por llevar en su cuerpo los estigmas de la Pasión.

              Desde muy niño fue profundamente sensible y espiritual; así a la corta edad de cinco años, se ofreció al Señor como Víctima y comenzó a tener frecuentes visiones de su ángel custodio, de Nuestra Señora la Virgen y del mismo Jesucristo, visiones estas que le acompañarían el resto de su vida.




               Pero también el demonio se le representaría de distintas maneras; cuando esto ocurría, nunca le falló la ayuda su ángel de la guarda o incluso de Nuestro Señor, que ponían al diablo en fuga.


"Cada Misa escuchada con devoción, produce
en nuestra alma efectos maravillosos,
abundantes gracias materiales y espirituales
que no alcanzamos a comprender.
A tal fin, no malgastes tu dinero, sacrifícalo 
y ven a escuchar Misa. El mundo puede existir 
sin el sol, pero no puede existir sin la Misa."

(Padre Pío)


               Siendo apenas un adolescente, Francisco manifestó su deseo de ser franciscano capuchino. Ya que la familia era sumamente pobre, su padre se vio obligado a emigrar a Estados Unidos y Jamaica, en busca de medios económicos con los que sustentar la carrera eclesiástica de su hijo.

               La víspera de su entrada en el Noviciado Capuchino de Morcone, el futuro santo recibió la visita de Nuestro Señor, que le animó a seguirle; también la Virgen Santa le consoló y prometió ayuda en el camino que iba a comenzar. Al tomar el hábito, cambió el nombre de Francisco por el de Pío.

               Años más tarde, el 10 de Agosto de 1910, Fray Pío es ordenado sacerdote en la Catedral de Benevento; como recuerdo de aquél día, el ya Padre Pío escribió: “Oh Jesús, mi suspiro y mi vida, te pido que hagas de mí un Sacerdote Santo y una Víctima perfecta”.

               Aquejado por su débil salud, pasó algún tiempo en su pueblo natal, donde vivía retirado en una pequeña choza; fue precisamente allí donde sufrió los síntomas de unos estigmas aún invisibles, pero que de cierto le hacían padecer como un auténtico crucificado. Aturdido, confundido por semejante gracia, rogó al Señor que nunca se hicieran visibles aquellas heridas que ya sufría.

               Continuaba su convalecencia en Pietrelcina, pero el demonio no dejaba de molestarle; se le manifestaba de diversas maneras, unas veces con forma de animales, otras de mujeres en actitudes lascivas… sin embargo, era después consolado por aquellas visiones celestiales que desde su infancia le acompañaban. Su Santo Ángel Custodio, San Francisco, la Purísima Virgen María, le sostenían y aumentaban el sentido del continuo sufrimiento que iba a padecer pronto, cuando se asemejase con Cristo en los sufrimientos de la Pasión.


"Durante el día, cuando no puedas hacer otra cosa,  
       llama a Jesús, en el medio de tus ocupaciones,
      con gemido resignado de tu alma, y El vendrá,
          quedará siempre unido al alma por medio 
   de Su gracia y Su santo amor. Vuela con tu espíritu 
       hacia el tabernáculo, cuando no puedas llegar
         con tu  cuerpo, y desahoga allí tus deseos...
  habla, reza, abraza al dilecto de las almas mejor aún
       que si lo pudieras recibir sacramentalmente."

(Padre Pío)


               El 12 de Agosto de 1912, sufrió -a semejanza de Santa Teresa de Jesús y de Santa Verónica Giulianni- lo que era tener herido el corazón por el Amor de Dios. Así mismo lo narró él en una carta a su director espiritual: “Estaba en la iglesia haciendo la acción de gracias tras la Misa, cuando de repente sentí mi corazón herido por un dardo de fuego, hirviendo en llamas, y yo pensé que iba a morir”.

               Tras un largo período en su Pietrelcina natal, el Padre Pío, casi recuperado de sus dolencias físicas y por orden de sus superiores, se dirige a Foggia el 17 de Febrero de 1916, para pocos meses después, entrar en el convento de San Giovanni Rotondo, donde probaría si salud mejoraba por el particular clima de la región. Los superiores del Padre Pío, al comprobar que era aquel el lugar donde más alivio encontraría para sus dolencias, se resolvieron a enviarle definitivamente allí. Desde que entró, el 4 de Septiembre de 1916 hasta su muerte, jamás volvió a salir de aquel convento.

               Durante la Primera Guerra Mundial, el Padre Pío sería llamado a filas hasta en tres ocasiones, pero siempre sería devuelto al convento por su pésima salud.




               Cuando apenas había pasado un mes de la transverberación, una nueva gracia espiritual marcaría el resto de la vida del Padre Pío. De nuevo, tenemos conocimiento exacto de los hechos a través de una carta que él mismo escribió a su director espiritual:

                “Era la mañana del 20 de Septiembre de 1918. Yo estaba en el coro, haciendo la acción de gracias de la Misa y sentí que me elevaba poco a poco siempre a una oración más suave, de pronto una gran luz me deslumbró y se me apareció Cristo, que sangraba por todas partes. De su cuerpo llagado salían rayos de luz, que más bien parecían flechas que herían las manos, los pies y el costado.

                 Cuando volví en mí, me encontré en el suelo y llagado. Las manos, los pies y el costado me sangraban hasta hacerme perder las fuerzas para levantarme. Me sentía morir, y hubiera muerto si el Señor no hubiera venido a sostenerme el corazón que sentía palpitar fuertemente en mi pecho. A gatas me arrastré hasta la celda. Me recosté y recé, miré otra vez mis llagas y lloré, elevando himnos de agradecimiento a Dios.”

             Pero a estas dolorosas experiencias, se le sumaría la de la incomprensión humana; el Padre Agustín Gemelli, franciscano, doctor en medicina, se acercó al convento de San Giovanni Rottondo para examinar los estigmas del Padre Pío, que se negó, ya que el Padre Gemelli no traía consigo autorización alguna. Eso fue el detonante para que el médico franciscano publicase un artículo calificando al Padre Pío de neurótico y se ser él mismo el que se había autolesionado.

             Por tal motivo, la Santa Sede, confiando en el juicio del Padre Gemelli, tomó la decisión de “aislar” al Padre Pío durante casi diez años, entre 1923 y 1933, donde se le requisaba hasta la correspondencia epistolar. Durante todo ese período no dejó de sufrir la Pasión de Nuestro Señor.

             Al estar tan configurado con Nuestro Señor, el Padre Pío vivía la Santa Misa como en lo que en realidad es: un Sacrificio. Por eso, su Misa duraba unas dos horas, tiempo en el cual se sumergía en los dolores no sólo de Cristo, sino de la Virgen Santa. Conforme avanzaba la Santa Misa, era como si subiese al Monte Calvario. De hecho sufría la misma agonía que el Crucificado y sangraba abundantemente durante la Consagración. 

             El mismo Padre Pío explicaba así lo que es el Santo Sacrificio de la Misa: “La Misa es Cristo en la Cruz, con María y San Juan a los pies de la misma y los ángeles en adoración. Lloremos de amor y adoración en esta contemplación”.

             Una vez alguien le preguntó cómo es que podía pasar tanto tiempo de pie durante la Santa Misa, a lo que el Padre Pío contestó: “Hija mía, no estoy de pie, estoy suspendido con Cristo en la Cruz”.


"En estos tiempos tristemente faltos de fe, 
de impiedad triunfante, donde todos los que nos rodean
 tienen siempre el odio en el corazón, y la blasfemia 
en los labios, el mejor medio de mantenerse libre 
del mal es fortificarse con el alimento eucarístico."

(Padre Pío)

               A partir del 16 de Julio de 1933 la Santa Sede levanta las restricciones al Padre Pío y éste puede volver a celebrar Misa en público; a partir del año siguiente se le permitiría de nuevo confesar. 

               Con el dinero de los donativos que sus devotos hacían llegar al Convento de San Giovanni Rottondo, el Padre Pío proyecta la creación de un Hospital, "la Casa Sollievo della Sofferenza", que sería inaugurada el 5 de Mayo de 1956.



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               A raíz de la Segunda Guerra Mundial, el mismo Padre funda los "Grupos de Oración del Padre Pío". Los Grupos se multiplicaron por toda Italia y el mundo. A la muerte del Padre los Grupos eran 726 y contaban con 68.000 miembros.

               Desde 1959, periódicos y semanarios empezaron a publicar artículos y reportajes mezquinos y calumniosos contra la "Casa Alivio del Sufrimiento". Para quitar al Padre los donativos que le llegaban de todas partes del mundo para el sostenimiento de la Casa, sus enemigos envidiosos planearon una serie de documentaciones falsas y hasta llegaron, sacrílegamente, a colocar micrófonos en su confesionario para sorprenderlo en error.

               Algunas oficinas de la Curia Romana condujeron investigaciones, le quitaron la administración de la Casa Alivio del Sufrimiento y sus Grupos de Oración fueron dejados en el abandono. A los fieles se les recomendó no asistir a sus Misas ni confesarse con él.

               El Padre Pío sufrió mucho a causa de esta última persecución que duró hasta su muerte, pero su fidelidad y amor intenso hacia la Santa Madre Iglesia fue firme y constante. En medio del dolor que este sufrimiento le causaba, solía decir: "Dulce es la mano de la Iglesia también cuando golpea, porque es la mano de una madre".

               El Viernes 20 de Septiembre de 1968, el Padre Pío cumplía 50 años de haber recibido los estigmas del Señor; celebró la Santa Misa a la hora acostumbrada. Alrededor del altar había 50 grandes macetas con rosas rojas para sus 50 años de sangre... De la misma manera milagrosa como los estigmas habían aparecido en su cuerpo 50 años antes, ahora, 50 años más tarde y unos días antes de su muerte, habían desaparecido sin dejar rastro alguno de cinco décadas de dolor y sangre, con lo cual el Señor ha confirmado su origen místico y sobrenatural.

               Tres días después, murmurando por largas horas "¡Jesús, María!", muere el Padre Pío... era el 23 de Septiembre de 1968. 



miércoles, 22 de septiembre de 2021

LAS PROFECÍAS DE LA SALETTE, 175 Aniversario (Parte III) "...la Verdadera Fe se ha extinguido y la falsa luz alumbra el mundo"

  



               "Habrá, entonces, una gran tribulación, porque habrá una perversión de la Doctrina Católica, a causa de la propagación de una falsa doctrina. Y si no fuesen abreviados aquellos días, a saber, por el testimonio de la Doctrina, a causa del refuerzo de la Verdadera Doctrina, nadie se salvaría, pues, todos abrazarán la falsa doctrina" 

Santo Tomás de Aquino, comentarios al Evangelio de San Mateo (cap. 24, vers. 21)


LA ACTUAL PERVERSIÓN DOCTRINAL 
O FALSA LUZ QUE PRETENDE ALUMBRAR


"Los católicos que han obtenido el divorcio civil del cónyuge con el cual están válidamente casados y han contraído un matrimonio civil con alguna otra persona durante la vida de su cónyuge, y que viven more uxorio con su pareja civil, y que eligen permanecer en este estado con pleno conocimiento de la naturaleza de su acto y con pleno consentimiento de la voluntad del acto, no están necesariamente en un estado de pecado mortal, y pueden recibir la gracia santificante y crecer en la caridad..." 

"Un creyente católico puede tener pleno conocimiento de una ley divina y elegir violarla voluntariamente en una materia grave, pero no estar en un estado de pecado mortal como resultado de este acto."

Jorge Mario Bergoglio, Encíclica "Amoris Laetitia"



               Es claro y evidente que para el Doctor Angélico la Gran Tribulación de que hablan las Escrituras, consistirá en una cuestión de doctrina, que sacudirá hasta los cimientos mismos de la Iglesia Católica Apostólica Romana, reducida prácticamente a unos pocos que permanecerán por gracia de Dios firmes en la Fe y conservando la Verdadera Doctrina Católica. 

               Y tal como expone Orígenes citado por Santo Tomás con relación a los días acortados: "Así pueden referirse al advenimiento de Cristo a causa de su Iglesia, y así decía Orígenes que tal como la palabra del Evangelio se divulgó para su venida, así la falsa doctrina se divulgará para la venida del Anticristo". En plena concordancia con las Escrituras y Santo Tomás, La Salette advierte: «Se predicará una falsa doctrina, un anti-Evangelio...predicarán otro Evangelio contrario al del verdadero Cristo Jesús» 

              La confusión y el error llegará a grados inimaginables y el culto de Dios quedará relajado tal como acontece hoy con la nueva Misa: «Los libros malos abundarán en la tierra, y los espíritus de las tinieblas extenderán por todas partes un relajamiento universal en todo lo relativo al servicio de Dios, obtendrán un poder extraordinario sobre la naturaleza» . Y esto por pérdida de la Fe: «Y se verán por doquier prodigios extraordinarios, porque la Verdadera Fe se ha extinguido y la falsa luz alumbra al mundo». ¡Ay de la jerarquía que farisaicamente se preocupa por su autoridad y prestigio y deja envenenar los manantiales puros de la Doctrina y de la Fe...!

Padre Basilio Méramo


              “Es menester recordar y reprender nuevamente el gravísimo error en que míseramente se hallan algunos Católicos, al opinar que hombres que viven en el error y ajenos a la Verdadera Fe y a la Unidad Católica pueden llegar a la eterna salvación. Lo que ciertamente se opone en sumo grado a la Doctrina Católica”

Papa Pío IX, Encíclica Quanto conficiamur moerore, Agosto de 1863



(toca sobre el título para acceder a la publicación)




martes, 21 de septiembre de 2021

LA VIDA INTERIOR: Su mirada me iluminará

 


               Lo que más me conviene buscar habitual y continuamente es la mirada amorosa de Dios sobre mí y dentro de mí; fijarme con amor en que mi vida se desenvuelve en Dios, he sido criado para Dios, Dios está en mí, yo estoy en Dios y de Dios recibo mi vida y el deseo de su Amor.

               Procuraré aislarme de las criaturas y aún de mi trabajo ordinario y disponerme más delicadamente para que Dios pueda fijar complacido sobre mí, su mirada de Padre y de Dios amoroso y yo preste atención a ella, para que la eficacia de la gracia y de la santidad sea mayor en mí. 

               Su mirada me iluminará y fortalecerá, porque la mirada de Dios siempre pone inundación de luz y de hermosura de cielo en el alma. Dios siempre me mira, como me ama sin interrupción, como está viviendo continuamente dentro de mi alma, aún cuando yo esté distraído. ¡Oh Dios mío, que nunca me aleje yo de Ti!. Pero sólo desarrollará Dios en mí toda la eficacia amorosísima de su mirada y de su presencia si yo le busco a Él y se la pido con deseo y ansia de amor, si pongo mi vida y mi corazón en encontrar y grabar en mi alma esos amorosos ojos de mi Dios. Quiero no apartar la mirada de mi alma de sus ojos de infinita hermosura.

               Dios mío, yo no sé ni puedo grabarte en mí, en lo íntimo mío, como deseo; grabad Vos vuestra bendita y atrayente mirada en mi alma e iluminadme. Tu mirada siempre me ilumine y haga florecer en mí la flor de la santidad, el fruto codiciado de la vida eterna, que es participación de vuestra misma vida y esperanza de la posesión de la dicha perfecta.

               Leo en el Santo Evangelio que Jesucristo, en el día más solemne de la fiestas de los judíos, estando de pie ante todos, dijo con fuerte voz: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba”. Y continuó diciendo Jesús: “De que beba de Mí, del seno de aquél que cree en Mí, manarán ríos de agua viva”.

               Para que pueda llegar a cumplirse en mí esta divina promesa, de antemano ha puesto Él, amoroso, en mi alma sed de Dios, sed o ansia de consagrarme a Dios y de vivir para Dios. Es mi mismo Padre celestial quien me dio, como inestimable regalo de su misericordia, esta misteriosa sed de lo sobrenatural, de la vida eterna.

               El mismo Jesucristo, mi Redentor, puso la sed de Dios en mi corazón. No conocía yo este tesoro, pero Jesucristo, sin yo conocerlo ni merecerlo, me dio esta sed viva de Dios, y con ella tuve fortaleza y determinación para dejar todo lo del mundo y venir a Él. Ni hubiera podido tener la fortaleza y determinación para dejarlo todo y renunciarme a mí mismo si Él no hubiera puesto esta inflamación y sed en mí.

               Al principio, porque no me había vaciado de mí mismo, parecíame este camino pedregoso y muy difícil, mas cuando me renuncio y niego a mí mismo, veo por experiencia que el camino de tu gracia y de tu amor es camino de belleza y de alegría, que el camino de tu misericordia está lleno de delicias y goces insospechados y es el camino seguro y gozoso que termina en los resplandores de la vida eterna.

               ¿Cómo podré agradecerte, Dios mío, esta sed que me diste?. Sentí esta sed y este ansia insaciable allá en el alborear de mi vocación y ellas me hicieron dejar todo lo del mundo para venir a Ti, y continué sintiéndolas más intensas durante mi vida religiosa, porque no podía perfectamente poseerte a Ti mientras no me negara perfectamente a mí, y por ellas continuo preparándome y negándome para hacerte mío y que Tú me hagas totalmente tuyo. Bendita sea esta sed que aparta de mí todo apetito y codicia de lo terreno y me aviva los deseos y recuerdos de Ti, Amor mío y Señor y Creador del Cielo.


Padre Valentín de San José, Carmelita Descalzo



lunes, 20 de septiembre de 2021

LAS ALMAS DEL PURGATORIO TIENEN SU VOLUNTAD CONFORME A LA VOLUNTAD DE DIOS, por Santa Catalina de Génova

 


               Toda la bondad que pueda haber en el hombre es por participación de Dios. Él se comunica a las criaturas irracionales, según Su Voluntad y ordenación, y nunca les falta. En cambio, al alma racional se le comunica más o menos, según la halla purificada del impedimento del pecado. Por eso, cuando un alma se aproxima al estado de su primera creación, pura y limpia, aquel instinto beatífico hacia Dios se le va descubriendo, y se le acrecienta con tanto ímpetu y con tan vehemente fuego de Caridad -el cual la impulsa hacia su último fin- que le parece algo imposible ser impedida. Y cuanto más contempla ese fin, tanto más extrema le resulta la pena. 

               Siendo esto así, como las Almas del Purgatorio no tienen culpa de pecado alguno, no existe entre ellas y Dios otro impedimento que la pena del pecado, la cual retarda aquel instinto, y no le deja llegar a perfección. Pues bien, viendo las Almas con absoluta certeza cuánto importen hasta los más mínimos impedimentos, y entendiendo que a causa de ellos necesariamente se ve retardado con toda justicia aquel impulso, de aquí les nace un fuego tan extremo, que viene a ser semejante al del infierno, pero sin la culpa. Ésta es, la culpa, la que hace maligna la voluntad de los condenados al infierno, a los cuales Dios no se comunica con Su Bondad. Y por eso ellos permanecen en aquella desesperada voluntad maligna, contrarios a la Voluntad de Dios.

               Aquí se ve claramente que la voluntad perversa enfrentada contra la voluntad de Dios es la que constituye la culpa y, perseverando esa mala voluntad, persevera la culpa. Los que están en el infierno han salido de esta vida con la mala voluntad, y por eso su culpa no ha sido perdonada, ni puede ya serlo, pues una vez salidos de esta vida, ya no puede cambiarse su voluntad. 

               En efecto, al salir de esta vida el alma queda fija en el bien o en el mal, según se encuentra entonces su libre voluntad. Está escrito, "Ubi te invenero", es decir, en la hora de la muerte, según haya voluntad de pecado o arrepentimiento del pecado, "ibi te iudicabo" (donde te encuentre, allí te juzgaré) (Libro del Eclesiastés, cap. 11, vers. 3). Este juicio es irrevocable, pues más allá de la muerte ya no hay posibilidad de cambiar la posición de la libertad, que ha quedado fijada tal como se hallaba en el momento de la muerte. 

               Los del infierno, habiendo sido hallados en el momento de la muerte con voluntad de pecado, tienen consigo infinitamente la culpa, y también la pena. Y la pena que tienen no es tanta como merecerían, pero en todo caso es pena sin fin. Los del purgatorio, en cambio, tienen solo la pena, pero como están ya sin culpa, pues les fue cancelada por el arrepentimiento, tienen una pena finita, y que con el paso del tiempo va disminuyendo, como ya he dicho. ¡Oh, miseria mayor que toda otra miseria, tanto mayor cuanto más ignorada por la humana ceguera!

               En cambio, las Almas del Purgatorio tienen su voluntad totalmente conforme con la Voluntad de Dios. Por eso Dios, a esa voluntad conforme, corresponde con Su Bondad, y Ellas permanecen contentas, en cuanto a la voluntad, ya que es purificada del pecado original y actual. Y en cuanto a la culpa, aquellas almas permanecen tan puras como cuando Dios las creó, ya que han salido de esta vida arrepentidas de todos los pecados cometidos, y con voluntad de nunca más cometerlos. Con este arrepentimiento, Dios perdona inmediatamente la culpa, y así no les queda sino la herrumbre y la deformidad del pecado, las cuales se purifican después en el fuego con la pena. Y así, purificadas de toda culpa y unidas a Dios por la voluntad, estas almas ven a Dios claramente, según el grado en que Él se les manifiesta; y ven también cuánto importa gozar de Dios, y entienden que las almas han sido creadas para este fin. Esta conformidad atrae el alma hacia Dios por instinto natural con tal fuerza, que no pueden expresarse razones, ni figuras o ejemplos que sean suficientes para decirlo, tal como la mente siente en efecto y comprende por sentimiento interior.


Santa Catalina de Génova, Tratado del Purgatorio




domingo, 19 de septiembre de 2021

SIGNIFICADO Y SIMBOLISMO DE NUESTRA SEÑORA DE LA SALETTE

 



Nuestra Señora de La Salette sentada sobre una gran piedra con las manos en el rostro

               Esta representación nos muestra el primer momento en que los dos pastorcitos vieron a la Virgen: estaba sentada sobre una gran piedra, en esta posición, llorando, con las manos cubriéndose el rostro, según el relato de los jóvenes videntes. En el Antiguo Testamente vemos como los Patriarcas, empleaban grandes piedras para erigir los primeros altares de los sacrificios; también la piedra sobre la que descansó la cabeza de Jacob durante su sueño misterioso en el desierto; pero aquí, en la Nueva Ley, hay una piedra á la cual van unidos grandes recuerdos para lo porvenir; esta es la piedra sobre la cual se sentó la Virgen de la Salette. La piedra de los sacrificios solo fue tocada por las manos de los Patriarcas; la piedra de La Salette ha recibido el Cuerpo purísimo de María.


Las lágrimas de Nuestra Señora de La Salette

               Las copiosas lágrimas de Nuestra Señora de La Salette tienen un significado claro: toda madre sufre por sus hijos y, en el caso de la Madre de Dios, no es diferente. Ninguna madre quiere que su hijo se pierda. La Virgen llora por la blasfemia, por la profanación del día festivo, dedicado a la Gloria de Dios,  y llora además Nuestra Santa Madre por la violación de la abstinencia; llora al fin la Virgen en La Salette porque estos pecados, además del escándalo, llevan consigo la indiferencia religiosa y el desconocimiento de la Autoridad de Dios y de su Iglesia. 


Los brazos cruzados de Nuestra Señora de La Salette

               Esta imagen nos trae un mensaje triste: la Virgen Purísima no puede ayudarnos si no buscamos abandonar la vida "cómoda", anclada en el pecado, o si no reconocemos que estamos en pecado. Es decir: cuando nos alejamos de Dios y dejamos la oración, somos vulnerables ante el mundo, el demonio y la carne, enemigos del alma. Y, cuando estamos en esta situación, es como si Nuestra Señora estuviera atada, incapaz de ayudarnos. 




Las cadenas sobre los hombros de Nuestra Señora de La Salette

               Las cadenas en los hombros de Nuestra Señora de La Salette complementan el mensaje de Sus brazos cruzados. Las cadenas representan el pecado de Sus hijos. Estas pesadas cadenas evitan que Nuestra Santa Madre haga efectivo Su Reino en todas las almas; urge pues una conversión sincera y oración continua.


La Cruz, martillo y tenazas

              Este es el símbolo del gran Mensaje de la Virgen de La Salette. La Cruz tiene un martillo en el lado izquierdo y pinzas en el lado derecho. El martillo simboliza los pecados de la humanidad que clavan en la Cruz a Jesús Nuestro Señor. Los alicates simbolizan la oración y la conversión. Cada vez que un corazón se vuelve a Dios, es como si se le quitase un clavo a Jesús crucificado. La humanidad siempre se enfrenta al martillo y al alicate. Llorando, Nuestra Señora de La Salette pide a Sus hijos que elijan las tenazas y alivien el sufrimiento de Jesús.


El traje campesino de Nuestra Señora de la Salette

               El atuendo campesino de Nuestra Señora de La Salette significa que la Virgen María conoce la vida de Sus hijos y se identifica con ellos y sus necesidades cotidianas. Los pastores insisten en que la Virgen María, pese al traje de campesina y las continuas lágrimas nunca perdió Su mirada regia.


La diadema en la cabeza de Nuestra Señora de La Salette

               La diadema es una especie de corona adornada con flores, utilizada por las reinas. La diadema en la cabeza de Nuestra Señora de La Salette simboliza Su Realeza, Su Imperio sobre todo lo creado, como Emperatriz del Universo que es. Sin embargo, no solo eso. La diadema también simboliza que quien la lleva transmite una Doctrina, sólida y clara: enseña que es necesario buscar a Dios en la oración y en la conversión, cada día. Sin Dios nunca tendremos una vida plena. Y la Virgen Santa quiere para nosotros la vida plena que solo Jesús tiene para dar.




Los dos niños a los pies de Nuestra Señora de La Salette

               Los dos niños a los pies de Nuestra Señora de La Salette representan a los dos videntes de la Virgen, Melania Calvat y Maximimo Giraud. Los dos humildes campesinos, cuasi analfabetos, fueron los transmisores de un mensaje profundo y maravilloso. Dios aprecia la humildad de corazón, la Infancia Espiritual, que no es más que vivir en el abandono absoluto, con la confianza propia de un niño, según los designios amorosos de la Divina Providencia.


Un Santuario y una Congregación

               Nuestra Señora pidió que se construyera un Santuario allí y que se fundara una Congregación para cuidar la iglesia y el Mensaje que dejó en La Salette. Para eso, ella misma dictó a Melania Calvat las reglas de vida de la nueva Congregación, que debería llamarse "Orden de la Madre de Dios". La misión de la Congregación es anunciar la necesidad de la conversión del Clero y de todos los fieles. Por desgracia, la intervención humana ha impedido hasta la fecha que esta obra se llevase a término... tal vez por eso, en Su Secreto, la Virgen realizó un llamado "a los Apóstoles de los Últimos Tiempos", incluyendo en él a todos los bautizados, hijos de la Iglesia que ha sido ocupada y eclipsada por sus enemigos.



175 ANIVERSARIO de la APARICIÓN DE LA VIRGEN en la aldea francesa de LA SALETTE

 

Si quiero que Mi Hijo no os abandone, 
estoy encargada de rogarle sin cesar por vosotros





               Nuestra Santa Madre, la Virgen Santísima, nunca nos desampara: siempre se ha hecho presente en la Historia cuando las circunstancias así lo requerían; por eso vino a Zaragoza, en un milagro de bilocación -pues aún vivía en este mundo- para aparecerse al Apóstol Santiago y apoyar su labor evangelizadora, dejando muestra visible de Su paso en el glorioso Pilar que aún hoy se venera. Desde entonces, la Virgen ha continuado apareciéndose en multitud de lugares y la mayoría de las veces, a niños, aunque también a almas muy humildes e incluso a pecadores o renegados de la Religión Católica; almas que Nuestra Señora conquista con Su mirada para hacerlas partícipes de Sus anhelos por la salvación de los hombres...

              La Celestial Aparición que hoy rememoramos en su 175 Aniversario, tuvo lugar en una meseta montañosa, a 1840 metros, al sudeste de Francia, en la aldea de La Salette, en el distrito de Grenoble, cantón de Corps. Un niño llamado Maximino Giraud, de once años y Melania Calvat Mathieu, de catorce, estaban cuidando el ganado. Melania estaba acostumbrada y entrenada a este tipo de trabajo desde que tenía nueve años de edad, pero todo era nuevo para Maximino. Su padre le había pedido que lo hiciera como un acto generoso para cooperar con el granjero que tenía a su ayudante enfermo por esos días. Ambos pobres y cuasi analfabetos, hablaban en el dialecto local, patué; entendían el francés pero no podían pronunciarlo sin errores.


RELATO DE LA APARICIÓN DE LA VIRGEN 
EN LA ALDEA FRANCESA DE LA SALETTE

(El texto en letra cursiva corresponde al testimonio 
oficial de la vidente, Melania Calvat)




               El día 18 de Septiembre, de 1846, víspera de la Aparición de la Santísima Virgen, estaba yo sola como siempre cuidando el ganado de mi amo, alrededor de las once de la mañana vi a un niño que se aproximaba hacía mí. Por un momento tuve miedo, pues me parecía que todos deben saber que evitaba todo tipo de compañía. El niño se acercó y me dijo:

               "Hey niña, voy a ir contigo, soy de Corps". A estas palabras mi malicia natural se mostró y le dije: "No quiero a nadie a mi alrededor. Quiero estar sola". Pero el, siguiéndome, dijo: "Mi amo me envió aquí para que contigo cuidara el ganado. Vengo de Corps". Me separé molesta de él, dándole a entender que no quería a nadie alrededor mío. Cuando estaba ya a cierta distancia me senté en la hierba. Usualmente de esta forma hablaba a las florecitas o al Buen Dios.

               Después de un momento, detrás de mí estaba Maximino sentado y directamente me dijo: "Déjame estar contigo, me portaré muy bien". Aún en contra de mi voluntad y sintiendo un poco de lástima por Maximino le permití quedarse. Al oír la campana de La Salette para el Angelus, le indiqué elevar su alma a Dios. El se quitó el sombrero y se mantuvo en silencio por un momento. Luego comimos y jugamos juntos. Cuando cayó la tarde bajamos la montaña y prometimos regresar al día siguiente para llevar al ganado nuevamente.

               Llegó el Sábado, 19 de Septiembre, de 1846; el día estaba muy caluroso y los pastores, tras el Ángelus, acordaron hacer su almuerzo en un lugar apartado del sol. Melania había descubierto que Maximino era muy buen niño, simple y dispuesto a hablar de lo que ella deseara. Era muy flexible y juguetón, pero si un poco curioso. Llevaron el ganado, compuesto por cuatro vacas y una cabra, a una pequeña quebrada y encontrando un lugar agradable decidieron tomar una siesta. Ambos durmieron profundamente. En torno a las tres de la tarde Melania fue la primera en despertar; el ganado no estaba a su vista, entonces rápidamente llamó a Maximino. "¡Rápido, vamos a ver nuestras vacas... No sé dónde están!". Juntos fueron en su búsqueda por los alrededores y las encontraron pastando plácidamente.

               Los dos jóvenes volvían en la búsqueda de sus utensilios, donde habían llevado su almuerzo y cerca de la quebrada en donde habían hecho la siesta; divisaron allí una especie de bola de fuego que parecía dividirse. Melania pregunta a Maximino si el ve lo que ella esta viendo. ¡Oh Dios mío!, exclamó Melania dejando caer la vara que llevaba. Algo fantásticamente inconcebible la inundaba en ese momento y se sintió atraída, con un profundo respeto, llena de amor y el corazón latiéndole más rápidamente. Vieron a una Señora, envuelta por un globo luminoso, que estaba sentada en una enorme piedra. Tenía el rostro entre Sus manos y lloraba amargamente... 

               Melania y Maximino estaban atemorizados, pero la Señora, poniéndose lentamente de pie, cruzando suavemente Sus brazos, les llamó hacía Ella y les dijo que no tuvieran miedo. Agregó que tenía grandes e importantes nuevas que comunicarles. Sus suaves y dulces palabras hicieron que los jóvenes se acercaran apresuradamente. Melania cuenta que su corazón deseaba en ese momento adherirse al de la Bella Señora.

               La Señora era muy alta y de porte majestuoso. Desprendía tanta luz que Maximino no le terminó de ver bien la cara. Tenía un vestido blanco con un delantal ceñido a la cintura, no se podría decir que era de color dorado pues estaba hecho de una tela no material, más brillante que muchos soles. Sobre Sus hombros lucía un precioso chal blanco con rosas de diferentes colores en los bordes. Sus zapatos blancos tenían el mismo tipo de rosas. 

               De Su cuello colgaba una cadena con un Crucifijo, tan real, que parecía estar vivo. Sobre la barra del crucifijo colgaban de un lado el martillo y del otro las tenazas. De Su cabeza una corona de rosas irradiaba rayos luminosos, como una diadema. En Sus preciosos ojos habían lágrimas que abundantes, rodaban sobre las mejillas. Una luz más brillante que el sol pero distinta a éste le rodeaba.




                Nuestra Señora se dirigió a los muchachos en su dialecto: "¡Acercaos, hijos Míos, no tengáis miedo, estoy aquí para contaros una gran noticia!"; así, les advirtió que "la mano de Su Hijo era tan fuerte y pesada que ya no podría sostenerla, a menos que la gente hiciera penitencia y obedeciera las Leyes de Dios". Si no, tendrían mucho que sufrir. 

               "La gente no observa el Día del Señor, continúan trabajando sin parar los Domingos. Tan solo unas mujeres mayores van a Misa en el verano. Y en el invierno cuando no tienen más que hacer van a la iglesia para burlarse de la Religión. El tiempo de Cuaresma es ignorado. Los hombres no pueden jurar sin tomar el Nombre de Dios en vano. 

               La desobediencia y el pasar por alto los Mandamientos de Dios son las cosas que hacen que la mano de Mi Hijo sea más pesada... Si quiero que Mi Hijo no os abandone, estoy encargada de rogarle sin cesar por vosotros, y vosotros no hacéis caso. Por más que recéis, por más que hagáis, jamás podréis recompensar el dolor que he asumido por vosotros".

               La Virgen Dolorosa continuó conversando y les predijo una terrible hambruna y escasez. Dijo que la cosecha de patatas se había echado a perder por esas mismas razones el año anterior. Cuando los hombres encontraron las patatas podridas, juraron y blasfemaron contra el Nombre de Dios aún más. Les dijo que ese mismo año la cosecha volvería a echarse a perder (1) y que el maíz y el trigo se volverían polvo al golpearlo, las nueces se estropearían, las uvas se pudrirían (2). Después, la Señora comunica a cada joven un Secreto (3) que no debían revelar a nadie hasta 1858 (4).

               La Señora agregó que si el pueblo se convirtiera, las piedras y las rocas se convertirían en trigo y las patatas se encontrarían sembradas en la tierra. Entonces preguntó a los jovencitos: "¿Hacéis bien vuestras oraciones, hijos míos?" Respondieron los dos: "¡Oh! no, Señora; no muy bien."

              "¡Ay, hijos Míos! Hay que hacerlas bien por la noche y por la mañana. Cuando no podáis hacer más, rezad un Padrenuestro y un Avemaría; y cuando tengáis tiempo y podáis, rezad más."

               Con su voz maternal y solícita les termina diciendo: "Pues bien, hijos Míos, decid esto a todo Mi pueblo". Luego continuó andando hasta el lugar en que habían subido para ver donde estaban las vacas. Sus pies se deslizan, no tocan más que la punta de la hierba sin doblarla. Una vez en la colina, la hermosa Señora se detuvo. Melania y Maximino corren hacia ella apresuradamente para ver a donde se dirige. La Señora se eleva despacio, permanece unos minutos a unos metros de altura. Mira al cielo, a su derecha, a su izquierda, a los ojos de los niños, y se confunde con el globo de luz que la envuelve. Este sube hasta desaparecer en el firmamento.


ESTAMPA POR EL 175 ANIVERSARIO DE LA SALETTE


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     NOTAS

               1- Desde inicios de la década de 1840 Europa entera sufrió la conocida como "Penuria de la patata"; el hongo conocido como "tizón tardío", asoló las cosechas causando millones de muertes y provocando éxodos masivos a otras regiones.

               2- Tras la Aparición de la Virgen en La Salette, las vides francesas sufrieron diferentes plagas que no solo diezmaron las plantaciones, sino que acabaron con todas las cepas; así, no encontramos en el país galo ninguna especie de vid anterior a 1847.

               3- Toca en el siguiente título para leer EL SECRETO CONFIADO POR NUESTRA SEÑORA DE LA SALETTE a Melanie Calvat (Texto completo)

               4- En 1858, cuando debía hacerse público el Secreto de La Salette, Nuestra Señora se manifestó nuevamente en Francia, a Santa Bernarda Soubirous, en Lourdes.


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sábado, 18 de septiembre de 2021

"EL ALTÍSIMO Y SU SANTÍSIMA MADRE HAN DE FORMAR GRANDES SANTOS..."

 




               Hacia el Fin del Mundo, el Altísimo y Su Santísima Madre han de formar grandes Santos que superarán en Santidad a la mayoría de los otros Santos cuanto los cedros del Líbano exceden a los arbustos. 

               Estos grandes Santos, llenos de gracia y celo apostólico, serán escogidos por Dios para oponerse a sus enemigos, que bramarán por todas partes. Tendrán una excepcional devoción a la Santísima Virgen, quien les esclarecerá con Su Luz, les alimentará con Su leche, les guiará con Su Espíritu, les sostendrá con Su brazo y les protegerá, de suerte que combatirán con una mano y construirán con la otra. 

               Con una mano combatirán, derribarán, aplastarán a los herejes con sus herejías, a los cismáticos con sus cismas, a los idólatras con sus idolatrías y a los pecadores con sus impiedades. Con la otra edificarán el Templo del verdadero Salomón y la Mística Ciudad de Dios, es decir, la Santísima Virgen...

               Con sus palabras y ejemplos atraerán a todos a la verdadera Devoción a María. Esto les granjeará muchos enemigos, pero también muchas victorias y gloria para Dios solo. Es lo que parece haber predicho el Espíritu Santo con las palabras del Salmista: "Para que se sepa que Dios gobierna a Jacob y hasta el confín de la tierra. Vuelven por la tarde, ladran como perros, merodean por la ciudad"(Salmo 59, 14-16).

               Esta Ciudad a la que acudirán los hombres al Fin del Mundo para convertirse y saciar su hambre de Justicia es la Santísima Virgen, a quien el Espíritu Santo llama Morada y Ciudad de Dios.


San Luis María Grignión de Montfort
Tratado de la Verdadera Devoción, nº 47 - 48



viernes, 17 de septiembre de 2021

LAS LLAGAS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS


               En Septiembre de 1224, dos años antes de su muerte, se retiró San Francisco al Monte Alverna para consagrarse totalmente a la oración y la penitencia, y un día, mientras estaba sumido en contemplación, el Señor Jesús imprimió en su cuerpo -manos, pies y costado- los estigmas de Su Pasión. Le sangraban, le causaban grandes sufrimientos y le dificultaban su vida y actividades, pero no cesó de viajar y predicar mientras sus fuerzas se lo permitieron.

               En vida del Santo, sus compañeros más cercanos pudieron ver las llagas de manos y pies, y a partir de su muerte todos pudieron contemplar también la llaga del costado. El Papa Benedicto XI concedió a la Orden Franciscana celebrar cada año la memoria de este hecho, probado por testimonios fidedignos.

               La Santa Madre Iglesia, al celebrar piadosamente en este día la conmemoración de la Impresión de las Llagas de la Pasión de Cristo en la carne de San Francisco, pide al Señor que encienda nuestros corazones con el fuego de Su Amor y nos otorgue la gracia de llevar pacientemente la Cruz de cada día.




               La Iglesia pide hoy al Señor para nosotros sus hijos que seamos fortalecidos con la asidua meditación del Misterio de la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo.

               Cada uno de nosotros llevamos también sobre nuestro cuerpo la santa señal de los Cristianos. Hemos sido ungidos, sellados y marcados con la señal salvadora de la Cruz en nuestro pecho y en nuestra cabeza al recibir el Santo Bautismo. Hemos sido marcados con la señal gloriosa de la Cruz redentora en nuestra frente al recibir el Crisma de la Confirmación.

               Habremos de meditar, pues, cada día en el santuario de nuestro corazón el Misterio que envuelve la Cruz de Cristo y buscar en ella la fuerza y la inspiración para vivir conforme a la dignidad de nuestra condición de Cristianos, hijos de Dios por la gracia de la adopción bautismal.

               San Buenaventura nos dejó escrito acerca de San Francisco, que “durante toda su vida no siguió otras huellas sino las de la Cruz, no se recreaba en otra cosa sino en meditar sobre la Cruz, ni predicaba otra cosa que no fuesen las dulzuras de la Cruz”.


RELATO DE LA IMPRESIÓN DE LAS LLAGAS 
DE SAN FRANCISCO DE ASÍS


               Llegó el día siguiente, o sea, el de la Fiesta de la Cruz , y San Francisco muy de mañana, antes de amanecer, se postró en oración delante de la puerta de su celda, con el rostro vuelto hacia el oriente; y oraba de este modo:

               -Señor mío Jesucristo, dos gracias te pido me concedas antes de mi muerte: la primera, que yo experimente en vida, en el alma y en el cuerpo, aquel dolor que tú, dulce Jesús, soportaste en la hora de Tu acerbísima Pasión; la segunda, que yo experimente en mi corazón, en la medida posible, aquel amor sin medida en que tú, Hijo de Dios, ardías cuando te ofreciste a sufrir tantos padecimientos por nosotros pecadores.

               Y, permaneciendo por largo tiempo en esta plegaria, entendió que Dios le escucharía y que, en cuanto es posible a una pura creatura, le sería concedido en breve experimentar dichas cosas.

               Animado con esta promesa, comenzó San Francisco a contemplar con gran devoción la pasión de Cristo y su infinita caridad. Y crecía tanto en él el fervor de la devoción, que se transformaba totalmente en Jesús por el amor y por la compasión. Estando así inflamado en esta contemplación, aquella misma mañana vio bajar del cielo un serafín con seis alas de fuego resplandecientes. El serafín se acercó a San Francisco en raudo vuelo tan próximo, que él podía observarlo bien: vio claramente que presentaba la imagen de un hombre crucificado y que las alas estaban dispuestas de tal manera, que dos de ellas se extendían sobre la cabeza, dos se desplegaban para volar y las otras dos cubrían todo el cuerpo.



               Ante tal visión, San Francisco quedó fuertemente turbado, al mismo tiempo que lleno de alegría, mezclada de dolor y de admiración. Sentía grandísima alegría ante el gracioso aspecto de Cristo, que se le aparecía con tanta familiaridad y que le miraba tan amorosamente; pero, por otro lado, al verlo clavado en la cruz, experimentaba desmedido dolor de compasión. Luego, no cabía de admiración ante una visión tan estupenda e insólita, pues sabía muy bien que la debilidad de la pasión no dice bien con la inmortalidad de un espíritu seráfico. Absorto en esta admiración, le reveló el que se le aparecía que, por disposición divina, le era mostrada la visión en aquella forma para que entendiese que no por martirio corporal, sino por incendio espiritual, había de quedar él totalmente transformado en expresa semejanza de Cristo crucificado.

               Durante esta admirable aparición parecía que todo el monte Alverna estuviera ardiendo entre llamas resplandecientes, que iluminaban todos los montes y los valles del contorno como si el sol brillara sobre la tierra. Así, los pastores que velaban en aquella comarca, al ver el monte en llamas y semejante resplandor en torno, tuvieron muchísimo miedo, como ellos lo refirieron después a los hermanos, y afirmaban que aquella llama había permanecido sobre el monte Alverna una hora o más. Asimismo, al resplandor de esa luz, que penetraba por las ventanas de las casas de la comarca, algunos arrieros que iban a la Romaña se levantaron, creyendo que ya había salido el sol, ensillaron y cargaron sus bestias, y, cuando ya iban de camino, vieron que desaparecía dicha luz y nacía el sol natural.

               En esa aparición seráfica, Cristo, que era quien se aparecía, habló a San Francisco de ciertas cosas secretas y sublimes, que San Francisco jamás quiso manifestar a nadie en vida, pero después de su muerte las reveló, como se verá más adelante. Y las palabras fueron éstas:

               -¿Sabes tú -dijo Cristo- lo que yo he hecho? Te he hecho el don de las llagas, que son las señales de mi pasión, para que tú seas mi portaestandarte. Y así como yo el día de mi muerte bajé al limbo y saqué de él a todas las almas que encontré allí en virtud de estas mis llagas, de la misma manera te concedo que cada año, el día de tu muerte, vayas al purgatorio y saques de él, por la virtud de tus llagas, a todas las almas que encuentres allí de tus tres Ordenes, o sea, de los menores, de las monjas y de los continentes, y también las de otros que hayan sido muy devotos tuyos, y las lleves a la gloria del paraíso, a fin de que seas conforme a mí en la muerte como lo has sido en la vida.

               Cuando desapareció esta visión admirable, después de largo espacio de tiempo y de secreto coloquio, dejó en el corazón de San Francisco un ardor desbordante y una llama de amor divino, y en su carne, la maravillosa imagen y huella de la pasión de Cristo. Porque al punto comenzaron a aparecer en las manos y en los pies de San Francisco las señales de los clavos, de la misma manera que él las había visto en el cuerpo de Jesús crucificado, que se le apareció bajo la figura de un serafín. Sus manos y sus pies aparecían, en efecto, clavados en la mitad con clavos, cuyas cabezas, sobresaliendo de la piel, se hallaban en las palmas de las manos y en los empeines de los pies, y cuyas puntas asomaban en el dorso de las manos y en las plantas de los pies, retorcidas y remachadas de tal forma, que por debajo del remache, que sobresalía todo de la carne, se hubiera podido introducir fácilmente el dedo de la mano, como en un anillo. Las cabezas de los clavos eran redondas y negras.

               Asimismo, en el costado derecho aparecía una herida de lanza, sin cicatrizar, roja y ensangrentada, que más tarde echaba con frecuencia sangre del santo pecho de San Francisco, ensangrentándole la túnica y los calzones. Lo advirtieron los compañeros antes de saberlo de él mismo, observando cómo no descubría las manos ni los pies y que no podía asentar en tierra las plantas de los pies, y cuando, al lavarle la túnica y los calzones, los hallaban ensangrentados; llegaron, pues, a convencerse de que en las manos, en los pies y en el costado llevaba claramente impresa la imagen y la semejanza de Cristo crucificado.

               Y por mucho que él anduviera cuidadoso de ocultar y disimular esas llagas gloriosas, tan patentemente impresas en su carne, viendo, por otra parte, que con dificultad podía encubrirlas a los compañeros sus familiares, mas temiendo publicar los secretos de Dios, estuvo muy perplejo sobre si debía manifestar o no la visión seráfica y la impresión de las llagas. Por fin, acosado por la conciencia, llamó junto a sí a algunos hermanos de más confianza, les propuso la duda en términos generales, sin mencionar el hecho, y les pidió su consejo. Entre ellos había uno de gran santidad, de nombre hermano Iluminado; éste, verdaderamente iluminado por Dios, sospechando que San Francisco debía de haber visto cosas maravillosas, le respondió:

               -Hermano Francisco, debes saber que, si Dios te muestra alguna vez sus sagrados secretos, no es para ti sólo, sino también para los demás; tienes, pues, motivo para temer que, si tienes oculto lo que Dios te ha manifestado para utilidad de los demás, te hagas merecedor de reprensión.

               Entonces, San Francisco, movido por estas palabras, les refirió, con grandísima repugnancia, la sobredicha visión punto por punto, añadiendo que Cristo durante la aparición le había dicho ciertas cosas que él no manifestaría jamás mientras viviera...



jueves, 16 de septiembre de 2021

TÓMAME COMO TU SAGRARIO... Oración de Reparación a Jesús Sacramentado


              Ahora te pido una cosa. Tú sabes, y con dolor lo tienes presente que muchas partículas se desparraman entre suciedades y ruinas en la devastación de las iglesias. Es como si me atropellaran porque Yo estoy en el Sacramento. Pues bien, coloca imaginariamente tu amor como una alfombra preciosa, como un mantel de lino purísimo para recogerme a Mí-Eucaristía, golpeado, herido, profanado, expulsado de Mis tabernáculos, no por los hombres pequeños que destruyen Mis iglesias -ellos no son más que instrumentos- sino por Satanás que les mueve. Por Satanás que sabe que los tiempos aprietan y que ésta es una de las luchas decisivas que anticipan Mi Venida. 



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               Sí, detrás del disfraz de las razas, de los derechos, detrás del móvil de las necesidades políticas, se ocultan en realidad Cielo e Infierno que combaten entre ellos. Y bastaría que la mitad de los creyentes en el Verdadero Dios -¿pero qué digo, menos de esto, menos de un cuarto de los creyentes- fuera realmente creyente en Mi Nombre para que las armas de Satanás fueran domadas. Pero ¿dónde está la Fe?.

               Ámame en la Eucaristía. La Eucaristía es el Corazón de Dios, es Mi Corazón. Os he dado Mi Corazón en la Última Cena; os lo doy con tal que lo queráis siempre. Y no concebiréis en vosotros a Cristo y no lo daréis a la luz si no sabéis vivir en vosotros Su Corazón... Yo os comunico los mismo latidos al corazón cuando me recibís. Vuestra pesantez carnal y espiritual no os permite percibirlos, pero Yo os los doy. Tú ábrete completamente para recibirme.

               Tú, muchas veces al día -no puedo decir en cada momento, como si fueras un querubín y no una criatura que tiene los cansancios de la materia te diría, cada momento repite esta oración: 

               "Jesús, que eres azotado en nuestras Iglesias por manos de Satanás, Te adoro en todas las partículas esparcidas, pisoteadas y destrozadas en el suelo de cada Iglesia por descuido, desinterés e ignorancia de Tu Presencia Real en cada pequeño fragmento de Hostia Santa que se desprende y cae. Tómame como Tu Sagrario, Tu Trono, Tu Altar.

               Sé que no soy digno, pero Tú quieres estar entre los que Te aman, y yo Te amo por mí y por quien no Te ama. Que el dolor me vuelva escarlata como la sangre y me haga digno ornamento para recibirte a Ti, que quieres ser semejante a nosotros en esta hora de Apostasía, confusión, engaño y traición. Que mi amor sea lámpara que arde ante Ti, Santísimo, y mi holocausto incienso. Así sea." (*)


(*) Oración revelada a la mística italiana María Valtorta, 
el 4 de Junio de 1943, en el contexto de la II Guerra Mundial;
fórmula adaptada a las actuales circunstancias