miércoles, 29 de agosto de 2018

CARDENAL ILDEFONSO SCHUSTER, de monje a Príncipe de la Iglesia





INFANCIA Y JUVENTUD ENTRE LOS BENEDICTINOS

               Alfredo Schuster nació el 18 de Enero de 1880, en Roma, en el seno de una familia humilde. Su padre, oriundo de Baviera, había llegado a Roma  para alistarse como suboficial en los ejércitos pontificios. Al enviudar, contrajo nuevas nupcias con Ana María Tutzer, natural de Bolzano, de la cual tuvo dos hijos, el futuro cardenal, y Julia (más tarde, religiosa, hija de la Caridad).

               En Noviembre de 1891 ingresa en la Abadía benedictina de San Pablo extramuros de la Ciudad Eterna como niño oblato, con intención de hacerse monje y sacerdote, aunque también se trató de una muestra de caridad, pues dejaba de ser gravoso a su madre. En la escuela benedictina fue confirmándose su vocación al estado religioso. El 13 de Noviembre de 1896 inicia su noviciado de tres años y cambia su nombre por el Ildefonso. La crónica de la Abadía lo describe como novicio dócil, piadoso y estudioso, pero de salud precaria. Al cumplirse el tercer año, hizo su profesión monástica.

               El 19 de Marzo de 1904, en la Fiesta de San José, el Cardenal Vicario de Su Santidad para la Diócesis de Roma, Monseñor Respighi, le ordena de presbítero en la Basílica de San Juan de Letrán.

               Los veinticinco años siguientes los transcurrió Ildefonso Schuster en San Pablo extramuros. Su capacidad intelectual y su laboriosidad le permitieron alternar sus ocupaciones en el monasterio con otros encargos. En 1908 fue nombrado Maestro de Novicios de la Abadía de San Pablo y el 5 de Abril de 1918 es elegido Abad Ordinario del mismo Monasterio. Su fama como experto en Liturgia transcendió los muros conventuales y el Papa Benedicto XV le nombró consultor de las Sagradas Congregaciones de Ritos y Religiosos.

CARDENAL ANTES QUE OBISPO

              A pesar de haber rechazado varios cargos importantes en la Curia Vaticana porque su vocación es la vida monástica, la obediencia al Papa lleva a Schuster a aceptar su nombramiento como Arzobispo de Milán. Días antes de su Consagración Episcopal (16 de Julio de 1929) Pío XI le impone la birreta cardenalicia, y 22 de ese mismo mes y año, el mismo Pontífice en la Capilla Sixtina, gesto poco frecuente en aquella época, le consagra Obispo. Según indicaba el Concordato, el nuevo Arzobispo juró ante el Rey de Italia.

            En los cinco lustros de su pontificado, ordena a 1.500 sacerdotes, emprende continuas iniciativas para mejorar la formación espiritual del clero, se desvive materialmente por sus sacerdotes y cuida especialmente el Seminario.




           El episcopado y la púrpura cardenalicia no fueron obstáculos para seguir llevando una vida llena de austeridad, de auténtico monje. Se levantaba de noche aún, a las tres y media. Dedicaba una hora a la oración mental, y después rezaba el Oficio divino y celebraba la Santa Misa. A las seis y media se dedicaba al estudio, que sólo era interrumpido para desayunar. El desayuno era muy frugal. Según la religiosa que lo servía, era menos de lo que tomaban los canarios. Luego venían las audiencias. Por la tarde, después del almuerzo continuaba recibiendo gentes, hasta las cinco y media en que se retiraba para la visita al Santísimo, otro rato de oración, el rezo tranquilo del Rosario y Bendición. Tras cenar, antes de acostarse recitaba la Lectio Divina.

            Por razones estrictamente pastorales tampoco dudó en enfrentarse directamente al régimen para denunciar los atropellos de las autoridades cuando las circunstancias así lo reclamaban. Tal fue el caso, por ejemplo, de los ataques fascistas contra la Acción Católica, o de la promulgación en 1938 de las leyes raciales, que condenó con la máxima energía y solemnidad.

PASTOR DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

            El Cardenal Schuster fue un hombre de Iglesia, no de política. Sus relaciones con el poder civil fueron de respeto, por encima de ideologías. Por lo que se refiere a sus relaciones con el régimen fascista fue prudente.

           Hizo todo lo que pudo por salvar a condenados a muerte: católicos activos, grandes intelectuales no cristianos y judíos. Son innumerables las personas que deben favores de todo tipo a la actuación del cardenal Schuster. Un caso célebre es el del periodista Indro Montanelli, encarcelado por la Gestapo durante la ocupación alemana de Italia y condenado a muerte. Sabiendo que era imposible que se revocase una sentencia dictada por un tribunal de guerra, a través de un carcelero, hizo llegar al Arzobispo una nota para que comunicase la noticia a sus padres en Roma. Pero la ejecución se dilató y Montanelli, al cabo de nueve meses, logró escapar. Investigando, años más tarde el famoso periodista descubrió que el cardenal de Milán había inducido a intervenir en su caso a una alta personalidad alemana, que no revocó la sentencia, pero la demoró. Cuando Montanelli, después de la liberación, había ido a ver a Schuster, éste no habló nada de su mediación, sólo comentó: Hijo mío, los milagros existen.

            Tras 25 años como Pastor, su delicado cuerpo cedió el 30 de Agosto de 1954, falleciendo santamente en su Seminario de Venégonono. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.