Cuando Santa Teresita se acercaba a su muerte, confesaba: “Presiento que voy a entrar en el descanso… Pero presiento, sobre todo, que mi misión va a comenzar: mi misión de hacer amar a Dios como yo le amo y de dar mi caminito a las almas. Si Dios escucha mis deseos, pasaré mi Cielo en la tierra hasta el fin del mundo. Sí, yo quiero pasar mi Cielo haciendo el bien en la tierra. Y eso no es algo imposible, pues, desde el mismo seno de la visión beatífica, los Ángeles velan por nosotros” (del “Cuaderno amarillo”, 17 de Julio de 1897). Vemos, así, como comprendía ella su misión celestial a la luz de los ministros angélicos.
Al Padre Roulland le escribe: “Lo sé hermano mío: le voy a ser mucho más útil en el Cielo que en la tierra; por eso vengo, feliz, a anunciarle mi ya próxima entrada en esa Bienaventurada Ciudad, segura de que usted compartirá mi alegría y dará gracias al Señor por darme los medios de ayudarlo a usted más eficazmente en sus tareas apostólicas. Tengo la confianza de que no voy a estar inactiva en el Cielo. Mi deseo es seguir trabajando por la Iglesia y por las almas. Así se lo pido a Dios, y estoy segura de que me va a escuchar. ¿No están los Ángeles continuamente ocupados de nosotros, sin dejar nunca de contemplar el Rostro de Dios y de abismarse en el océano sin orillas del Amor? ¿Por qué no me va a permitir Jesús a mí imitarlos?” (Carta 254, 14 de Julio de 1897).
Al Padre Belliére, su primer ‘hermano' espiritual, le escribe: “le prometo hacerle saborear, después de mi partida para la vida eterna, la dicha que puede experimentarse al sentir cerca de sí a un alma amiga. Ya no será esta correspondencia, más o menos espaciada, siempre demasiado incompleta y que usted parece echar en falta, sino una conversación fraterna que maravillará a los Ángeles, una conversación que las creaturas no podrán censurar porque estará escondida para ellas” (Carta 261, 26 de Julio de 1897).
Cuando la Hermana María de la Eucaristía expresó sus temores ante semejantes visitas una vez muriese, Santa Teresita le respondió: “¿Te da miedo el Ángel de la guarda…? Sin embargo, te sigue de continuo. Bueno, pues yo te seguiré lo mismo, ¡y mucho más de cerca todavía!, no te dejaré pasar ni una…” (Otras conversaciones de Teresa, 18 de Julio).
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