miércoles, 8 de agosto de 2018

EL BENDITO ESCAPULARIO DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN, la protección de la Virgen a los Carmelitas


               A petición de algunos hermanos que se han incorporado recientemente a las filas de los devotos del Bendito Escapulario, queremos hacer una breve reseña del origen y uso piadoso de este celestial sacramental, regalo de la Virgen Nuestra Madre a sus hijos del Carmelo, o lo que es lo mismo, protección segura para quien viste el Escapulario e imita a la Madre de Dios en Sus virtudes.

       El Escapulario es originariamente una especie de delantal de dos piezas que algunas Órdenes Religiosas usan sobre la túnica del hábito; se coloca sobre los hombros (scapularis en latín, de ahí su nombre) introduciendo la cabeza por una apertura y se deja caer una parte sobre el pecho y la otra sobre la espalda.  




       La piedad popular redujo el Escapulario en dos paños de lana marrón (color del hábito carmelita) unidos por cintas o cordones y que se coloca igualmente sobre los hombros, cubriendo el pecho y la espalda. Normalmente llevan impresas o bordadas las imágenes de Nuestra Señora  y el Escudo del Carmen, aunque puede sustituirse este último por una imagen del Sagrado Corazón de Jesús.

          Siempre es recomendable su uso, de día y de noche, pudiendo sustituirse en los momentos de aseo personal o por motivos de trabajo o enfermedad por la Medalla-Escapulario (ver nota al final del artículo)

          El Escapulario de Nuestra Señora del Carmen es una dádiva de la protección y del maternal cariño de la Reina del Cielo hacia los hombres. Su historia está estrechamente ligada a la Orden del Carmen, que se remonta según una antigua Tradición a los Santos Profetas Elías, Eliseo y a sus discípulos, que se establecieron en el Monte Carmelo, en Palestina.




       De acuerdo con esa misma tradición, ellos ya veneraban a Aquella que vendría a ser la Madre del Redentor, simbolizada por la nubecita que apareció cuando San Elías pedía el fin de la prolongada sequía que los asolaba (cf. 3 Reyes 18, 41-45), y de la cual cayó una lluvia bendita que reverdeció la tierra.

          Estos ermitaños se sucedieron a través de las generaciones hasta la Edad Media, y cuando los musulmanes conquistaron Tierra Santa, tuvieron que huir hacia Europa. Allí enfrentaron grandes dificultades corriendo riesgo de extinción.

       Fue entonces que un carmelita inglés, San Simón Stock, hombre penitente y de mucha santidad, fue electo Superior General de la Orden. Angustiado con la situación en que se encontraban, comenzó a suplicar incesantemente a la Virgen para que los protegiese.

          El 16 de Julio de 1251, mientras rezaba fervorosamente en su convento de Cambridge (Inglaterra), se le apareció Nuestra Señora revestida del hábito carmelita, portando en sus brazos al Niño Jesús y extendiéndole un escapulario le dijo estas palabras:

               “Recibe, queridísimo hijo, este Escapulario de tu Orden, señal de Mi confraternidad, privilegio para ti y para todos los Carmelitas. Todo aquel que muera con él revestido, no arderá en las llamas del infierno. Él es, pues, una señal de salvación, una seguridad de paz y de eterna alianza”.

          En 1314, la Madre de Dios se apareció nuevamente, esta vez al Papa Juan XXII, confirmando Su especial protección a los que usasen el Escapulario, y prometiendo además que los libraría del Purgatorio el primer sábado después de la muerte.

          Esto llevó a Pontífices, monarcas, religiosos de otras órdenes y personas de todas las condiciones a querer participar de este privilegio, recibiendo el Escapulario como un símbolo de devoción a María Santísima y de salvaguarda contra los enemigos del alma y del cuerpo.










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